Luis Rodríguez
“Ir
más allá de lo permitido por lo fluidos que recorren el cuerpo”
(Héroes del
Silencio)
Los Eyzaguirre pertenecen a ese conjunto
de familias ilustrísimas de la historia chilena, muchos de sus miembros
ejercieron cargos importantes en los principios de la república durante el
siglo XIX, José Eyzaguirre como afirma Bowen es considerado oficialmente como
un “Padre de la patria chilena”. La narración historiográfica sitúa a los
Eyzaguirre en una posición privilegiada; no solo el discurso académico lo dice,
la misma infraestructura del país lo predispone así, un monumento a Domingo
Eyzaguirre nos dice algo de la posición de esta familia en la historia y en la
memoria. En setiembre del año pasado un libro sobre uno de estos personajes
entró en escena en el medio académico peruano ¿Por qué?.
A estas alturas parecería innecesario
escribir una reseña al texto de Bowen después de haber leído el buen resumen que hace del libro Magally
Alegre Henderson[1],
pero es justamente por ello que se hace necesaria una reseña que busque ser
crítica, esperamos en este escrito mostrar brevemente los aportes del libro de
Martín Bowen a lo largo de sus páginas, pero a su vez comprender porque una
investigación como la que él propone causó cierta atención (por lo menos para
el núcleo de interesados inmediatos), ¿por qué la historiografía local celebra
con tanto júbilo el estudio de un personaje desconocido para el Perú?.
En principio, el libro de Bowen no trata de
insertarse como un aporte a la historia cultural de la confesión, del pecado,
y/o similares, esta idea el mismo autor la subraya, ya que a su criterio el
espacio temporal que trata es un tiempo en el cual el cristianismo ha penetrado
profundamente la consciencia de las almas, es decir la confesión es asimilada
como una herramienta obligatoria de la vida social; el autor tratará de entender
otros asuntos que de esta premisa se desprenden, por ejemplo las
contradicciones, dudas que se expresan a partir de la necesidad de confesarse y
por supuesto la relación entre la escritura y la producción de subjetividades.
El libro tiene una riqueza bibliográfica
sostenida a través de las citas de Aries, Gruzinski, Delumeau, entre otros, sin
embargo los temas culturales son tocados al inicio muy sutilmente por el autor;
el hilo conductor de la argumentación en la primera parte no se centra mucho en
estos asuntos; más bien estamos ante un tipo de historia genealógica. La
primera preocupación de Martín Bowen no es tanto la consideración de la
confesión en el Chile decimonónico, ni que decir de los pecados; en primera
instancia la pregunta eje es ¿Quién es autor de la confesión general…?. Es más una pregunta de autoría, de patente.
Quizás la naturaleza de la pregunta se deba a la naturaleza de la
investigación, vale decir realizada por casualidad, por el azar del que el
autor habla en las primeras páginas. La historia del libro no nace en
reflexiones ni en intenciones investigativas, nacen en el vacío de la
intencionalidad. “El azar originario que
me hizo dar con el manuscrito no ha dejado de orientar mi aproximación al
documento” (14). Sin embargo, como el autor adelanta, la casualidad, la
fortuna de encontrar un documento que contenga en sí mismo una riqueza histórica
también puede ser motivo de pasiones académicas. El mismo Alberto Flores
Galindo decía que el azar ocupaba un lugar en cualquiera investigación, ya que
una referencia inesperada puede modificar la estructura de un trabajo, plantear
una hipótesis diferente o abrir una nueva pregunta[2].
José Ignacio Eyzaguirre nació en 1779. El
libro no se centra en la figura madura y política de los inicios de la
república, sino más bien a partir del documento trata de entenderse la
consideración de ciertos comportamientos sexuales del personaje durante su
infancia, juventud, que serían escritos entre 1799 y 1804 en un diario que
serviría como material que ayudará en la memoria de su autor para que lo auxilie
durante la confesión. No es un diario íntimo, aquel que retrata la vida de una
persona a partir del yo, por lo menos Bowen no lo considera así, es más bien un
utensilio escrito para la confesión. Más adelante en la disertación nos
explicará porque llegó a esas conclusiones.
