miércoles, 2 de abril de 2014

Natalie Zemon Davis: Sociedad y cultura en la Francia moderna[1]

Silvia Pablo Caqui
Historia-UNMSM
HISTORIA SOCIAL-ANTROPOLÓGICA
El presente escrito se centra en el libro Sociedad y Cultura en la Francia Moderna de  Natalie Zemon Davis, y a manera de reflexión busca responder preguntas centrales de algunos apartados del libro, como una invitación a su lectura. Las preguntas son: ¿Con qué elementos de la estructura social europea realiza Natalie Zemon Davis su reconstrucción de las abadías de mal gobierno y el charivari a lo largo de la historia europea?, ¿cuál es su reconstrucción final? y ¿Qué fuentes usa para cada parte de esta construcción? Estas interrogantes nos ayudarán a tener mayor alcance sobre el tema principal del libro y a modo de parafraseo a la propia autora señalaré  las pautas con las que ella desarrolla su trabajo, esto será ampliado cuando líneas más adelante se trate específicamente las partes de este escrito.
Como un primer paso debemos conocer a la autora, ya que para conocer una obra, debemos conocer al autor; de la misma forma que para conocer al hombre se debe conocerlo en su tiempo. Paula Bruno[2], señala que Natalie “se aparta de todo tipo de determinismo mecanicista y de abstracta generalización”, y utiliza la “Imaginación histórica como un procedimiento metodológico y que constituye un principio que apunta a lograr una interpretación allí donde la documentación del proceso a estudiar es exiguo”, por ello hace uso de materiales que le dan información del contexto, de allí que “su reconstrucción contextual actúa como dadora de significados probables, y permite visualizar una gama de posibilidades entre las que debe optar el historiador”. De esa forma “la elección de una posibilidad en detrimento de otra es la que trazará el camino a seguir a la hora de dar una interpretación sobre los procesos estudiados”. Siguiendo lo descrito por Bruno, Natalie hace uso de varias teorías, factores novedosos, más detalles; ese tipo de estudio que está enmarcado dentro de una historia social cultural, con inclusión de un conocimiento etnológico, y siendo más específico, su trabajo será más bien el tipo de historia social antropológica:
[…] las razones del mal gobierno» examina un amplio abanico de usos políticos y sociales para la algarabía carnavalesca y la organización festiva, incluida su relación con la socialización de la juventud y los movimientos de resistencia. «Cencerrada, honor y comunidad» y el «Mal gobierno en el Hotel-Dieu de Lyon» se centran en la inversión cultural en algunos medios muy específicos.[3]
Como Natalie nos señala en su introducción, su incertidumbre esta en las fuentes de vida de personas, que en su mayoría son analfabetas, ello como una forma de plantear que la historia está en todo, incluso en aquellos de los que se dice que no tienen historia; de allí que introduce una forma particular de utilizar las fuentes, exiguas, por ejemplo algunos de los instrumentos culturales del que hace uso son: ritos iniciáticos de oficiales, artesanos, organizaciones festivas pueblerinas, reuniones no protocolarias de mujeres, reuniones de varones y mujeres para contarse historias, alborotos callejeros, etc. En general este conjunto puede “«leerse» de forma tan provechosa como un dietario, un opúsculo político, un sermón o un conjunto de leyes”. Así resalta la importancia de comprender, no sólo apartados, sino comprender las relaciones entre grupos de gente y entre tradiciones culturales, cuando se trata de individuos sociales.
Natalie pone atención al contexto, sin embargo señala que este no es determinante, pues la acción de este constituye en dar forma a las condiciones que harán posible el desarrollo del proceso estudiado. Hay que resaltar también que su visión en cuanto a la estructura social de Europa de la Edad Moderna, es multidimensional así los ejes de medición serían, por ejemplo, clases cualitativamente distintas de poder, propiedades y control (otras propiedades como edad y sexo), de esa forma ella cree que las jerarquías diferentes pueden estar interconectadas de diversas formas, sin embargo plantea que para una posible reducción de unas a otras no se daría sin alguna transformación social importante, lo que probablemente devendría en una transformación cultural.
De acuerdo a las preguntas se ha logrado identificar tres partes importantes del escrito, que serán tratadas a continuación.
1.      Elementos de la estructura social
Para la reconstrucción de las abadías de mal gobierno y el charivari Natalie utiliza elementos de la estructura social europea, y toma elementos como: diversiones populares (vida festiva), así se señala que el mal gobierno puede tener su propio rigor y también puede escrutar al rey y al estado; estudia también a los magistrados urbanos (por ejemplo Claude de Rubys).
