Leonel
Patricio Silva Montellanos
Historia de la filosofía, UNMSM
El escritor Emilio
Adolfo Westphalen Milano nació en la ciudad de Lima, el 15 de julio de 1911[1].
Hizo sus estudios escolares en el Colegio Alemán, teniendo como condiscípulos
a los literatos Rafael de la Fuente Benavides y Estuardo Núñez, egreso en
1926. Al año siguiente, dada su afición por los números, postuló a la Escuela
Nacional de Ingeniería. Al fracasar esta tentativa, inicia, en 1928, sus
estudios de Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, estudios que
concluirá en 1932. Westphalen, ya desde su adolescencia, posee una rica vida
interior[2].
Dicha espiritualidad lúcida, sin embargo, lo preparó para ser un esteta, un
creador y un hombre de pensamiento; más no un místico o un creyente:
“Lo que me sorprende es que desde tan temprano
no aceptara otros principios y creencias sino los que en mi fuero propio
encontrara válidos. Me aparte así a los catorce años de toda práctica
religiosa, sin ninguna ostentación pero sin hacer tampoco concesión alguna”
(…).”[3]
Es notable, que
siendo un poeta, haya sabido orientarse en el ámbito de la creación con
espíritu crítico pues, a pesar de su inicial impulso surrealista no sucumbió al
delirio ni a la atracción de los excesos irracionalistas. Cabe recordar que el
autor siempre señaló su deuda con el poeta simbolista peruano José Maria Eguren[4],
cuya sensibilidad mágica y pura se ubica lejos de la sordidez y la pesadilla.
Los estudios
biográficos no hacen mención de una militancia específica en los partidos de
izquierda de la época (partido aprista, partido comunista) o de haber sido un
partidario del anarquismo. Pero Westphalen pertenece a una generación todavía
marcada por la impronta de Manuel Gonzáles Prada[5]
y que había presenciado el proceso contingente de la revolución mexicana, la
revolución bolchevique, la I Guerra Mundial y la aparición del fascismo, en su
vertiente reaccionaria y nazi; así como en su vertiente stalinista y
pseudo-marxista. En plena juventud, en el año de 1936, junto con César Moro
(Alfredo Quispez Asín) y Manuel Moreno Jimeno, publican un boletín a favor de
la República Española que enfrentaba la revuelta fascista del Gral. Francisco
Franco. Teniendo en cuenta la cercanía ideológica de Westphalen con el
surrealismo –cercanía que se mantuvo aún cuando el poeta afirmaba, ya en su
madurez, no ser un surrealista—y que dicho movimiento tuvo una relación
problemática con el marxismo –que lo hizo pasar de la militancia en el PC
francés, al troskysmo en el exilio mexicano de Breton, para en 1951, adherirse
al movimiento anarquista francés[6]—podemos
ubicar a nuestro autor en líneas generales, como un pensador crítico de
ideología progresista:
“(…) se me acuso al menos de dos
crímenes mayúsculos. El primero ser poeta, el segundo ser comunista, aunque
respecto al primero, si alguna vez lo fui, ya había abandonado toda veleidad de
pretenderlo; y lo segundo solo podía entenderse en la acepción de una
disconformidad total con el régimen establecido, pero también de un
desconocimiento completo de los medios concretos para volcar la situación”[7]
Solo
comprenderemos a cabalidad su labor poética y reflexiva, si tenemos presente
dicho marco ideológico que condicionaba, a modo de weltanschauung[8],
su acercamiento a la realidad, su comprensión de la problemática socio-cultural
de occidente y de Latinoamérica y el desarrollo de la propia labor intelectual:
“(la actividad poética) Seria una expresión
más de la condición humana, del impulso a no admitir lo real como definitivo e
incambiable, a querer superarlo. En la poesía, en la revolución y en el amor
veo actuantes los mismos imperativos esenciales: la falta de resignación, la
esperanza a pesar de toda previsión razonable contraria.”[9]
Westphalen publicó en Lima, en 1933, su primer poemario: Las ínsulas extrañas. Su escritura se
enmarca en los cánones vanguardistas del momento; propiamente surrealistas.
