domingo, 22 de febrero de 2015

Ver para amar y creer para adorar. Recursos evangelizadores en torno a la imagen de la Virgen de Guadalupe.


Daniela Dulce Mostacero
E.A.P. Historia - UNMSM
daniela.dulcem@gmail.com

Según San Juan, de todos los sentidos, la vista es el más noble y el que más ilumina el alma[1]; por ello, es innato de nosotros comenzar amar a algo o alguien a través de este sentido. Lo que vemos, lo que observamos, lo que percibimos constituye una parte importante de lo que se cree. Tener la confianza completa de la existencia de algo, se daba y se da, a través de la vista. Por esa razón, no dudamos de la utilización de imágenes u objetos sagrados para la cristianización del indígena, puesto que ¿cómo amar a un desconocido, si no se puede ver? Y acaso ¿a todo lo que se puede observar se le puede tener devoción? No. Para ello son necesarios otros recursos, como el milagro, que es la más clara evidencia de la existencia de un ser sobrenatural.

Teniendo en cuenta estos dos recursos evangelizadores y como eje la figura de la Virgen de Guadalupe, el presente trabajo se ha dividido en dos partes; la primera, en donde se desarrolla la historia del origen de la pintura de la Virgen y las implicancias que se dan tras la aparición de esta imagen; en segundo lugar, tomamos el milagro como recurso que fortalece la creencia a la figura de la Virgen de Tepeyac. Esta división se da con el objetivo de contestar la siguiente pregunta: ¿En qué medida la utilización de estos dos recursos ayudaron a la formación de los nuevos cristianos? 

I. La imagen de la morenita

La búsqueda de la integración del otro[2], del vencido, explica el papel que asumió la imagen de la Virgen de Guadalupe dentro de la híbrida sociedad mexicana. Para lograr facilitar a los indígenas el acceso al cristianismo, el segundo arzobispo de Nueva España, Montúfar, promueve la evangelización a través del culto de las imágenes, táctica que lo llevó a ser despreciado, y muy duramente criticado, por los franciscanos[3], pero hay que reconocer, que dicha estrategia no fue iniciada por él, sino más bien por los conquistadores[4]. Es así, que la intervención de Montúfar fue decisiva para el culto de la Virgen de Tepeyac (Gruzinski, 1994).

A diferencia de las otras imágenes marianas, la imagen de la Virgen de Guadalupe tiene un origen divino: en 1531, en diciembre, a un indio de Cuautitlán de condición humilde, llamado Juan Diego se le presentó la Virgen María, y le comunicó su deseo de tener una capilla para su veneración en el cerro de Tepeyac, para poder mostrarse como protectora del pueblo de Juan y el resto de fieles. Para ello, Juan Diego tenía que hablar con Zumárraga, obispo de México, y obtener su autorización para la construcción de dicha capilla. Dicho arzobispo pide una prueba de la veracidad de Juan y de la presencia de aquella Virgen, que posiblemente era un demonio. Para satisfacer el pedido de Zumárraga, la Virgen, le ordena a Juan cortar unas flores en el cerro de Tepeyac y llevarlas ante el arzobispo, cuando estas flores cayeron del sayal, dejaron ver un retrato de la Virgen María, que será llamada Guadalupe a su petición (Brading, 1991). Aclaremos que con respecto a este relato no se ha encontrado evidencia escrita contemporánea al suceso, pero posteriormente (segunda mitad del siglo XVI y comienzos del siglo XVII) en los escritos de indios letrados se hace referencia de la aparición de la Virgen en el cerro de Tepeyac[5].

Pero, ¿en qué medida se puede confiar de este relato? ¿Acaso no es solamente un recurso que favorece a la conquista espiritual? La Virgen hace uso de presencia en el cerro de Tepeyac, lugar donde anteriormente los indígenas consagraban un santuario a Toci (Nuestra Madre), no es casualidad que esta diosa haya sido reemplazada por una cristiana. Entonces, siguiendo la línea de Gruzinski (1994) podemos decir que la verdadera intención era: “seducir a los indios proponiéndoles una forma de cristianismo más compatible con la tradición autóctona” (p.106).

