domingo, 29 de marzo de 2015

Reseña a Experimentar el cuerpo y escribir los pecados. La confesión general de José Ignacio Eyzaguirre (1799-1804) de Martín Bowen



Luis Rodríguez

“Ir más allá de lo permitido por lo fluidos que recorren el cuerpo”
(Héroes del Silencio)

Los Eyzaguirre pertenecen a ese conjunto de familias ilustrísimas de la historia chilena, muchos de sus miembros ejercieron cargos importantes en los principios de la república durante el siglo XIX, José Eyzaguirre como afirma Bowen es considerado oficialmente como un “Padre de la patria chilena”. La narración historiográfica sitúa a los Eyzaguirre en una posición privilegiada; no solo el discurso académico lo dice, la misma infraestructura del país lo predispone así, un monumento a Domingo Eyzaguirre nos dice algo de la posición de esta familia en la historia y en la memoria. En setiembre del año pasado un libro sobre uno de estos personajes entró en escena en el medio académico peruano ¿Por qué?.

A estas alturas parecería innecesario escribir una reseña al texto de Bowen después de haber leído el buen resumen que hace del libro Magally Alegre Henderson[1], pero es justamente por ello que se hace necesaria una reseña que busque ser crítica, esperamos en este escrito mostrar brevemente los aportes del libro de Martín Bowen a lo largo de sus páginas, pero a su vez comprender porque una investigación como la que él propone causó cierta atención (por lo menos para el núcleo de interesados inmediatos), ¿por qué la historiografía local celebra con tanto júbilo el estudio de un personaje desconocido para el Perú?.

En principio, el libro de Bowen no trata de insertarse como un aporte a la historia cultural de la confesión, del pecado, y/o similares, esta idea el mismo autor la subraya, ya que a su criterio el espacio temporal que trata es un tiempo en el cual el cristianismo ha penetrado profundamente la consciencia de las almas, es decir la confesión es asimilada como una herramienta obligatoria de la vida social; el autor tratará de entender otros asuntos que de esta premisa se desprenden, por ejemplo las contradicciones, dudas que se expresan a partir de la necesidad de confesarse y por supuesto la relación entre la escritura y la producción de subjetividades.

El libro tiene una riqueza bibliográfica sostenida a través de las citas de Aries, Gruzinski, Delumeau, entre otros, sin embargo los temas culturales son tocados al inicio muy sutilmente por el autor; el hilo conductor de la argumentación en la primera parte no se centra mucho en estos asuntos; más bien estamos ante un tipo de historia genealógica. La primera preocupación de Martín Bowen no es tanto la consideración de la confesión en el Chile decimonónico, ni que decir de los pecados; en primera instancia la pregunta eje es ¿Quién es autor de la confesión general…?. Es más una pregunta de autoría, de patente. Quizás la naturaleza de la pregunta se deba a la naturaleza de la investigación, vale decir realizada por casualidad, por el azar del que el autor habla en las primeras páginas. La historia del libro no nace en reflexiones ni en intenciones investigativas, nacen en el vacío de la intencionalidad. “El azar originario que me hizo dar con el manuscrito no ha dejado de orientar mi aproximación al documento” (14). Sin embargo, como el autor adelanta, la casualidad, la fortuna de encontrar un documento que contenga en sí mismo una riqueza histórica también puede ser motivo de pasiones académicas. El mismo Alberto Flores Galindo decía que el azar ocupaba un lugar en cualquiera investigación, ya que una referencia inesperada puede modificar la estructura de un trabajo, plantear una hipótesis diferente o abrir una nueva pregunta[2].

José Ignacio Eyzaguirre nació en 1779. El libro no se centra en la figura madura y política de los inicios de la república, sino más bien a partir del documento trata de entenderse la consideración de ciertos comportamientos sexuales del personaje durante su infancia, juventud, que serían escritos entre 1799 y 1804 en un diario que serviría como material que ayudará en la memoria de su autor para que lo auxilie durante la confesión. No es un diario íntimo, aquel que retrata la vida de una persona a partir del yo, por lo menos Bowen no lo considera así, es más bien un utensilio escrito para la confesión. Más adelante en la disertación nos explicará porque llegó a esas conclusiones.