Tres años después, junto con su amigo, el poeta César Moro publica un
contundente manifiesto contra las imposturas intelectuales que con el pretexto
de la originalidad vanguardista, aprovechaban la oportunidad con descaro:
Vicente Huidobro o El obispo embotellado. Posteriormente, Westphalen se
consagrará a la labor de activista cultural publicando revistas prestigiosas
como Las Moradas (1947-1949) la Revista Nacional de Cultura (1966) o Amaru
(1967-1971) publicación de la Universidad Nacional de Ingeniería. También fue
agregado cultural peruano en Italia (1971-1977) México (1977-1980) y Portugal
(1980-1981). Recibió del Estado peruano las Palmas Magisteriales y la Orden del
Sol (1995) la medalla José de la Riva Agüero y el Doctor honoris causa de la
Universidad Nacional de Ingeniería (1997) así como el Doctor honoris causa de
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1999). Nuestro autor fallece en
Lima el 18 de agosto de 2001.
Pasemos ahora,
al análisis de las concepciones filosóficas del autor. Westphalen concibe al
hombre como un ser libre, que aunque está inmerso en una cultura y sociedad
organizadas de modo autoritario y utilitario, tiene la capacidad de generar sus
propios espacios de socialización, labor y creación, de modo libre y tolerante.
Para el autor, el problema del nacionalismo carece de sentido en un arte como
el contemporáneo, en el que la profundización en los aspectos subjetivos,
emotivos e irracionales, no busca la mercantilización del arte ni la hegemonía
de determinado modelo cultural o étnico, sino, hacer de este un documento de
reflexión y conciencia espiritualizada en medio del caos contemporáneo.
“(…) Por nuestra parte no comprendemos cuál sea la
estructura mental de Braque[10],
a que se refiere, que lo hace tan distinto de los “pintores americanos”. Como
tampoco nos explicamos en qué sentido pueda hablarse de una mentalidad
“arcaica” en estos últimos. Si existe un desnivel entre uno y otros, tal vez
sea, no por diferencia de estructura mental, sino de capacidad artística, lo
cual naturalmente es otra cosa”[11]
La actitud de de
vanguardia se manifiesta en la crítica radical de los paradigmas oficiales.
Pero esto no significa desconocer, que aun en la crítica de la tradición,
existe el reconocimiento de referentes. Aquello que dará valor a la producción
estética o cultural propia de América, no será el gastado estereotipo de lo que
debe ser “americano” sino el ser fiel a una autenticidad que en el debate de la
modernidad, sabe defenderse y hacerse entender en un dialogo intercultural, que
asimila lo mejor y más productivo de lo propiamente humano, sin repeticiones
carentes de alma, burdamente mecánicas.
“La preocupación del artista no puede ser un
programa –arte “americano”, arte “moderno”—sino por poner fuera de él y de
acuerdo con las reglas de su arte, de manera convincente, que a muchos o unos
pocos turbe, lo que dentro de él bulle por la contraposición perenne del hombre
y el mundo, y por el pertenecerse eterno del hombre y el mundo”[12]
Lo propiamente
americano, en el mundo contemporáneo, no está reñido con una sociedad, en que
la ciencia, la técnica, la tecnología y la industrialización, favorecen al
progreso material y así permiten a los individuos y a los colectividades
organizarse de manera racional y equitativa, con sentido ético, moral y
solidario.
Ciertamente, en
la reflexión de nuestro autor, el mundo del arte es un mundo de libertad, pero
al igual que los juegos infantiles, es un juego con reglas que deben tomarse
muy en serio. El arte, en tanto producto del humanismo, debe sostener valores
reafirmantes y si artistas como los surrealistas, procuraban una ruptura radical
con la academia y la tradición, lo hacían porque dichas academia y tradición
eran baluarte del autoritarismo, del belicismo y la injusticia. La genuina
vanguardia es, pues, libertaria, en tanto defiende la justicia; radical, en
tanto aspira a un mundo en que el deber y el derecho coexistan de modo sano y
correcto en la humana cotidianeidad; honesta, en tanto no acepta las
imposturas, oportunismos, ni fraudes. El surrealismo, como correlato estético
del pensamiento socialista y libertario aspira a disolver las fronteras de lo
real y lo fantástico, haciendo de lo maravilloso, algo constante y vivo. La
historia de guerras, masacres y conquistas debe ser reemplazada por una
historia de paz, justicia y liberación. Dichos valores deben ser el legítimo
contenido del arte. Un arte de la crítica y una crítica de la vida en el real
sentido del término.