Parece ser que el arzobispo Montúfar había pedido a un pintor indígena, llamado Marcos, una obra inspirada en un modelo europeo y pintada sobre un soporte de factura indígena, que hizo colocar discretamente en el lugar (o al lado) de la imagen primitiva (Guzinski, 1994), instalando la imagen que nos ha llegado hasta hoy. Como observamos, la imagen de la Virgen de Tepeyac no posee un origen divino propiamente dicho, y que tanto el relato como la pintura fueron recursos usados para la correcta evangelización de los indígenas. Montúfar explota la tradición de la tierra y de la memoria nativa, para que así, progresivamente realizara confusión-sustitución de la imagen en las mentes. Según Todorov (1987), esta acción del arzobispo se relaciona directamente con la conquista religiosa, la cual consiste en quitar ciertas imágenes de un sitio sagrado y poner otras en su lugar (p. 68).

La devoción a la Virgen de Guadalupe se desarrolló progresivamente en torno a su imagen, a pesar de que una parte de la iglesia mexicana se encontraba en contra debido a dos razones: primero, el hecho de que la imagen haya sido ubicada en el cerro de Tepeyac, lugar (como anteriormente hemos mencionado) se encontraba un santuario a la Diosa Madre, Toci. Ello mostraba, según los franciscanos, que la devoción que florecía en el pueblo indígena, era en realidad una pantalla para así encubrir su verdadera religión; en segundo lugar, la veneración que se le estaba dando a la imagen en sí, era una forma de idolatría que algunos evangelizadores no estaban dispuestos a soportar[6] (Brading, 2002).

Por último, podemos decir que esta imagen no pasó desapercibida por el resto de la población colonial mexicana, si el principal objetivo de esta pintura era la adhesión del indígena a la religión cristiana, sin intención logró también el surgimiento de un culto que era (y es) imán para multitudes, es decir, no solo los nativos se rindieron ante aquella figura guadalupana, sino también los mestizos, criollos, mulatos, etc., ya que “todos estaban de acuerdo en valorar lo supra terrenal, al grado de hacer de ello la realidad última, primordial e indiscutible” (Gruzinski, 1991, p.174). Esta nueva afección se evidencia en el crecimiento material de la devoción a la morenita, es decir, las construcciones de nuevos santuarios, la creación de poemas, sermones y escritos teniendo como inspiración a la Virgen de Guadalupe (Gruzinski, 1994).

II. Maravillas milagrosas

En realidad, no se puede decir que el color que posee la señora de Tepeyac es un invento causado por el intento de asemejar a la Virgen con el pueblo indígena mexicano, para lograr que así ellos se identifiquen con ella y busquen su protección. Empero, para el siglo XV en España, exactamente en Extremadura, existía ya la devoción a la Virgen de Guadalupe, quien se caracterizaba por su piel oscura (Bernard y Gruzinski. 1996). Por ello, según lo postulado por Bernard y Gruzinski en su libro Historia del Nuevo Mundo… la búsqueda de los conquistadores en igualar y asemejar México a su tierra natal, no solo se dio en un plano arquitectónico y urbanístico, sino también en relación a la devoción a una misma Virgen, ¿puede ser que dicha búsqueda haya sido la causante de la integración de la Virgen de Guadalupe en Nueva España? No lo podemos afirmar, pero sí lo podemos dejar como una posibilidad.

Al igual que en España, la Virgen se apareció a una persona de origen humilde, quien obedeció todo lo que ella le ordenó, la principal diferencia de un relato del otro es el milagro de la curación que la Virgen de Tepeyac proporcionó al tío de Juan Diego, Juan Bernardino. Esta acción apoyó su veneración, y ayudó a la construcción de su adoración.