Es necesario mencionar que el documento cuando fue encontrado por el autor había sido clasificado como Diario de Miguel de Eyzaguirre; es Martín Bowen que a partir de ideas lógicas y de evidentes inconsistencias temporales y situaciones imposibles nos dice que la probabilidad de la autoría recae más en José Ignacio que en su hermano Domingo, por la sencilla razón de la edad. El libro, posteriormente, una vez que descubre al verdadero autor, se enreda en la naturaleza misma del texto, el discurso ahora nos envuelve en la afanosa necesidad de conocer qué tipo de fuente es la que el autor usa. ¿Un diario o un confesionario? , ¿Cuál es su naturaleza, utilidad?, ¿Con que fin se escribió?. Las preguntas heurísticas planteadas tratan de tipologizar el manuscrito encontrado, de esta forma mientras se intenta responder las dos preguntas esbozadas vemos como el castigo, el pecado, la confesión, entre otros elementos desfilan en la argumentación y justificación académica.

Debemos aclarar que cuando usamos diario íntimo lo hacemos por la comodidad de las palabras, el mismo autor aclara en las páginas que no debería considerarse así, es un conjunto de notas sobre un tema en particular: los pecados cometidos por Eyzaguirre en su juventud (en la época de la fealdad de la niñez), y que tenían como función ayudar a su memoria. Estas notas están fechadas, la más temprana corresponde al 26 de agosto de 1799 y van de manera cronológica hasta 1804. ¿Cómo Eyzaguirre escribió este diario?, subrayamos la idea que estas anotaciones eran un objeto confesional sobre recuerdos del pasado juvenil del personaje, sobre pecados no declarados en su momento, es decir, las fechas que señalamos y las que están relacionadas a cada anotación no corresponden al momento de la falta, sino al instante en que el personaje se acordó, no es un texto unitario ni acabado, como dice el autor, el escrito se determinó por la operación cognitiva de su autor (27). En suma no hay una relación lineal. Entonces ¿qué tipo de fuente es?, para remitirnos a Bowen diremos que este manuscrito es el encuentro entre una autobiografía controlada a partir de la obligación teológica de la confesión, pero un determinado tipo de autobiografía, como dijimos anteriormente, una “pecaminosa”.

El manuscrito, el diario íntimo, contiene algunos elementos esenciales, por ejemplo retratan los “pecados” cometidos en una época determinada, fines del siglo XVIII, pero esto conlleva a considerar ¿Qué era considerado pecado y que no?, ¿Qué pecados eran más graves?, el título del libro y la sugerencia de las páginas del estudio introductorio llevan a una sola respuesta: los pecados de la carne; aquellos que se relacionan con el sexo y la sexualidad. Describir esos pecados, ser detallados era importante porque ayudaba a conocer la magnitud de la falta y las posibles medidas correctivas.

El citado Alan Corbin en L´harmonie des plaisirs… ya hablaba de como este tipo de géneros narrativos eran considerados también como una “autobiografía sexual”. Martín Bowen en este punto se apoya en las referencias historiográficas francesas, de la Escuela de la que él proviene, para situar su argumentación, no son pocas las referencias a Delumeau, Corbin, Artiéres, sobre los manuales del confesor, y las disposiciones y reglas que se habían elaborado para Europa. Esta revisión  es importante porque a partir de esta tradición historiográfica se teje su hipótesis, en este caso aplicativa, la cual podría tratarse de la siguiente forma: la redacción de los pecados en un manuscrito a manera de diario no eran disimiles a una confesión oral, ya que seguía los mismos procedimientos de acuerdo a los manuales reproducidos y repartidos por los curas (importante es el Manual de Paolo Segneri, el más difundido en Chile), de esta forma la aparición de estos manuscritos son la adaptación al escrito de un discurso oral íntimo (30). Eso sería el texto de Eyzaguirre, un conjunto de anotaciones que tenían como base confesar pecados que en su momento no los pronunció. Es una confesión escrita, tal y como lo hubiera sido dentro de una iglesia, o al frente de un sacerdote; confesiones incompletas realizadas años atrás que tenían como fin juntarse para redimirse en una confesión definitiva (33).