“El señor Dalí[13]
(…) Le tocó ser uno de los primeros artistas “de vanguardia” en aceptar y
ensalzar a los nuevos amos difusores de una irracionalidad manida
–peligrosa—mortífera (que) esparcirán sus miasmas por el mundo y desenfrenaran
guerras civiles e internacionales con su secuela de las más grandes hecatombes
y genocidios que registren los anales históricos”[14]
El valor de lo
académico solo puede justificarse, en tanto el arte es un producto social
definido que requiere de ciertas reglas básicas para ser tal. Es un producto de
la cultura humana y, en tanto tal, hace referencia a los conflictos, las
vicisitudes, las esperanzas y los ideales del ser humano. Es una perfecta
continuidad de los debates de la filosofía, la religiosidad, la ideología
política, la opción sexual, profesional, existencial, etc. Pero para su real
comprensión, no basta con la aplicación consciente de una racionalidad crítica;
también requiere de una sensibilidad que se comienza a desarrollar en los
primeros años y que forma parte del mundo interior; tanto del artista como de
aquel que aprecia y juzga.
“Si la intención es estructurar una teoría del
arte moderno, establecer las grandes coordenadas que sirven de puntos fijos de
referencia a esas múltiples (y desconcertantes) expresiones del arte de
nuestros días, quizá la mejor introducción seria (…) dilucidar,…el momento (o
los momentos) en que hemos tomado conciencia de lo que arte significa en
nuestra vida…” [15]
Si asumimos que
el arte es producto de sensibilidad, de técnica y de decisión, cabe señalar que
el artista es un individuo que desempeña una determinada labor en la estructura
económica de la sociedad que lo alberga. Para el autor, el artista es un ser
humano que interactúa con sus semejantes y que, si bien tiene determinadas
peculiaridades de personalidad y visión, no es ni un místico, ni un anacoreta,
ni un orate. Ser artista no es ni más ni menos que una manera de encarar la
propia humanidad.
El valor del
humanismo y de la modernidad a la que dio origen, radica en ser un espíritu y
un clima de cambio. La objetividad y actitud de mesura permiten a diversas
teorías con sus matices y puntos de vista, coexistir, enriqueciéndose y
expresando la humana diferencia y riqueza, que lejos de anularse en la
diversidad; constituye una polifonía, con sus correspondientes polisemias,
reflejos y tonalidades.
“Hay además, un descubrimiento en nuestra época que
respecto al arte tiene la misma significación que los descubrimientos
geográficos tuvieron para el hombre europeo del Renacimiento (…), pues ¿Qué
otra cosa quiere decir sino que reconocen sus aspiraciones relativas y que no está
asido a eternidades, a preceptos invariables y permanentes?” [16]
El arte
contemporáneo, desde las pre-vanguardias de mediados del siglo XIX y las
vanguardias propiamente dichas de comienzos del siglo XX[17]
expresa en las artes escénicas, urbanísticas, visuales, musicales y literarias
la crisis, el conflicto y las diversas aportaciones de los colectivos e
individualidades al problema reflexivo que hace de la condición humana, su
objeto y su meta. Creemos que América latina, desde la obra de intelectuales y
creadores como Emilio Westphalen, participa de dicha discusión con aportes
valiosos.
El tema de la
Vanguardia, en sus acepciones artística, cultural, política, fue abordado por
nuestro poeta: el hombre en tanto, ser social; se define por el rol que
desempeña en compañía de otros seres humanos, en la sociedad que conforma. Esta
primacía del hecho material, sin embargo; no anula las otras dimensiones de la
vida como la subjetiva, espiritual, mental, estética, lúdica, etc. Esta
vulgarización del marxismo; que menciona el autor citado, ciertamente fue
asimilada por el surrealismo en su inicial y truncado acercamiento al
stalinismo burocrático del Partido Comunista Francés. Los propios surrealistas
superaron esta etapa y enriquecieron su actividad crítica y creativa en Europa.
Así mismo, en América latina Emilio Westphalen, quien encontró en el
surrealismo[18]
un impulso inicial para su actividad poética e intelectual, superó las
limitaciones dogmáticas de dicho discurso elaborando un planteamiento original
en el que el humanismo y la preocupación por los valores y riquezas morales del
ser humano eran fundamentales. Esta importancia de la condición humana y su
análisis ideológico, llevó a creadores y pensadores al ámbito del debate, con
lo que se benefició y diversifico el espectro de voces novedosas, cada cual con
sus perspectivas y delimitaciones.