Es necesario mencionar que el documento
cuando fue encontrado por el autor había sido clasificado como Diario de Miguel de Eyzaguirre; es
Martín Bowen que a partir de ideas lógicas y de evidentes inconsistencias
temporales y situaciones imposibles nos dice que la probabilidad de la autoría recae más en José Ignacio que en su
hermano Domingo, por la sencilla razón de la edad. El libro, posteriormente,
una vez que descubre al verdadero autor, se enreda en la naturaleza misma del
texto, el discurso ahora nos envuelve en la afanosa necesidad de conocer qué
tipo de fuente es la que el autor usa. ¿Un diario o un confesionario? , ¿Cuál
es su naturaleza, utilidad?, ¿Con que fin se escribió?. Las preguntas
heurísticas planteadas tratan de tipologizar el manuscrito encontrado, de esta
forma mientras se intenta responder las dos preguntas esbozadas vemos como el
castigo, el pecado, la confesión, entre otros elementos desfilan en la
argumentación y justificación académica.
Debemos aclarar que cuando usamos diario íntimo lo hacemos por la
comodidad de las palabras, el mismo autor aclara en las páginas que no debería
considerarse así, es un conjunto de notas sobre un tema en particular: los
pecados cometidos por Eyzaguirre en su juventud (en la época de la fealdad de la niñez), y que tenían como
función ayudar a su memoria. Estas notas están fechadas, la más temprana
corresponde al 26 de agosto de 1799 y van de manera cronológica hasta 1804. ¿Cómo
Eyzaguirre escribió este diario?,
subrayamos la idea que estas anotaciones eran un objeto confesional sobre
recuerdos del pasado juvenil del personaje, sobre pecados no declarados en su
momento, es decir, las fechas que señalamos y las que están relacionadas a cada
anotación no corresponden al momento de la falta, sino al instante en que el
personaje se acordó, no es un texto unitario ni acabado, como dice el autor, el
escrito se determinó por la operación cognitiva de su autor (27). En suma no
hay una relación lineal. Entonces ¿qué tipo de fuente es?, para remitirnos a
Bowen diremos que este manuscrito es el encuentro entre una autobiografía
controlada a partir de la obligación teológica de la confesión, pero un determinado tipo de autobiografía, como
dijimos anteriormente, una “pecaminosa”.
El manuscrito, el diario íntimo, contiene algunos elementos
esenciales, por ejemplo retratan los “pecados” cometidos en una época
determinada, fines del siglo XVIII, pero esto conlleva a considerar ¿Qué era
considerado pecado y que no?, ¿Qué pecados eran más graves?, el título del
libro y la sugerencia de las páginas del estudio introductorio llevan a una
sola respuesta: los pecados de la carne; aquellos que se relacionan con el sexo
y la sexualidad. Describir esos pecados, ser detallados era importante porque
ayudaba a conocer la magnitud de la falta y las posibles medidas correctivas.
El citado Alan Corbin en L´harmonie des plaisirs… ya hablaba de
como este tipo de géneros narrativos eran considerados también como una
“autobiografía sexual”. Martín Bowen en este punto se apoya en las referencias
historiográficas francesas, de la Escuela de la que él proviene, para situar su
argumentación, no son pocas las referencias a Delumeau, Corbin, Artiéres, sobre
los manuales del confesor, y las disposiciones y reglas que se habían elaborado
para Europa. Esta revisión es importante
porque a partir de esta tradición historiográfica se teje su hipótesis, en este
caso aplicativa, la cual podría tratarse de la siguiente forma: la redacción de
los pecados en un manuscrito a manera de diario
no eran disimiles a una confesión oral, ya que seguía los mismos
procedimientos de acuerdo a los manuales reproducidos y repartidos por los curas
(importante es el Manual de Paolo
Segneri, el más difundido en Chile), de esta forma la aparición de estos manuscritos son la adaptación al escrito
de un discurso oral íntimo (30). Eso sería el texto de Eyzaguirre, un conjunto
de anotaciones que tenían como base confesar pecados que en su momento no los
pronunció. Es una confesión escrita, tal y como lo hubiera sido dentro de una
iglesia, o al frente de un sacerdote; confesiones incompletas realizadas años atrás
que tenían como fin juntarse para redimirse en una confesión definitiva (33).
Una vez llegado a este punto conviene al
autor profundizar en los contenidos y brindar aproximaciones, quizás la más
importante sea el estudio del pecado. El pecado confesado para Eyzaguirre, los que podemos leer, son ante todo pecados
contextualizados, es decir son detallados, indican las calidades de las personas
con que se cometieron las faltas, porque a partir de esa particularidad se puede
conocer la gravedad y posterior sanción, por ejemplo no es lo mismo tener
contacto sexual con una persona entregada a la castidad, a una casada o una
menor: ¿sacrilegio, adulterio o estupro?. Estos son los pecados que mudan especies. Por otro lado, está
presente la incesante necesidad de conocer cuantas veces se realizaron un determinado
tipo de pecado (La aritmética de la falta), contar las faltas está presente en
la confesión de Eyzaguirre a través de cifras o mediciones de tiempo
aproximadas (43). También la mención a los testigos era necesaria en la
producción escrita de Eyzaguirre, esto se debía en parte porque poner en riesgo
la salvación propia implicaba muchas veces poner en peligro a los demás (52).