Una vez llegado a este punto conviene al autor profundizar en los contenidos y brindar aproximaciones, quizás la más importante sea el estudio del pecado. El pecado confesado para Eyzaguirre, los que podemos leer, son ante todo pecados contextualizados, es decir son detallados, indican las calidades de las personas con que se cometieron las faltas, porque a partir de esa particularidad se puede conocer la gravedad y posterior sanción, por ejemplo no es lo mismo tener contacto sexual con una persona entregada a la castidad, a una casada o una menor: ¿sacrilegio, adulterio o estupro?. Estos son los pecados que mudan especies. Por otro lado, está presente la incesante necesidad de conocer cuantas veces se realizaron un determinado tipo de pecado (La aritmética de la falta), contar las faltas está presente en la confesión de Eyzaguirre a través de cifras o mediciones de tiempo aproximadas (43). También la mención a los testigos era necesaria en la producción escrita de Eyzaguirre, esto se debía en parte porque poner en riesgo la salvación propia implicaba muchas veces poner en peligro a los demás (52). Saber los números de testigos, indicarlos, identificarlos era importante para determinar la gravedad de los pecados en función de los afectados. Así, podemos encontrar testigos visuales, auditivos; ver, escuchar, sentir, ser parte del acto pecaminoso era motivo para buscar ayuda espiritual. Así, muchas veces Eyzaguirre confiesa haber sido parte de actos sexuales que solo escuchó desde la calle. A veces por ello el pecado es también un asunto público, no se sujeta solo a la conciencia individual sino que atañe irremediablemente un espacio visual y auditivo a la que muchos otros tienen acceso, es por ello que el escándalo es el contagio del pecado, es la publicidad de la falta, es el devenir de la decadencia moral de los otros.

Importante son las menciones a los espacios de sociabilidad, es bueno el libro cuando se estudia a los personajes en el Seminario de Santiago, el estudio de los jóvenes varones y sus relaciones entre ellos (que son mencionados en el manuscrito) nos hablan de los comportamientos y deseos sexuales de un tipo de individuo determinado por la edad, la clase y el género. Hay una población definida a la que se puede estudiar y entender a partir de prácticas como “medirse los miembros”, entre otras, emulando los estudios de Anne-Marie Sohn para Francia, elementos que ayudaban a formar la identidad masculina del país galo. En el caso del libro de Bowen estamos ante un tipo de formación de sociabilidad masculina en los centros educacionales, de esta forma los pecados de la carne que menciona Eyzaguirre se relacionan directamente en esta etapa experimental a través de las faltas relacionadas al pene, medírselo, tocárselo, tocar el miembro a otros varones, o dejarse que le toquen los genitales son constantes en sus anotaciones (71).

El libro hace hincapié en lo que adelantábamos, que el texto si bien es cierto presenta circunstancias y acciones cuyo motivo de registrarlas se debe a la interiorización del dogma cristiano, es también a partir de esta lectura donde podemos ensayar preguntas interesantes en torno a cómo las personas responden a la exigencia de la confesión. Eyzaguirre no solo anota lo que él cree debe ser confesado, sino que plantea dudas, podemos encontrar contradicciones, miedos y vacilaciones ¿tal hecho es pecado o no?. Es decir, el libro no ayuda a entender los grandes debates sobre la doctrina teológica del momento, el autor tampoco desea plantear algo similar, por el contrario a través del diario de Eyzaguirre podemos observar como el sujeto confesor realiza un detallado análisis de sí mismo a través de las acciones que él cometió y cómo ello podría significar las respuestas a las exigencias del discurso confesional, son en todo caso resistencias, pequeñas vacilaciones que no cuestionan el dogma de la fe, solo lo problematizan a  través  de la experiencia individual (66).

Por último, el libro plantea un tema fundamental que aunque no lo desarrolla, nos deja ese mensaje, como aviso, recomendación al decirnos que fuentes como estás sirven para introducirnos en problemas esenciales relacionados al conocimiento y el cuerpo. Eyzaguirre a través de su manuscrito ha registrado actos considerados por él como “pecados”, pero los motivos de sus acciones se deben no a su necesidad de pecar, sino a su naturaleza de deseo, de experimentar, conocer su propio cuerpo, es por ello que se registran masturbaciones, observaciones, tocamientos; estamos pues ante un tipo de historia que podría ensayar hipótesis interesantes sobre la construcción de un saber sobre el cuerpo, del propio, el ajeno y el vivido (81).