“(… )Los surrealistas (…) aceptaron demasiado pronto
(…) la realidad de la interpretación materialista, (…) en todo tiempo los
artistas significativos han sido, más o menos, teorizantes –pero cuando
subsistía un sistema de coordenadas de una actividad intelectual común, no era
necesario que se saliera del campo de su experiencia específica. Es evidente
que en nuestro tiempo no se da tal sistema.”[19]
Westphalen,
surrealista y divergente, señaló que no existía solo la tradición del
autoritarismo. Existía también la tradición de la inconformidad y la
diferencia. Esta riqueza de lo humano, lo social y cultural es el mejor
fundamento contra extremismos, intolerancias, burocracias de iluminados y toda
secta con pretensiones de inmaculada infalibilidad. La existencia de tradición,
en sí misma no es negativa. Lo perjudicial ha sido que a lo largo de 2000 años la historia de occidente ha servido para justificar abusos, prepotencias,
crímenes y miserias. Pero una tradición libertaria y renovadora, en la que el
ser humano recupere su lugar de dignidad y futuro, no es imposible, simplemente
debe construirse todos los días, respirando convicción y esperanza.
“Por fin ocurre, (…) que dentro de esta
sociedad, los heterodoxos, que nunca antes fueron más que un pequeño número, en
ella, se han vuelto legión; en realidad muchas legiones de heterodoxos, para
quienes muy poco es común y entre si se miran extraños y distantes. Será
reconocible en esta situación la del mundo actual;(…)”[20]
Una tradición se
justifica en la medida que proporciona un marco teórico y metodológico para el
vivir, sustentándose en paradigmas y jerarquías de valores. La obra de arte
como texto no solo estético, sino de valor conceptual e ideológico, adquiere su
justificación como elemento del debate, expresando ideas, creencias, puntos de
vista y opciones de vida.
“Una obra de arte dentro de una cultura, y en
la vida del individuo, ha estado siempre destinada a llenar una función, (…)
como componente imprescindible de lo que entendemos por condición humana. (…),
este hundirse en las esencias del ser, que para nosotros es la apreciación del
arte, no parece que esta alentado por esa institución de los museos.”[21]
Solo esta
conciencia de la importancia de la poesía, las artes y la actividad
intelectual, puede permitir un desarrollo fructífero de la sociedad en su
conjunto, desarrollo que no puede ignorar la importancia del factor humano,
sensible, consiente, actuante, pleno de memoria y vitalidad. Creemos que el autor,
lo tenía en consideración.
Líneas atrás,
hemos afirmado que el autor estudiado, podría ser catalogado como un pensador
–pues la poesía y los ensayos de estética son a fin de cuentas, pensamiento,
reflexión, algo que no está reñido con la creatividad ni con la
inteligibilidad—de actitud progresista. Esto se evidencia en sus posiciones
respecto de la libertad, valor fundamental en la condición humana. Su actitud
de apertura enfrentó los autoritarismos que abundaron en el siglo XX –y que
lamentablemente en nuestros días, no han desaparecido–. Como el autor afirma más
adelante, ser intelectual es ser un buscador de la verdad, ya no solo alguien
que ama la sabiduría, como en la clásica definición del filósofo contemplativo,
sino alguien que ubicado en el mundo concreto asume los principios de la verdad
y también las consecuencias. Si en el pasado, hubo autores que sirvieron a la
mezquindad de intereses políticos sórdidos; el intelectual que postula nuestro
autor se pone al servicio de la vida justa, de la razón valiente, en su austera
belleza.
“(…) lo que nos interesaría aquí es esclarecer
por qué algunos intelectuales –aparentemente en oposición a los fundamentos
mismos de su condición de “investigador de la verdad” o “de las verdades”, pues
¿no sería esta la definición más admisible de lo que esencialmente es un
intelectual?—no hallan otra manera de combatir ideologías contrarias si no es
arrogándose poderes para la condenación, para sentenciar a pena de exterminio
las obras que no son de su agrado.”[22]
Si bien la moral
es un principio de acción individual y la ética, el producto social y
consensuado de las diversas morales coexistentes, con el respeto y tolerancia
necesarios, esta afirmación carecería de sentido si se la asume solo como
elegante juego de palabras sin consecuencias prácticas en el mundo real. Hemos
señalado que el mundo social es el mundo de los hechos, de la ciencia, la
técnica, la tecnología y la industria; pero todo ese mundo quedaría vacio sin
los escrúpulos morales, sin la sensibilidad ante las situaciones críticas[23].