Saber los números de testigos, indicarlos, identificarlos era importante para
determinar la gravedad de los pecados en función de los afectados. Así, podemos
encontrar testigos visuales, auditivos; ver, escuchar, sentir, ser parte del
acto pecaminoso era motivo para buscar ayuda espiritual. Así, muchas veces
Eyzaguirre confiesa haber sido parte de actos sexuales que solo escuchó desde
la calle. A veces por ello el pecado es también un asunto público, no se sujeta
solo a la conciencia individual sino que atañe irremediablemente un espacio
visual y auditivo a la que muchos otros tienen acceso, es por ello que el escándalo es el contagio del pecado, es
la publicidad de la falta, es el devenir de la decadencia moral de los otros.
Importante son las menciones a los
espacios de sociabilidad, es bueno el
libro cuando se estudia a los personajes en el Seminario de Santiago, el
estudio de los jóvenes varones y sus relaciones entre ellos (que son
mencionados en el manuscrito) nos hablan de los comportamientos y deseos
sexuales de un tipo de individuo determinado por la edad, la clase y el género.
Hay una población definida a la que se puede estudiar y entender a partir de
prácticas como “medirse los miembros”, entre otras, emulando los estudios de
Anne-Marie Sohn para Francia, elementos que ayudaban a formar la identidad
masculina del país galo. En el caso del libro de Bowen estamos ante un tipo de
formación de sociabilidad masculina en los centros educacionales, de esta forma
los pecados de la carne que menciona Eyzaguirre se relacionan directamente en
esta etapa experimental a través de las faltas relacionadas al pene, medírselo,
tocárselo, tocar el miembro a otros varones, o dejarse que le toquen los
genitales son constantes en sus anotaciones (71).
El libro hace hincapié en lo que adelantábamos,
que el texto si bien es cierto presenta circunstancias y acciones cuyo motivo
de registrarlas se debe a la interiorización del dogma cristiano, es también a
partir de esta lectura donde podemos ensayar preguntas interesantes en torno a
cómo las personas responden a la exigencia de la confesión. Eyzaguirre no solo
anota lo que él cree debe ser confesado, sino que plantea dudas, podemos
encontrar contradicciones, miedos y vacilaciones ¿tal hecho es pecado o no?. Es
decir, el libro no ayuda a entender los grandes debates sobre la doctrina teológica
del momento, el autor tampoco desea plantear algo similar, por el contrario a través
del diario de Eyzaguirre podemos
observar como el sujeto confesor realiza un detallado análisis de sí mismo a
través de las acciones que él cometió y cómo ello podría significar las
respuestas a las exigencias del discurso confesional, son en todo caso
resistencias, pequeñas vacilaciones que no cuestionan el dogma de la fe, solo
lo problematizan a través de la experiencia individual (66).
Por último, el libro plantea un tema
fundamental que aunque no lo desarrolla, nos deja ese mensaje, como aviso,
recomendación al decirnos que fuentes como estás sirven para introducirnos en
problemas esenciales relacionados al conocimiento y el cuerpo. Eyzaguirre a
través de su manuscrito ha registrado actos considerados por él como “pecados”,
pero los motivos de sus acciones se deben no a su necesidad de pecar, sino a su
naturaleza de deseo, de experimentar, conocer su propio cuerpo, es por ello que
se registran masturbaciones, observaciones, tocamientos; estamos pues ante un
tipo de historia que podría ensayar hipótesis interesantes sobre la
construcción de un saber sobre el cuerpo, del propio, el ajeno y el vivido
(81).