Le da importancia al calendario religioso, fechas festivas, acontecimientos domésticos, clérigos, seglares, toma en cuenta también los gobiernos municipales, y en sus estudios se destaca su manera de utilizar los círculos extraoficiales formados por amigos y familiares (gremios, cofradías de artesanos o profesionales, abadías)  ya que «estas hacían de tribunales y usaban jurisdicciones», para plantearnos como ejemplo que la vida real siempre estuvo profundamente hincada de estos carnavales.
Para la primera parte de su trabajo estudia a la Europa rural, se centra en los grupos de edad y en las ciudades francesas a partir del siglo XIII, donde debido a la relativa alfabetización y la complejidad de la vida urbana, la forma festiva evoluciona y se prolifera de varias maneras importantes. Por ejemplo:
“Para el siglo XVI, Lyon, cuya población había aumentado hasta los 60.000 almas, tenía alrededor de veinte abadías, con una serie completa de abades, barones, capitanes, almirantes, príncipes, condes, princesas, jueces y patriarcas de mal gobierno al frente de ellas. Aunque estaban organizadas de forma independiente, se llamaban unas a otras y desfilaban juntas en épocas de festejos.”[4]
La autora pone atención en las funciones distintivas de la abadía que se enmarcaban dentro de los asuntos domésticos y la moral de la comunidad, pues en ella relacionan varias cosas: La historia de los grupos juveniles y la historia de formas sociales entre clases bajas y con el problema del juego y sus funciones. En ellos resaltó la regla y el fundamento de los festivales populares y la medida en que mantuvieron una estrecha comunicación con las realidades de la comunidad y el matrimonio, que en general son consecuencias naturales de la licencia carnavalesca que permitía ridiculizar y de la naturaleza histórica de las organizaciones festivas.
2.      Fuentes
La mayoría de ellos procedentes de guiones impresos y otras fuentes urbanas del siglo XVI, utiliza también la mayoría de libros que hablan de la «vida cotidiana» en la baja edad media y en la Edad Moderna aunque menciona que ayudan poco pues se limitan a describir las curiosas cencerradas y carnavales sin analizar nada. En vista de ello, para investigar el significado del mal gobierno, señala que acudió primero a hombres que habían vivido durante el renacimiento, luego a los  modernos historiadores de la literatura que hubieran tratado las organizaciones y costumbres festivas como fuentes de teatro renacentista y, finalmente, a los teóricos del juego y el esparcimiento.
Con el fin de localizar la fuente del mal gobierno, dejó las calles de Dijon, Lyon y otras ciudades y se fue a los pueblos. Dejó las obras de los historiadores, con su prejuicio literario o político, y acudió a las de los antropólogos, especialmente a los numerosos estudios sistemáticos de Francia que hizo Arnold van Gennep. Y aclara que todo lo que dice acerca de los pueblos lo ha confirmado en cientos de perdones reales que datan de la Baja Edad Media, de los cuales un archivero francés, Roger Vaultier, extrajo y publicó todo el material relativo a las costumbres populares.
Es resaltante que para estudiar a las abadías de mal gobierno utiliza ejemplos de cencerradas extraídas de sus fuentes, como los casos que tienen lugar en la aldea de Corsinge, cantón de Ginebra en abril y mayo de 1626; el pueblo de Chene, canton de Ginebra, octubre de 1631; el barrio de la Place Bellecour, Lyon, septiembre de 1668; el barrio del Temple de Saint Gervais, Ginebra, junio de 1669[5]. En base a estos cuatro casos Natalie resalta que se puede explorar el inicio de las cencerradas, los tipos de gente que participaban en ellas y las diversas técnicas dramáticas que se usaban para poner en ridículo a las personas, públicamente. Estos ejemplos pueden decirnos algo sobre hasta qué punto los habitantes de los pueblos y los artesanos del siglo XVII se tomaban en serio la cuestión del honor y la reputación y explicar la fuerza de los lazos que mantenían unidas a las comunidades. Asimismo, el hecho de que estos casos terminaran en procesos criminales, pueden indicar en qué medida las personas podían estar comprometidas, en este periodo de centralización política continua, con la justicia tradicional de sus localidades como fuente de control, de diversión y de solidaridad.
3.      Reconstrucción final
El carácter del mal gobierno en el campo francés de la Baja Edad Media, y del siglo XVI, se relaciona con las actividades de las abadías de juventud en cuanto eran más bien un tratamiento carnavalesco de la realidad y cumplían una función importante en el pueblo. Así el empleo de la imaginería de los «reinos» y especialmente de las «abadías» no sólo proporcionaba una inversión carnavalesca de la categoría en relación con un rey lejano o un monasterio cercano, a quienes tal vez los campesinos debían servicios y tributos, sino que, además, brindaba un gobierno que los jóvenes ejercían sobre otras personas y, quizá una hermandad que existía entre ellos; y ofrecía muchísimas posibilidades de burla y escarnio, pero esta licencia no era rebelde, estaba al servicio de la comunidad pueblerina.