Tanto los surrealistas como nuestro Westphalen, en su valoración de la
afectividad y el amor, hacen un llamado a enfatizar lo más noble del ser
humano: ante la angustia de la sinrazón y el caos de la brutalidad, contestan
con la afirmación de la vida. Pero: ¿no es el surrealismo, el arte de la belleza
convulsiva y de lo extraño? La respuesta es afirmativa, pero al igual que en
Kafka –autor que Westphalen defiende en la presente cita—no estamos ante un
elogio del absurdo y la barbarie. Los surrealistas y Franz Kafka[24]
–de quien se ha señalado afinidades de estilo con el expresionismo alemán,
además de su relación crítica con su propia tradición étnica y religiosa
judía—no defienden el absurdo. Lo muestran planteando un mundo de belleza nueva
y plenamente humana. Un mundo en que la crítica es libertad tolerante y no una
justificación de condenas a beber la cicuta o llamado al linchamiento.
Reconocer la autoridad del conocimiento no debe significar el someterse a la prepotencia,
el oprobio o la sevicia. De no ser así ¿en qué se convierte el hombre?
“(…) Se cita a un señor que ha decidido que
“la literatura es una supervivencia condenada a desaparecer” (…) y que hay que
quemar a Kafka porque la sociedad debe tomar medidas “contra las actividades
que ponen en peligro sus intereses esenciales”. La obra de Kafka seria
merecedora de tales medidas, ya que “expresa de manera contagiosa un cierto
estado de descomposición social” [25]
Un genuino
humanismo solo puede funcionar en una libertad plena que reconozca el rol
crítico y social del arte. Un artista de tiempos de vanguardia, en adelante, no
puede aislarse del mundo ¡pues vive en el mundo! Y es desde su lugar en este,
que realiza sus afirmaciones, mostrando con metáforas o diciendo
categóricamente lo que piensa de la realidad en la que le ha tocado vivir. El
artista, aquel que tiene el don innato de la imaginación estética y que además,
gracias a un contexto favorable puede ejercitarse en el oficio de la creación;
¡no por ello está realizando un rol semi-divino! más bien, está oyendo su voz
interior y realizando sus capacidades innatas. En un mundo libertario, cuál el
que planteaban los surrealistas y con ellos, nuestro poeta; utópico pero no por
ello imposible, esta libertad de desarrollar las capacidades innatas no sería
el privilegio de determinada casta, sino una conquista para todos los hombres
que hermanados por la libertad consiente vivirían plenamente su condición de
seres finitos e imperfectos, pero liberados de la opresión deshumanizante del
capitalismo, de sus guerras y su contaminación destructora.
“(A Franz Kafka) Al artista podrían aplicarse
las palabras que se dirigen al héroe de “El Castillo”[26]
en la misma novela: “porque ¿qué es lo que persigue?, ¿qué extraña especie de
sujeto es este?, ¿qué es lo que pretende? ¿Qué importantes asuntos son esos que
le tienen ocupado y que le hacen olvidar lo más cercano, lo mejor, lo mas
hermoso?”[27]
La necesidad del
arte y de la libertad es evidente para aquel que en el mundo contemporáneo, se
plantea la defensa de aquello que nos hace verdaderamente humanos y dignos en
nuestra imprevisible y diversa condición. Creemos que en la obra de Westphalen,
tanto la poética como la ensayística, se da una apología de valores ciertamente
históricos y contingentes, pero que rescatan lo mejor y más valioso de la
sociedad humana; como el amor, la libertad, la justicia, la solidaridad y la
esperanza. El mundo que le toco vivir a nuestro autor fue un mundo cambiante,
antecedente del nuestro actual y, este mundo solo cobrará sentido en tanto se
desarrolle teniendo presente al hombre y sus necesidades concretas. Toda
especulación metafísica, decía Marx en las ya clásicas tesis sobre Feuerbach[28],
se resuelve en la vida práctica. Esa fue la orientación del surrealismo y ese
fue el impulso nunca perdido de Westphalen. Creemos que dicha intención es
noble y correcta.