Quizás la atención que ha recibido este libro
por parte del medio académico peruano se debe en parte al conservadurismo del
historiador peruano. Lamentablemente, hay que decirlo, los historiadores
peruanos nos hemos preocupado poco por el sexo. Esto ya lo había dicho Pablo
Macera hace varias décadas, cuando ensayó algunas líneas de investigación en
torno a la prostitución, la maternidad, las enfermedades venéreas, la
mortalidad infantil (abortos)[3],
etc.. Sin embargo hace falta estudios
que traten de entender las identidades sexuales vinculadas directamente con las
prácticas corporales[4],
la masturbación[5],
el orgasmo[6],
los deseos sexuales y carnales[7],
los espacios destinados al sexo[8],
los genitales[9];
estudiar a los fisgones, la zoofilia, necrofilia, la pedofilia, todo aquello
que Foucault llamó “sexualidades periféricas”[10].
Por supuesto, los mismos órganos genitales tampoco han llamado la atención en
nuestra tradicional y conservadora historiografía peruana, ya que el
conservadurismo no solo se encuentra en las políticas del Estado, sino también
en los discursos académicos. Es por ello que aun ahora no tenemos una historia
de la sexualidad u “homosexualidad” (palabra anacrónica) en nuestro país. No,
no tenemos algo parecido a Raro. Una
historia gay de Chile de Oscar Contardo.
El libro de Bowen tiene éxito en un país
como el nuestro porque trata temas que generalmente el discurso histórico peruano
olvida, no solo nos referimos a la historia cultural de la confesión y el
pecado, sino a sus mismos contenidos, las connotaciones sexuales, las circunstancias,
escenas y actos, las palabras, todo aquello que se encuentra en el manuscrito
original de Eyzaguirre y es tratado por el autor. Nuestra historiografía aún no
conoce el componente esencial de las personas: el sexo, los genitales, los
deseos; por ello un libro que introduzca problemas de este tipo se ven
fabulosos. Pero no solo por la innovación temática (innovación para nuestro
contexto claro está), sino también por el descubrimiento heurístico. Cuando se
realizó la presentación del libro en el Instituto Francés de Estudios Andinos,
los comentaristas tanto Javier Flores Espinoza como Magally Alegre Henderson
hicieron hincapié constantemente en la envidia
heurística que deberíamos tener pues nuestro país no tiene un documento
similar. El diario íntimo, el libro de anotaciones de Eyzaguirre sería un
documento rico para el tratamiento que hizo Bowen que no tendría símiles en
nuestro país, quizás esta sea la justificación para que este tipo de historias
no se allá hecho, justificación de por sí pobre porque sabemos que la fuente no
determina una investigación, sino es más bien el planteamiento del problema los
que condicionan la búsqueda de fuentes, los vacíos de un tipo de documento
abren la posibilidad de estudiar otros; sin embargo este no es el caso.
La sexualidad, los deseos
sexuales/carnales, el desenfado, los cuestionamientos y el erotismo presentes en
las páginas del diario de Eyzaguirre también se pueden encontrar en personajes
virreinales de Lima. Ángela de Carranza, una beata agustina del siglo XVII
presente características aún más barrocas, grotescas y cuestionadoras; la
lujuria, la gula y el pecado están presentes en su cuerpo y discurso
constantemente[11]
(y también la producción escrita). Es aún más sorprendente porque esta mujer
apareció y desarrollo su actividad mística en plena época del barroco, durante
los gobiernos de virreyes muy cristianos como el Conde de Lemos, el Conde de
Monclova, el mismo Arzobispo Liñan y Cisneros es de esta época, y ni que decir
de la Inquisición que durante el tiempo de Francisco Valera aún seguía teniendo
poder y preeminencia. Eyzaguirre muestra su experiencia a finales del siglo
XVIII e inicios del XIX, en épocas donde el surgimiento de la subjetividad de
un tipo de individuo burgués desinhibido estaba apareciendo. Un tiempo donde la
aparición de una cultura burguesa aparecía como limitadora de pasiones, sin
embargo como anotó Peter Gay aún en esta estrechez de ideales aparece un estilo
burgués; un conjunto de personas que
van definiendo su sensualidad, y cuya máxima expresión son los diarios de Mabel
Loomis Todd[12].
Basándonos sólo en el caso de la beata
agustina, el complejo de castración no debería ser el impedimento para tratar
temas muy similares ¿es el único recurso?, ¿no hay otros casos? Por supuesto
que sí, el problema no son los documentos, es el conservadurismo académico, los
planteamientos de problemas. Entender los personajes históricos a partir de su
sexualidad, y reconocer la dimensión subjetiva de los individuos en función de
sus necesidades, placeres, deseos, motivaciones carnales, etc supondrían por
extensión conocer al individuo en su total dimensión, tal vez para darle razón
a Pablo Macera, deberíamos preocuparnos un poco más en el sexo.
