domingo, 26 de abril de 2015

El concepto de efigie del rey en la América hispánica del siglo XVI


Javier Enrique Robles Bocanegra
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Luego de la noche de verano del 31 de enero del 2015, donde ofrecimos una conferencia magistral en el salón principal del Instituto Riva-Agüero sobre la naturaleza política de una efigie del Rey y estando a pocos meses de sustentar nuestra Tesis de Licenciatura La efigie del Rey en el corregidor de indios: Cultura política y poder real de un magistrado en el proceso de consolidación del Estado virreinal durante el régimen del gobernador Lope García de Castro, Perú 1564-1569, hemos creído conveniente presentar esta breve manuscrito a fin de proponer el término “efigie del Rey” como un concepto paradigma para en el estudio de la cultura política que las autoridades reales ejercieron en América hispánica con la intención de recaer en su persona la Real Majestad del monarca.  
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española conceptualiza el término “efigie” como una imagen y representación de una persona. En una segunda acepción se refiere a la personificación o representación viva de algo ideal. En síntesis, podemos definirla como la personificación de una imagen representada en forma viva ¿Tuvieron estas acepciones alguna similitud con el concepto de “efigie” durante el siglo XVI? La fuente más cercana para precisar el significado de efigie en la época de los Austrias es el Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastían de Covarrubias, no obstante, dicho término no aparece en el listado de palabras. Sin embargo uno de los más importantes tratadistas del pensamiento político castellano, Jerónimo Castillo de Bobadilla, utiliza el significante en su Política para corregidores a fin de señalar la naturaleza política del corregidor con relación a la Real Persona del monarca.
Según Castillo, el corregidor es Príncipe de su provincia en la cual gobierna y su persona es la efigie del Rey[1] ¿Qué nos quiere decir Castillo con tal afirmación? ¿Tal afirmación guarda similitud con el significado actual de efigie? El hecho de que Covarrubias no haya considerado la palabra en su diccionario y que Castillo lo haya señalado nos arroja una hipótesis que el término “efigie” funcionaba como un sinónimo de otras palabras que guardan relación con su campo semántico y que el uso por parte de Castillo en su tratado se refería a una sinonimia de mayor grado. Nos apoyamos en esta premisa puesto que otro tratadista como Pedro Portocarrero y Guzmán constata que la naturaleza política de un magistrado real – como lo era el corregidor – residía en que tiene el elevado grado de estimación ya que en ellos se presentaba el poder del monarca[2]. Por lo tanto, efigie exponía una superior connotación política del poder real aplicable a autoridades especiales que merecían ser tratadas con las mismas preeminencias que tenía el Rey.
Para profundizar este análisis es necesario recurrir a los significados que ofrece Covarrubias de las palabras que componen el campo semántico actual de efigie y son las siguientes: “imagen, “representar”, “personificación” y “real”. Este último concepto nos sirve como un adjetivo especificativo para indicar la clase de efigie que queremos analizar, puesto que queremos expresar la representación viva de la imagen del Rey en la América hispánica. Una imagen es similitud, imitación, simulacro, representación de una figura o persona[3]. Así, podemos constatar que las acepciones actuales de efigie son muy similares al concepto de imagen en el siglo XVI. Una efigie como imagen del Rey consistía en la imitación y simulación de la majestad real por medio de su representación. Su simulacro radicaba en adquirir sus preeminencias, dignidades, veneraciones e insignias reales[4]. Aquella fijaba la realidad de acuerdo con los valores y condiciones que tenía el monarca (Molina Martínez 2000: 75). Aquí es preciso revisar el concepto de representar que consistía en encerrar en sí la persona del otro, como si fuera él mismo para sucederle en todas sus acciones y derechos. La representación efectuaba que la persona estuviese realmente presente en la imagen[5] o como si estuviese presente en nuestra imaginación. Por tanto, también el concepto de representar en la época que nos ocupa es similar a las primeras acepciones actuales de efigie siendo una representación de una persona mediante la personificación de su poder político.  La efigie real en una autoridad, representaba al monarca como su agente propio con el objetivo de ejecutar todas las ordenanzas, cédulas y provisiones reales a fin de obrar y ejecutar la potestad de la majestad regia en su lugar. Funcionaba como el reemplazante del monarca para tareas que no podía cumplir personalmente (Mariluz Urquijo 1998: 65)[6]. Pero, nos preguntamos ¿cómo se logra la materialización de esa imagen representada? En esta interrogante hacen su aparición los conceptos de personificación y real. El primero se entiende como encarnar la persona de alguien[7] con la finalidad de fabricar su presencia física ante la ausencia de la persona a representar (Cañeque 2004: 632). De esta manera la imagen representada adquiría el rango de cuerpos, imágenes o representaciones vivas ya no sólo de manera figurativa, sino como imágenes de carne y hueso que se hallaban encarnadas en todos aquellos individuos que los monarcas enviaban a gobernar los dominios americanos (Cañeque 2013: 2; Freedberg 2010: 31). Por ello, la efigie en su acepción actual de personificación o representación viva se entendió de la misma manera en el siglo XVI. Una efigie real tenía que encarnar la misma Real Persona convirtiéndose en un cuerpo vivo del monarca en el territorio que administraba.
Este análisis se apoya en el concepto de real porque dicho término señalaba el lugar donde está el Rey[8].  Por tanto, se reconocía a una autoridad real como la representación viva del soberano porque el funcionario que lo personificaba tenía el poder que el monarca le otorgó. Siendo una autoridad real, ya manifestaba que el Rey estaba presente por lo que la autoridad era su imagen, representación y personificación en un cuerpo vivo.
En consecuencia, nos parece adecuado utilizar este concepto de efigie del Rey para aquellas autoridades reales que tuvieron la misión de personificar el cuerpo vivo del monarca. No sólo eran imágenes, meros representantes de la majestad real o simples funcionarios como lo entendió la historia tradicional. Estas autoridades reales fueron efigies del Rey que tuvo similar campo semántico con su definición actual. En conclusión, recalcamos nuevamente que una efigie real es la personificación de la imagen del monarca que se representa en un cuerpo vivo. Aquella permite que los súbditos conciban que su soberano esté realmente presente. Se obtenía así la transfiguración de la autoridad real en su caracterización como imagen viva del Rey (Cañeque 2013: 2)[9]. 



[1]  Véase Castillo de Bobadilla (1759 [1597]: II: Lib. III Cap. II :15 )
[2] Véase Portocarrero y Guzmán (1998 [1700]: 223).
[3] Covarrubias (1611: 500). Se relaciona con las imágenes religiosas que los católicos llaman a las figuras que representan a Cristo a fin de que siempre pueda permanecer en la memoria de los feligreses.
[4]  Castillo de Bobadilla (1759 [1597]: II: Lib. III Cap. VII: 149). Para el autor uno de los máximos atributos e insignias reales es el cetro real y el corregidor lo imitaba ya que su vara de justicia era simulacro del cetro real del Rey.
[5] Covarrubias (1611: 9); Freedberg (2010: 48)
[6]  Según Mariluz Urquijo este agente como reemplazante del Rey tiene la potestad de nombrar, remover, fijar la competencia de cada oficial.
[7] Covarrubias (1611: 347).
[8] Covarrubias (1611: 3).
[9] Agradezco infinitamente a Alejandro Cañeque, docente de la Maryland of University, por compartir conmigo esta investigación inédita y por sus comentarios y sugerencias para el enriquecimiento del marco teórico de la tesis en torno a la cultura política de las imágenes vivas del Rey en la América hispánica.

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