“(…) ¿Se nos admitirá si concluimos que toda
amenaza contra las libres expresiones artísticas, que toda limitación del campo
de influencia del arte grande y excelso, nos parece atentar contra el nivel muy
inestable de una cultura adquirida a gran costo y esfuerzo, de una cultura
siempre vulnerable y que tiene menester a cada instante que la defendamos
contra las corrientes del oscurantismo y el egoísmo?[29]”
A modo de
reflexión final, cabe agregar lo siguiente: Si la dimensión ético-política del
arte es algo indiscutible, esto es así porque la filosofía solo es legítima
filosofía como factor dinámico de la vida social de la comunidad. Y el arte es
expresión de la filosofía de su tiempo y de los constantes cuestionamientos que
revisan la tradición vigente, la consolidan o la redefinen[30].
Sea en el caso del autor que analiza Westphalen –Franz Kafka—sea en el caso del
mismo Emilio Westphalen, la literatura y la reflexión crítica alcanzan su valor
porque elijen ser cuestionamiento de lo vigente, de aquello que por sentado no
es criticado y es aceptado con la resignación que se acepta lo eterno.
“(…) — comenta Hannah Arendt: “no tenia amor
por el mundo como se le ofrecía y tampoco tenía amor por la naturaleza. El
deseaba construir un mundo de acuerdo con las necesidades humanas, un mundo
donde las acciones del hombre estén determinadas por él mismo y que se rija por
sus leyes y no por misteriosas fuerzas que emanen de lo alto o de lo bajo”[31]
La condición
humana, aquello que nos hace ser lo que somos y que se manifiesta tanto en los
grandes momentos irrepetibles como en lo más simple de nuestra vida diaria,
solo puede desarrollarse en la libertad de una sociedad en que la vida este por
encima de todo y en que la libertad de creer, de crear, de existir y de
fundamentar con la propia labor, no sean ya una utopía, sino la alegre
convicción y aliento de cada despertar, en cada cielo, en cada libro leído, en
cada poema imaginado.
Sostenemos que
la obra de Emilio Westphalen; tanto desde la poesía, como desde la prosa
ensayística y reflexiva, constituye un aporte desde las letras
latinoamericanas, a la discusión y reflexión crítica de temas genuinamente
filosóficos, como el tema de la condición humana, aquí analizado. La síntesis,
por él realizada, es un hito a alcanzar y desde el cual, se puede desarrollar toda
una veta de nuestro pensamiento colectivo. Creemos que esta obra suya
esperanzada, debe considerarse parte del mejor legado del surrealismo,
correlato estético del socialismo libertario y que autores como Emilio
Westphalen, contribuyeron desde la coherencia de vida y obra, a superar,
redefinir y consolidar.
Bibliografía[32]
1. Escritos de Emilio Adolfo Westphalen:
Poesía
-Las ínsulas extrañas. Compañía de
Impresiones y Publicidad, Lima, 1933.
-Abolición de la muerte. Ediciones Perú
actual, Lima, 1935.
-Otra imagen deleznable. (Poemas
1930-1978) Incluye sección inédita Belleza de una espada clavada en la
lengua, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1980.
-Arriba bajo el cielo, Lisboa, 1982.
-Máximas y mínimas de sapiencia pedestre,
Lisboa, 1982.
-Nueva serie (de escritos) Lisboa, 1984.
-Belleza de una espada clavada en la lengua
(Poemas 1930-1986, Ediciones Rikchay, Lima, 1986.
-Cuál es la risa, Auqui, Barcelona, 1988.
-Ha vuelto la Diosa Ambarina, Tijuana,
1988.
-Bajo zarpas de la quimera (poemas 1930-1988)
Alianza Tres, Madrid, 1991.
-Falsos rituales y otras patrañas. Poemas en
prosa. Presentación de Iván Ruiz Ayala. Fotografías de Herman Schwarz,
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999.
-Poesía completa y ensayos escogidos.
Edición, prólogo y cronología de Marco Martos, P.U.C.P., Lima, 2004.
Prosa
-La Poesía los poemas los poetas, Universidad Iberoamericana,
México, 1995.
-Escritos varios sobre arte y poesía. Fondo de
Cultura Económica, Lima, 1996.
