viernes, 1 de junio de 2012

Problematicemos UNMSM


Conociendo Nuestra Biblioteca

Este breve artículo (elaborado a fines del año pasado) quiere contribuir a un mejor conocimiento del funcionamiento de la biblioteca de Ciencias Sociales de la UNMSM, acercándolo –de manera crítica– un poco más, sobre todo, a quienes recién empiezan sus estudios.


Introducción
Son contados los estudiantes que han prestado servicios en nuestra Biblioteca en condición de bolsistas. En mi caso, a la par con las labores –algunas complicadas, otras simples– me dediqué a examinar, de pasada, las funciones de esta entidad, la cual el 99 % de los estudiantes nunca tendrá la oportunidad de conocer desde adentro. A continuación, trataré de presentar mi balance, el cual en dos palabras califico con un decidido “puede mejorar”.[1]
Como saben, la biblioteca es una de las fuentes de los conocimientos que utilizamos en nuestro desempeño como científicos sociales, ante todo, y como historiadores en particular; es asimismo uno de los pilares de lo que Topolsky llama “conocimiento no basado en fuentes”.  Surgió la pregunta: ¿lo es a cabalidad? es decir, ¿es nuestra biblioteca un órgano competente? ¿sirve a su propósito de ser unidad de almacenamiento, conservación, actualización y difusión eficiente y eficaz del conocimiento sobre lo social? recordemos que TODOS formamos parte importante del circuito alrededor de ella, los alumnos (que utilizan y donarán ejemplares al egresar y que en parte determinan las pautas de adquisición de textos según la temática), los profesores (que seleccionan –aunque los alumnos también deben hacerlo y, de hecho, lo hacen– los textos que usarán en los syllabus y aquellos que no se encuentran en la biblioteca, permitiendo una constante actualización y enriquecimiento de temáticas) y el personal de la biblioteca, o sea, los administrativos, el jefe de la Unidad de Biblioteca, los alumnos que como yo, trabajan en calidad de bolsistas.

Sala de estudios: una vista desde el 'mostrador'
Eficiencia y eficacia
Vayamos por partes. Y comencemos por lo principal: el material bibliográfico. Los libros en la Biblioteca pueden calificarse de acuerdo a su estado (material), competencia de temas, origen, ordenamiento en la estantería, número de ejemplares, idioma, etc.
En cuanto a su estado, los textos varían en antigüedad, encontrándose desde muy deteriorados –puesto que existen ejemplares desde el siglo XIX– hasta las novísimas publicaciones “de lujo” con doble solapa y encuadernación. Se distinguen los textos cosidos, de los simplemente encolados que se deshojan pronto, en su mayor parte nacionales. Estos últimos esperan una pronta reparación (hay varios estantes llenos) o su definitiva  sustitución.
En cuanto a la relevancia de temas, bueno. Se puede ver a la biblioteca como “la memoria escrita” de la sociedad (aunque con limitaciones en nuestro caso), así que se supone que no se puede desdeñar ninguna publicación, por modesta que sea. Tocaré sólo algunos temas. Últimamente, los temas de género han adquirido mucha fuerza y se nota esto en la biblioteca, pues hay un arsenal de textos tratando esta temática, aun cuando gran parte de textos sean procedentes de países como España, Argentina y hasta Bolivia. Los temas sobre conflictos indígenas y valorización de etnías actuales poseen otro lugar privilegiado, si bien es cierto hay, para el caso de la selva peruana (que sí tenemos, aunque no parezca), investigaciones en menudo número. Cabe destacar que entre los textos nuevos que llegan sobre historia –algunas con motivo del bicentenario de algunas naciones “hispanoamericanas”–, existen las que elaboran las editoriales de los países por su cuenta, y las que están financiadas por corporaciones y fundaciones (como MAPFRE) que abarcan estudios interdisciplinarios y varios países, y es de hacer ver la poca participación peruana en estos textos. Da la impresión de que se saltean el Perú como espacio de análisis.