Quizás la atención que ha recibido este libro por parte del medio académico peruano se debe en parte al conservadurismo del historiador peruano. Lamentablemente, hay que decirlo, los historiadores peruanos nos hemos preocupado poco por el sexo. Esto ya lo había dicho Pablo Macera hace varias décadas, cuando ensayó algunas líneas de investigación en torno a la prostitución, la maternidad, las enfermedades venéreas, la mortalidad infantil (abortos)[3], etc.. Sin embargo hace falta estudios que traten de entender las identidades sexuales vinculadas directamente con las prácticas corporales[4], la masturbación[5], el orgasmo[6], los deseos sexuales y carnales[7], los espacios destinados al sexo[8], los genitales[9]; estudiar a los fisgones, la zoofilia, necrofilia, la pedofilia, todo aquello que Foucault llamó “sexualidades periféricas”[10]. Por supuesto, los mismos órganos genitales tampoco han llamado la atención en nuestra tradicional y conservadora historiografía peruana, ya que el conservadurismo no solo se encuentra en las políticas del Estado, sino también en los discursos académicos. Es por ello que aun ahora no tenemos una historia de la sexualidad u “homosexualidad” (palabra anacrónica) en nuestro país. No, no tenemos algo parecido a Raro. Una historia gay de Chile de Oscar Contardo.

El libro de Bowen tiene éxito en un país como el nuestro porque trata temas que generalmente el discurso histórico peruano olvida, no solo nos referimos a la historia cultural de la confesión y el pecado, sino a sus mismos contenidos, las connotaciones sexuales, las circunstancias, escenas y actos, las palabras, todo aquello que se encuentra en el manuscrito original de Eyzaguirre y es tratado por el autor. Nuestra historiografía aún no conoce el componente esencial de las personas: el sexo, los genitales, los deseos; por ello un libro que introduzca problemas de este tipo se ven fabulosos. Pero no solo por la innovación temática (innovación para nuestro contexto claro está), sino también por el descubrimiento heurístico. Cuando se realizó la presentación del libro en el Instituto Francés de Estudios Andinos, los comentaristas tanto Javier Flores Espinoza como Magally Alegre Henderson hicieron hincapié constantemente en la envidia heurística que deberíamos tener pues nuestro país no tiene un documento similar. El diario íntimo, el libro de anotaciones de Eyzaguirre sería un documento rico para el tratamiento que hizo Bowen que no tendría símiles en nuestro país, quizás esta sea la justificación para que este tipo de historias no se allá hecho, justificación de por sí pobre porque sabemos que la fuente no determina una investigación, sino es más bien el planteamiento del problema los que condicionan la búsqueda de fuentes, los vacíos de un tipo de documento abren la posibilidad de estudiar otros; sin embargo este no es el caso.

La sexualidad, los deseos sexuales/carnales, el desenfado, los cuestionamientos y el erotismo presentes en las páginas del diario de Eyzaguirre también se pueden encontrar en personajes virreinales de Lima. Ángela de Carranza, una beata agustina del siglo XVII presente características aún más barrocas, grotescas y cuestionadoras; la lujuria, la gula y el pecado están presentes en su cuerpo y discurso constantemente[11] (y también la producción escrita). Es aún más sorprendente porque esta mujer apareció y desarrollo su actividad mística en plena época del barroco, durante los gobiernos de virreyes muy cristianos como el Conde de Lemos, el Conde de Monclova, el mismo Arzobispo Liñan y Cisneros es de esta época, y ni que decir de la Inquisición que durante el tiempo de Francisco Valera aún seguía teniendo poder y preeminencia. Eyzaguirre muestra su experiencia a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, en épocas donde el surgimiento de la subjetividad de un tipo de individuo burgués desinhibido estaba apareciendo. Un tiempo donde la aparición de una cultura burguesa  aparecía como limitadora de pasiones, sin embargo como anotó Peter Gay aún en esta estrechez de ideales aparece un estilo burgués; un conjunto de personas que van definiendo su sensualidad, y cuya máxima expresión son los diarios de Mabel Loomis Todd[12].

Basándonos sólo en el caso de la beata agustina, el complejo de castración no debería ser el impedimento para tratar temas muy similares ¿es el único recurso?, ¿no hay otros casos? Por supuesto que sí, el problema no son los documentos, es el conservadurismo académico, los planteamientos de problemas. Entender los personajes históricos a partir de su sexualidad, y reconocer la dimensión subjetiva de los individuos en función de sus necesidades, placeres, deseos, motivaciones carnales, etc supondrían por extensión conocer al individuo en su total dimensión, tal vez para darle razón a Pablo Macera, deberíamos preocuparnos un poco más en el sexo.