Revistas dirigidas por Emilio Adolfo Westphalen
-El Uso de la Palabra (Codirigida con César
Moro) único número, Lima, diciembre 1939.
-Las Moradas. Ocho números, Lima,
1947-1949.
-Revista Peruana de Cultura (números del
2 al …Lima, 1964-1966.
-Amaru. Catorce números, Lima, 1967-1971.
Sobre Emilio Adolfo Westphalen
Libros
-FERNANDEZ
COZMAN, Camilo.
Las ínsulas extrañas de Emilio Adolfo Westphalen, Naylamp, Lima, 1990; Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, Lima, 2003.
-RODRIGUEZ
PADRÓN, Jorge.
El pájaro parado (Leyendo a E. A. Westphalen). Ediciones del Tapir, Madrid, 1992.
-RUIZ
AYALA, Iván.
Poética vanguardista westphaleana, P.U.C.P., Lima, 1997.
ÚZQUIZA, José
Ignacio.
La Diosa Ambarina: Emilio Adolfo Westphalen y la creación
poética, Universidad de Extremadura, Cáceres, 2001.
* Publicado originalmente como El concepto de la condición humana en Emilio Adolfo Westphalen. La Intelectualidad peruana del siglo XX ante la Condición Humana. UNESCO-Instituto de Educación Superior para América Latina y el Caribe, Coordinadora en Perú-Editora: Prof. María Luísa Rivara de Tuesta (UNMSM) Tomo III, Lima-2011.
[1] MARTOS, Marco. Emilio Adolfo Westphalen. Poesía completa y ensayos escogidos, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2004, pp.45-47.
[1] MARTOS, Marco. Emilio Adolfo Westphalen. Poesía completa y ensayos escogidos, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2004, pp.45-47.
[2]
Comparar con el racionalismo individualista cartesiano. Cf. DESCARTES, René,
Discurso del Método, Biblioteca EDAF, Madrid, 1982, pp.50-51.
[3]
Poetas en la Lima de los años treintas. De Dos Soledades, Instituto Nacional de
Cultura, Lima, 1974. En: Emilio Adolfo Westphalen. Escritos varios sobre arte y
poesía, Fondo de Cultura Económica, Lima, 1996, p.136.
[4]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Poetas en la Lima de los años treintas. De Dos
Soledades, Instituto Nacional de Cultura, Lima, 1974. En WESTPHALEN, Emilio
Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996, pp.137-138.
[5]
Lima (1844-1918)Intelectual crítico de la sociedad peruana, sobre todo tras la
crisis generada por la Guerra del Pacifico y que orientó su pensamiento en los
últimos veinte años de su vida, desde el pensamiento anarquista o ácrata.
[6]
Cf. BRETON, André (et al) Declaración Preliminar, le libertaire (periódico de
la Federación Anarquista Francesa), 12 octubre 1951. En: Surrealismo y
Anarquismo: Proclamas surrealistas en Le Libertaire, Pietro Ferrua (et al)
seleccionado por Plinio Augusto Coelho, 1ª edición, Bs As, 2005 (Utopía
Libertaria) traducción: Ariel Dilon.
[7]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Poetas en la Lima de los años treintas. De Dos
Soledades. Instituto Nacional de Cultura, Lima, 1974. En: WESTPHALEN, Emilio
Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996, p.133.
[8]
Concepción del mundo (idioma alemán)
[9]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Poetas en la Lima de los años treintas. De Dos
Soledades, Instituto Nacional de Cultura, Lima, 1974. En: WESTPHALEN, Emilio
Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996, p. 145.
[10]
BRAQUE, Georges, (1882-1963) escultor y pintor cubista francés.
[11]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Nota sobre el arte americano. Las Moradas, Lima,
Vol. III, No 7-8, enero-julio 1949. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd.,
F.C.E., Lima, 1996, p.254.
[12]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996, p.256.
[13]
Salvador Dalí (1904-1989) artista plástico catalán, que practicó el surrealismo
pictórico, aun cuando se distancio tempránamente del grupo dirigido por André
Breton, debido a motivos ideológicos.
[14]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Sobre surrealismo y César Moro entre los surrealistas.
Ponencia del Coloquio. Avatares del Surrealismo en el Perú y la América Latina,
Lima 3, 4 y 5 de julio 1990. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E.,
Lima, 1996, p.211.