Creemos que es injusto decir que estos
temas han sido olvidados de manera absoluta por nuestro discurso académico, sin
embargo no es desde la Historia donde trata de entenderse la sexualidad,
sino fue un sociólogo que en los últimos años ha intentado comprender estos
temas. Explicar la aparición de los hoteles en Lima como espacios de encuentros
sexuales, los bailes como un lenguaje corporal del sexo, los anuncios
publicitarios relacionados a la prostitución, todos estos elementos son
prácticas cotidianas y constantes de nuestra vida social, el hecho de no
tomarse el tiempo de pensarlas seriamente no significa que no sean importantes.
Pedro Pablo Ccopa no solo ha estudiado estos elementos como una especie de
historia reciente, sino también ha intentado explicar los genitales femeninos y
masculinos a partir de construcciones sociales[13].
Ccopa, sin embargo no es historiador, y el análisis diacrónico, contextual a
veces se pierde dentro del conjunto de proposiciones que se brindan, es un buen
inicio para estudios que traten de ver el sexo como un campo de análisis serio,
y no solo como un tabú.
[1] La reseña fue publicada en la
revista Histórica, Vol. XXXVII.2,
2014, pp. 153-156, en http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/historica/article/viewFile/10993/11505
[2] Alberto FLORES GALINDO, “El
historiador y los archivos en el Perú” en Obras
completas. T. VI. Lima: SUR. Casa de Estudios del Socialismo, 2007, p. 140.
[3] Pablo MACERA, “Sexo y coloniaje”
en Trabajos de Historia. T. III.
Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1977.
[4] Puede verse el estudio de la
construcción de las identidades sexuales, el género y los líquidos corporales
como la sangre, el esperma, la leche en Thomas LAQUEUR. La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta
Freud. Madrid: Cátedra/ Universitat de Valencia/ Instituto de la Mujer, 1994.
[5] Thomas LAQUEUR. Sexo solitario. Una historia cultural de la
masturbación. México: Fondo de Cultura Económica, 2007.
[6] Robert MUCHEMBLED. El orgasmo y Occidente. Una historia del
placer desde el siglo XVI a nuestros días. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2008.
[7] El libro comentado por Bowen
sobre las prácticas sexuales realizadas por los jóvenes en los colegios es una
valiosa investigación que ayuda a entender mejor estos proceso, véase el libro
de Anne-Marie SOHN, Sois un homme!. La
construction de la masculinité au XIXe siécle. Paris: Le Seuil.
[8] Se puede ver algunos ápices al
estudio de las camas como espacios para el sexo y la sexualidad en el libro de
Michelle PERROT, Historia de las alcobas.
México: Fondo de Cultura Económica/ Siruela, 2011. Véase por ejemplo las
secciones: “Las habitaciones cerradas del sexo” y “Cortesanas y mantenidas”,
pp. 158-163 y otros.
[9] Jean Luc HENNIG, Breve historia del culo. Barcelona:
Principal de los libros, 2010.
[10] Michel FOUCAULT, Historia de la sexualidad. La voluntad del
saber. Vol. 1. México: Siglo XXI, 2000, p. 41.
[11] María Emma MANNARELLI es la historiadora especialista en el estudio de este personaje, véase sus trabajos “Fragmentos para una historia posible: escritura/crítica/cuerpo de una beata del siglo XVII” en Moisés LEMJI y Luis MILLONES (Eds.), Historia, memoria y ficción. Lima: Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos/ Siklos. (1996) y Hechiceras, beatas y expósitas. Mujeres y poder inquisitorial en Lima. Lima: Fondo Editorial del Congreso (1998); recientemente ha publicado “Escritura y personaje: Ángela de Dios, Lima, siglo XVII” en Diacrónica. Revista de Investigaciones del Centro de Estudiantes de Historia, N° 2, 2014, pp. 7-16.
Agradezco
su confianza que me permitió leer el manuscrito del proceso de Ángela de
Carranza, así como haberme permitido participar en el grupo de estudiantes que
trataba de entender peculiar personaje. También debo reconocer que la
realización de esta reseña se debió un poco a sus sugerencias.
[12] Peter GAY, La educación de los sentidos. La experiencia burguesa de Victoria a
Freud. T. I. México: Fondo de Cultura Económica, 1992.
[13] Véase sobre todo su último
libro, Pedro Pablo CCOPA, Amor y sexo en
la ciudad. Imágenes mundanas. Lima: Colegio de Sociólogos del Perú, 2011.
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