Un monopolio prolongado
Otro aspecto que define la relevancia de temas, es el modo de adquisición de ejemplares. Bien pues, resulta que la modalidad cotidiana corriente durante mucho tiempo para adquirir textos fue “traer libros de ‘Ciro’”. Esta ‘librería’ tuvo un monopolio de hecho en la facultad. Los estantes de las bibliotecas (pues no sólo la de Sociales, sino la de Letras y Derecho) se han venido surtiendo de este negocio. Y sucede que tenemos cantidades regulares de ejemplares de un solo texto. Un número razonable es cuatro o hasta cinco, si somos generosos. Pero se pueden encontrar textos de hasta 10 ejemplares. Y a veces ni estos libros son tan demandados, ni pareciera que valen tanto. Si tenemos en cuenta que cada alumno realiza una contribución de, en promedio, 45 soles, parece ser más provechoso si se abona tal cantidad y se adquieren textos que no se encuentran en San Marcos y sí en la biblioteca de la Católica, por ejemplo, o se recuperan los ejemplares únicos que los estudiantes ”han perdido”, o se trata de buscar las últimas ediciones de los textos existentes,[2] o llevarlos a la Biblioteca Central, o donarlos o intercambiarlos. Pero esto no es tan simple, pues dado que cada uno de los ejemplares (esté como esté) es propiedad de la Universidad y no de la dependencia (Biblioteca),  hay que hacer un trámite engorroso que demora buen tiempo. La misma Universidad no permite una fluidez del ciclo de los textos. Por último, hay libros que estoy seguro nunca han salido de los estantes. Por su des-actualización, por haber sido ampliamente superada la temática que presentan, porque no hay nada novedoso en ellos quizá, han dejado de prestar su servicio, su razón de ser. Aunque quizá algún día alguien hará uso de ellos, ya como fuentes secundarias.
Un modo de rastrear las necesidades bibliográficas de los alumnos, y de que la biblioteca adquiera nuevos textos, es utilizando los syllabus de los profesores, que deben enviarlos a esta dependencia. Los profesores que envían sus syllabus son contados. Cabe preguntarse por el interés de los demás, pues este sistema se hace necesario dado que a partir de ahí se realiza el rastreo de bibliografía no existente en la biblioteca, y quién mejor capacitado que el profesor para mostrar el camino en lo que a dicha bibliografía se refiere. En cierta medida, la existencia o ausencia de ciertos textos condiciona el rumbo de las investigaciones que se dejan (que deben dejarse) en clase. Esta carencia de los syllabus constituye en parte del motivo por el que nuestra biblioteca se llena de textos repetidos y sin una temática bien nutrida.[3] Se hizo cosa de todos los días el que cualquiera que tramitaba su Constancia de no adeudar libros para Bachillerato o Licenciatura, no encontrara ninguna lista de libros para ‘donar’. Y se recurría a la consabida frase: “los alumnos están trayendo libros de acá, de Ciro”. Claro que, de todos modos, los textos que se ofrecen siempre pasan por una selección, para evitar repeticiones excesivas.
Pensemos, finalmente, que cada año la cantidad de ejemplares se incrementa, por compra, donaciones, canjes, etc. Y la capacidad de las estanterías se reduce poco a poco. En el futuro se deberá, sin duda, ampliar las instalaciones. Hay muchos libros por catalogar,[4] que por ese motivo no circulan, y los estudiantes se pierden del manejo de material que puede ser de mucho interés en sus investigaciones y estudios.

Las estanterías

El capital humano
Hablemos un poco de los trabajadores. Lo idóneo sería la versatilidad del trabajador –administrativo, bolsista, contratado–, pues no sólo se quiere un libro cuando se lo pide, sino también información. Se necesita un personal estable y en pleno uso de sus facultades (de más está decir que con buena salud) la mayor parte del período lectivo, que sea diestro en las diversas actividades que se realizan en la biblioteca. De otro modo, esta no puede brindar sus servicios al 100%, ni en guardaobjetos, ni en sala de Internet, circulación o trámites varios. Por contratar a bolsistas nuevos se pierde continuidad y precisión en la normalidad de los procesos temporales (como la catalogación) y los permanentes (la circulación), lo que lleva además a confusiones, como la que hacía notar un usuario mortificado sobre la no existencia de un libro que buscaba hace más de una semana. Es muy probable que se trate de un caso de equivocación en el almacenamiento, que hace que los textos se "pierdan" el resto del año, y que lamentablemente se soluciona una vez, con el inventario de verano. Se ha llegado a plantear, como una salida, suprimir la participación de bolsistas y contratar a personal idóneo, con salarios moderados a altos.[5]