Es así, que la conquista espiritual se había visto favorecida por los milagros pero fue, con posterioridad, apenas en las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del siglo XVII, cuando la tradición de la aparición se sumó a las prodigiosas curaciones realizadas para la imagen y se difundió a todos los medios (Gruzinski, 1991).

El recurso del milagro aseguró la adoración a la Virgen de Guadalupe, así como también la integración del indígena a la religión y sociedad cristiana. Al compartir creencias, se puede decir, que el nativo está viviendo un proceso de culturalización, en donde las tradiciones y mentalidades españolas penetran al de él, forjando así su integración progresiva y luego total.

Conclusiones:

La Virgen María siempre ha sido considerada como la principal intermediadora entre su hijo y nosotros, por eso, no nos causa extrañeza alguna que los evangelizadores hayan tomado su figura para doctrinar a los indígenas, ¿quién más que María para ser la protectora de los desconocedores de la verdadera religión? Pero elegir a la Virgen de piel oscura –Virgen de Guadalupe– denota un claro discurso que busca la integración (y así poder someterlos) de los oriundos.

El uso de las imágenes de santas (os) y de los milagros acaecidos por ellos, fueron recursos eficaces para la conquista espiritual y la integración del indígena al cristianismo. Pero la imagen de la Virgen de Guadalupe causa un problema en particular, ¿cuánto se adora a la pintura misma y cuánto a la Virgen como madre de Dios?, teniendo en cuenta que la pintura del sayal tiene un origen divino, por ende en la mentalidad del indígena este objeto también es actor de milagros debido a su naturaleza, por ello parte de la iglesia mexicana criticó duramente el culto a esta Señora, pues promovía la idolatría. Por otro lado, el hecho de que su capilla se sitúe en el cerro de Tepeyac, hace creer que la devoción de los indígenas no se deba por la Virgen o por la pintura sino por la creencia de su antigua diosa Toci.

Estas dos contrariedades (explicadas en la segunda conclusión), formaron parte de la estrategia realizada por Montúfar para evangelizar y unir a los indígenas en el manto de la Santa Iglesia cristiana. Reemplazar un antiguo culto por un nuevo culto extranjero, no fue fácil, para ello, el culto extranjero se tenía que volver autóctono para así ser aceptado y asimilado por la población. Así, el uso de un objeto perceptible –la pintura– añadiría un mayor apego a la nueva creencia.


Bernard, Carmen y Gruzinski, Serge.
1996    Historia del Nuevo Mundo. Del descubrimiento a la Conquista. La experiencia europea, 1492-1550. México: Fondo de Cultura Económica.
Brading, David
1991    Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867. México: Fondo de Cultura Económica.
2002    La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradición. México: Taurus.
Gruzinski, Serge
1991    La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII. México: Fondo de Cultura Económica.
1994    La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner”, 1492-2019. México: Fondo de Cultura Económica.
Todorov, Tzvetan
1987    La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI.




[1] Brading, David. (2002). La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradición. Distrito Federal, México: Taurus
[2] Se hace referencia al otro lejano, seres desconocidos en un plano cultural, moral e histórico, en donde el yo duda una pertenencia común a una misma especie (Todorov, 1987).
[3] En el libro de Serge Gruzinski (1994). La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner”, 1492-2019. Distrito Federal, México: Fondo de Cultura Económica; se hace una interesante referencia sobre el debate del culto a la Virgen de Guadalupe por parte de los franciscanos.
[4]No es de sorprendernos que los conquistadores del nuevo mundo llevaron consigo imágenes cristianas, usualmente pequeñas figuras de la Virgen María, con el objetivo de recurrir a su protección divina. Tal era la fe de Cortés que hizo instalar estatuillas de la Virgen en templos indios, ordenando a los sacerdotes paganos le rindieran honores (Brading, 1991).
[5] La recuperación de tradiciones orales, su cristalización y su puesta en circulación de nueva cuenta en un forma estandarizada por Sánchez y Lasso de la Vega (Gruzinski, 1991).

[6] Como referencia tenemos a Francisco de Bustamante quien atacó el culto a la Virgen de Tepeyac.


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