Por consiguiente, las características abadías de Mal Gobierno de la gran ciudad del siglo XVI eran agrupaciones profesionales o, con mayor probabilidad, de vecindario, integradas por hombres, tanto jóvenes como viejos (la autora señala que se pierde la tradición de relacionarse con una edad específica porque se busca conformar organizaciones de una misma edad). También diferían de las abadías rurales en la variedad de su composición social, en cuanto que las abadías tenían que cumplir funciones como las de pacificar el desorden, y organizaban cencerradas, así la cencerrada urbana se usaba para señalar otras afrentas al sentido del orden o de la iglesia del vecindario. Por ejemplo Natalie señala que en estas abadías lo que se criticaba no era el desorden doméstico de las familias gobernantes, sino más bien su mal gobierno político, lo que era un cauce importante para las críticas en aquellas ciudades oligárquicas, donde incluso los artesanos y mercaderes acomodados tenían pocas oportunidades (suponiendo que tuvieran alguna) de tomar decisiones políticas; y señala también que las Abadías sobrevivieron bajo una especie de tolerancia judicial: en sus momentos más fáciles, como en Rúan, donde recibían cada año licencia de Parlement para su mal gobierno e incluso fueron invitadas a participar en el desfile de honor con motivo de la entrada de Enrique II; y en sus momentos difíciles, nuevamente e en Rúan, se encontraron con que, en 1541, su abad era detenido por los sargentos en el mismísimo carro alegórico por atacar con demasiada virulencia a los padres de la ciudad[6].
El propósito de estos elementos de crítica política y social en el medio del carnaval era destruir y renovar la vida política, eso lo toma en el sentido que Mijail Bajtin da al término, pero no pretendían conducir directamente a otras acciones políticas. Así que está claro que la relación entre los festivales populares y la política justifica nuevos estudios, y lo mismo puede decirse de la relación de las dos cosas con las instituciones y los movimientos de carácter religiosos. Las relaciones de las abadías con la Iglesia católica eran tan complejas y ambivalentes como las que sostenían con las autoridades seglares. Y esto de una u otra forma se relaciona con los ritos de la violencia que la autora no explica detalladamente.
En cuanto al carnaval y al mal gobierno, Natalie señala que es una exageración ver en el carnaval y en el mal gobierno una mera «válvula de seguridad», una simple forma primitiva y pre política de diversión. Víctor Turner y Mijaíl Bajtin se acercan más a la verdad al considerarlas presentes en todas las culturas. Aunque menciona que además de estar presente, la estructura de la forma carnavalesca puede evolucionar de un modo que le permite funcionar tanto para reforzar el orden como para sugerir alternativas al orden existente. Y para concluir este ejemplo Natalie plantea que las abadías festivas no se atrofiaron, sino que fueron mantenidas y transformadas por artesanos, mercaderes y abogados. Su mal gobierno fue enriquecido de modo espectacular y a su antigua función de mantener el orden en la familia se sumó una nueva: la crítica política.
Y pone atención en la creatividad social de las personas, a las que se creía incapaz de expresarse, así como la manera en que hacen suyas formas sociales más antiguas y las cambian para que satisfagan sus necesidades. Y con ello pone en evidencia la historia social antropológica que toma como eje principal.
En este sentido se ha tratado de brindar algunos alcances sobre el libro, pero es tarea leerla en su totalidad y plantear las críticas y sugerencias respectivas, un libro que a pesar de los años continua siendo vital para quienes escriben una historia social antropológica.



[1] Trabajo práctico realizado en el curso electivo “Seminario de Teoría de la Historia”, a cargo del profesor Luis Arana Bustamante.
[2] Bruno, Paula (s/f) Apuntes historiográficos sobre la Historia de la Cultura. En: [http://www.historiacultural.net/hist_rev_bruno.htm] Consultado el 27 de junio de 2012, 18h
[3] Zemon D. Natalie (1993) Sociedad y Cultura en la Francia Moderna. Traducción de Jordi Beltrán. CRÍTICA. Barcelona.
[4] Zemon D. Natalie (1993) Sociedad y Cultura…, p. 90
[5] Zemon D. Natalie (1993) Sociedad y Cultura…, p. 116
[6] Zemon D. Natalie (1993) Sociedad y Cultura…, p 105-107

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