[15]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. La teoría del arte moderno. Las Moradas, Vol. I,
No3, diciembre 1947-enero 1948. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E.
Lima, 1996, p. 231.
[16]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. La teoría del arte moderno. Las Moradas, Lima, Vol.
I, No 3, diciembre 1947-enero 1948. En WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd.,
F.C.E., Lima, 1996, p.236.
[17]
Revisar el papel de la vanguardia y sus recursos tecnológicos, así como las
implicancias ideológicas de estos. Cf. BENJAMIN, Walter. La obra de arte en la
era de su reproductibilidad técnica. En: BENJAMIN, Walter, Discursos
Interrumpidos, Taurus, Madrid, 1982, pp.20-23.
[18]
BRETON, André. Primer Manifiesto del Surrealismo, Paris, 1924. En: BRETON,
André. Manifiestos del Surrealismo, Visor Libros, Madrid, 2002, Trad. Andrés
Bosch, p. 34.
[19]
PAALEN, Wolfgang, En: View, New York, No 8-9, octubre-noviembre 1939. Citado
por Westphalen E.A. en: La teoría del arte moderno. Las Moradas, Lima, Vol. I,
No 3, diciembre 1947-enero 1948. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E.,
Lima, 1996, p.234.
[20]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. La tradición, los museos y el arte moderno. Las
Moradas, Lima, Vol. II, No 5, julio 1948. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd.,
F.C.E., Lima, 1996, p. 244.
[21]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. La tradición, los museos y el arte moderno. Las
Moradas, Lima, Vol. II, No 5, julio 1948. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd.,
F.C.E., Lima, 1996, p. 250.
[22]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Quién habla de quemar a Kafka. Las Moradas, Lima,
Vol. I, No 1, mayo 1947. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima,
1996, pp. 367-368.
[23]
Estamos aquí ante una desacralización de los discursos fundamentales, propia de
la modernidad, un paso de la metafísica teológica, a una ideología confrontada
con los avances de la ciencia. Cf. KANT, Inmanuel, Crítica de la razón pura,
Alfaguara, Madrid, 1988, p. 643.
[24]
KAFKA, Franz. Obras completas. Novelas-Cuentos-Relatos. Edición al cuidado de
Alberto J. R. Laurent, Edicomunicacion, s.a., Barcelona, 2003, Tomo I, pp.
9-13.
[25]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Quién habla de quemar a Kafka. Las Moradas, Vol. I,
No 1, mayo 1947. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996, pp.
368-369.
[26]
KAFKA, Franz. El Castillo (Der Schloss, 1922) 1era edición, Munich, 1926. En:
KAFKA, Franz, Obras completas. Novelas-Cuentos-Relatos. Edición al cuidado de
Alberto J. R. Laurent, Edicomunicaciones, s.a., Barcelona, 2003, Tomo 3.
[27]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Quién habla de quemar a Kafka. Las Moradas, Vol. I,
No 1, mayo 1947. En WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996, p.
374.
[28]
MARX; Karl. Tesis sobre Feuerbach (1845) Apéndice de ENGELS, Friedrich:
Ludwig Feuerbach
y el fin de la filosofía clásica alemana, 1888. En: MARX, K.-ENGELS, F. Obras
escogidas, traducción al español, Editorial Progreso, Moscú, 1973, p. 9, tesis
No 8.
[29]
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Quién habla de quemar a Kafka. Las Moradas, Vol. I,
No 1, Lima, mayo 1947. En: WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima,
1996, p. 375.
[30]
Recordar la importancia que para el surrealismo tiene el discurso estético de
la filosofía hegeliana. Cf.
HEGEL, Georg Friedrich Wilhelm. Estética, RBA
Coleccionables, s.a, Barcelona, 2002, Vol. I., p. 70.
[31] ARENDT, Hannah: Franz Kafka. “A
Revaluation”, Partisan Review, New York, Fall, 1944. En:
WESTPHALEN, Emilio Adolfo. Quién habla de quemar a Kafka. Las Moradas, Vol. I,
No 1, Lima, mayo 1947. En WESTPHALEN, Emilio Adolfo, Ibíd., F.C.E., Lima, 1996,
p. 379.
[32]
MARTOS, Marco: Emilio Adolfo Westphalen. Poesía completa y ensayos escogidos.
P.U.C.P., Lima, 2004, pp. 697-699.
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