Recomendaciones
Algunas observaciones adicionales: como en la Central, en nuestra Biblioteca debería haber un buen diccionario de forma permanente para consultar términos nuevos, ya que se ha dado el caso de alumnos que no dominan bien el uso de determinados términos, que por primera vez escuchan. Por otra parte, hemos conocido la inquietud de muchos compañeros que deploran el hecho de que nuestra universidad no tenga convenios de cooperación e intercambio de información con universidades privadas, como nuestra vecina la Universidad Católica. De tener un convenio semejante, sería sumamente provechoso para nosotros, si bien es cierto hay páginas en internet desde las que se puede acceder a varias tesis de esta universidad, y descargarlas, inclusive de Historia. En cuanto a la limpieza, es necesario hacerla periódicamente para evitar la acumulación de polvo y, sobre todo, de esas partículas molestas de borrador que muchos estudiantes descuidados (que además no son necesariamente de la facultad) dejan sobre el mobiliario, dejando las mesas sucias para los demás. Por último, se ha planteado también la extensión del horario de atención (en época de elecciones se plantea y promete de todo, hay que decirlo) como en otras facultades, lo cual sería de mucha utilidad para todos, pero por el momento no es posible sin el apoyo necesario. Vemos, pues, que el buen funcionamiento de nuestra biblioteca no solamente pasa por cambios desde su administración interna, sino también por cambios en nuestros modales y cuidados dentro de ella. De manera que el “puede mejorar” del comienzo se transforma en un “podemos…”.


[1] Todo este breve análisis queda fuera de la visita a la página web del Sistema de Bibliotecas de la UNMSM, que posee vasta información sobre aspectos tanto técnicos internos como bibliografía (libros, tesis, revistas). Para tener una información más exacta, visítense: www.sociales.unmsm.edu.pe y http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibliotecas/servicios/bib_facul/Sociales.htm.
[2] Es de tener en cuenta, sin embargo, que cada edición de un texto determinado tiene su particularidad, siendo el caso que, a veces, ediciones anteriores son más utilizadas que las más recientes. Y hablando de perder, aprovecho la ocasión para informar a quienes hayan dejado sus útiles (ropa, copias, cartucheras y un largo etcétera) por accidente, pasen por favor a recogerlos. Nos deshacemos sin remilgos de ellos cada cierto tiempo.
[3] Justo uno de estos días, que estuve en mi curso de Historia del Perú II, a la sazón dictado por el profesor Arana, se hizo manifiesta esta carencia de textos, en el momento que se discutía quién conocía a algún amigo generoso de la Católica que pudiera prestar su carné para sacarle copia a un libro cuya única edición en castellano se encontraba allí. Queda demostrada la importancia docente en el circuito bibliotecario.
[4] Es el proceso que da al libro sus identificadores básicos (título, autor y otros datos; clasificación; código; número de ejemplares disponibles…) que aparecerán en la pantalla de los buscadores. Hay información que se digita en los registros (que aparece al hacer clic en los títulos) que no se toma en cuenta, y que permitiría hacer una selección más refinada de lo que estamos buscando.
[5] Aunque debo decir que, en mi caso, me es muy útil trabajar con flexibilidad de horarios. Los estudiantes requieren estos cupos como un apoyo extra, con una propina que al menos les sirva para los pasajes. El jefe de la biblioteca (el Sr. Julio Díaz) ha sugerido un cambio en la modalidad de estadía de los bolsistas, con un mayor tiempo de permanencia, un aumento en la remuneración, y capacitación y especialización constantes.

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