Creemos que es injusto decir que estos temas han sido olvidados de manera absoluta por nuestro discurso académico, sin embargo no es desde la Historia donde trata de entenderse la sexualidad, sino fue un sociólogo que en los últimos años ha intentado comprender estos temas. Explicar la aparición de los hoteles en Lima como espacios de encuentros sexuales, los bailes como un lenguaje corporal del sexo, los anuncios publicitarios relacionados a la prostitución, todos estos elementos son prácticas cotidianas y constantes de nuestra vida social, el hecho de no tomarse el tiempo de pensarlas seriamente no significa que no sean importantes. Pedro Pablo Ccopa no solo ha estudiado estos elementos como una especie de historia reciente, sino también ha intentado explicar los genitales femeninos y masculinos a partir de construcciones sociales[13]. Ccopa, sin embargo no es historiador, y el análisis diacrónico, contextual a veces se pierde dentro del conjunto de proposiciones que se brindan, es un buen inicio para estudios que traten de ver el sexo como un campo de análisis serio, y no solo como un tabú.



[1] La reseña fue publicada en la revista Histórica, Vol. XXXVII.2, 2014, pp. 153-156, en http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/historica/article/viewFile/10993/11505
[2] Alberto FLORES GALINDO, “El historiador y los archivos en el Perú” en Obras completas. T. VI. Lima: SUR. Casa de Estudios del Socialismo, 2007, p. 140.
[3] Pablo MACERA, “Sexo y coloniaje” en Trabajos de Historia. T. III. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1977.
[4] Puede verse el estudio de la construcción de las identidades sexuales, el género y los líquidos corporales como la sangre, el esperma, la leche en Thomas LAQUEUR. La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. Madrid: Cátedra/ Universitat de Valencia/ Instituto de la Mujer, 1994.
[5] Thomas LAQUEUR. Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación. México: Fondo de Cultura Económica, 2007.
[6] Robert MUCHEMBLED. El orgasmo y Occidente. Una historia del placer desde el siglo XVI a nuestros días. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008.
[7] El libro comentado por Bowen sobre las prácticas sexuales realizadas por los jóvenes en los colegios es una valiosa investigación que ayuda a entender mejor estos proceso, véase el libro de Anne-Marie SOHN, Sois un homme!. La construction de la masculinité au XIXe siécle. Paris: Le Seuil.
[8] Se puede ver algunos ápices al estudio de las camas como espacios para el sexo y la sexualidad en el libro de Michelle PERROT, Historia de las alcobas. México: Fondo de Cultura Económica/ Siruela, 2011. Véase por ejemplo las secciones: “Las habitaciones cerradas del sexo” y “Cortesanas y mantenidas”, pp. 158-163 y otros.
[9] Jean Luc HENNIG, Breve historia del culo. Barcelona: Principal de los libros, 2010.
[10] Michel FOUCAULT, Historia de la sexualidad. La voluntad del saber. Vol. 1. México: Siglo XXI, 2000, p. 41.
[11] María Emma MANNARELLI es la historiadora especialista en el estudio de este personaje, véase sus trabajos “Fragmentos para una historia posible: escritura/crítica/cuerpo de una beata del siglo XVII” en Moisés LEMJI y Luis MILLONES (Eds.), Historia, memoria y ficción. Lima: Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos/ Siklos. (1996) y Hechiceras, beatas y expósitas. Mujeres y poder inquisitorial en Lima. Lima: Fondo Editorial del Congreso (1998); recientemente ha publicado “Escritura y personaje: Ángela de Dios, Lima, siglo XVII” en Diacrónica. Revista de Investigaciones del Centro de Estudiantes de Historia, N° 2, 2014, pp. 7-16.
Agradezco su confianza que me permitió leer el manuscrito del proceso de Ángela de Carranza, así como haberme permitido participar en el grupo de estudiantes que trataba de entender peculiar personaje. También debo reconocer que la realización de esta reseña se debió un poco a sus sugerencias.
[12] Peter GAY, La educación de los sentidos. La experiencia burguesa de Victoria a Freud. T. I. México: Fondo de Cultura Económica, 1992.
[13] Véase sobre todo su último libro, Pedro Pablo CCOPA, Amor y sexo en la ciudad. Imágenes mundanas. Lima: Colegio de Sociólogos del Perú, 2011.

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