domingo, 23 de octubre de 2011

EL DICIEMBRE DE ESE ENERO


LAS PERDIDAS Y REPERDIDAS DE LA ESCUELA DE HISTORIA DE LA UNMSM[1].




Por Luis R.

En más de una ocasión he llegado a escuchar que a la hora de matricularse, en el caso de la Escuela de Historia, siempre hay que decidirse entre un profesor bueno y uno malo. Agregando además, los que comentan esto, que en el caso de la Escuela de Sociología no se da así ¡porque allí siempre hay buenos profesores!. A esta reflexión premeditada que acusa a una mala administración sin contemplar la diversidad y complejidad de los problemas trataré de aportar poniendo sobre la mesa y el debate algunas cuestiones fundamentales.

Actualmente nuestra Escuela cuenta con una reducida cantidad de profesores en relación a los cursos que existen currícularmente, además de los 20 seminarios electivos que se han implementado con el Plan 2009. Hay un déficit grande de profesores que, por ahora, se está cubriendo con el sobre exceso de un docente a ocupar su carga lectiva o recurriendo a docentes externos por la modalidad de contrato directo. En parte esto es culpa de la mala administración y procesamiento de documentos que ha hecho que profesores que renuncien a la Escuela sean efectivamente relevados de su cátedra mucho tiempo después del pedido, o en el caso risible que documentos rectorales reconozcan la muerte de un profesor, mucho tiempo después del lamentable suceso. Otro factor de esto es que los estudiantes piden profesores o se dan cuenta del vacío existente cuando sienten inmediatamente el problema, no existe una previsión de ello o no se le da importancia. Un último factor es que producto de las vacantes vacías [por muerte o renuncia] y la ausencia de una presión eficaz estudiantil, esto ha llevado a perder varias plazas, y su financiamiento que desde el Ministerio de Economía rige el presupuesto para universidades públicas.

En el caso de la Escuela de Historia si historizamos un poco el problema del vacío de grandes y buenos profesores podemos retroceder a los años 80, en plena época de la ortodoxia de Sendero Luminoso y su presencia en las universidades que como llegó a contar Nelsón Manrique[2] se podría extorsionar o amenazar un profesor si no se brindaba un examen de sustitución. También podemos retroceder a los años de la reorganización de las universidades con la intervención militar. Fue en esos años que grandes profesores de la Escuela y reconocidos historiadores empezaron a salir, Pablo Macera para 1985 ya no dictaba en la carrera de Historia y se dedicó al SRHA, por otro lado Heraclio Bonilla en los años 90 pidió su cambio de Escuela de Historia a Antropología dictando algunos cursos para luego irse a Colombia donde actualmente está a punto de retirarse. Por otro lado Miguel Maticorena se jubiló recién a los 70 años, a mediados de la década de los 90 luego de haber sido Director de la Escuela desde 1993 a 1995, en cuyo tiempo ayudó a la propagación de varias revistas de estudiantes como Sequilao, Nueva Síntesis, Perú Contempóraneo, Summa Historiae). Fue en  1995 cuando entra a dictar Carlos Contreras, pero saldría por los sueldos bajos que brindaba la universidad, más o menos alrededor del año 2006/2007. Y es que uno de los principales motivos para que muchos historiadores reconocidos salgan de la Escuela o simplemente no se animen a participar en los concursos públicos docentes son las bajas remuneraciones y es ¡Que no solo de pan o de Historia vive el hombre!, hay una gran y abismal diferencia con los profesores de la Pontificia Universidad Católica del Perú donde al dictar un curso de pregrado de 3 horas a la semana recibes un salario de más o menos 1200 soles y esto es un indicador de que aquella institución tenga muchos mejores historiadores que nuestra casa de estudios. Fue por ese motivo que Lorenzo Huertas dejó la escuela para trabajar en el Archivo Universitario de la Universidad Ricardo Palma, donde actualmente es la joya de aquella casa de estudios, igual destino siguió Wilfredo Kapsoli. Pero estos factores no son los únicos, el aislamiento de Pablo Macera, a partir del año 2000, ha hecho que la Escuela pierda una fuente de invaluable referencia en las generaciones de los años 90 y de la primera década del siglo XXI. Así, también la muerte de Carlos Lazo precipitó este decaimiento de cambio generacional, este lamentable hecho ocurrió en el 2005 producido por una enfermedad, que no le impidió seguir trabajando e investigando. Su alejamiento como docente había sido año y medio antes de su muerte, como recuerda José Bocanegra para el año 2004 Lazo había dictado su última clase en la escuela producto de la enfermedad que ya había llegado a mellar su organismo[3]; Lazo fue uno de los pocos profesores que trabajó bajo el sistema de jefaturas de práctica con lo cual muchos actuales docentes se beneficiaron. Otros profesores como Teodoro Hampe a pesar de haber ganado el concurso nunca dictaron en la Escuela.

Este sistema de jefaturas de práctica era un recurso importante en la Escuela porque permitía que jóvenes estudiantes conocieran el medio académico de la docencia y la investigación. Este sistema sin embargo se corrompió en esta última década ya que algunos profesores nombraban a dedo a sus jefes de práctica sin previo concurso, en muchos casos este sistema simplemente permitía que el profesor se abstenga de dictar la cátedra, este hecho y solo este factor llevó a la gestión del decano Bernardino Ramírez en el 2008 a suspender las jefaturas de práctica. Al año siguiente profesores jóvenes pasaron por un proceso de rectificación donde salieron buenos elementos como Ernesto Pajares y Maribel Arrelucea. Para el 2009 se siguió dando las bajas en la Escuela de Historia con la salida del profesor Pablo Chaka que hasta ahora no ha sido ocupada, mientras Manuel Burga que enseñaba los cursos de Seminario de Tesis e Historia de las Mentalidades pidió una licencia sin goce de haber por un año que extendió hasta el 2012, mientras que a pesar de las invitaciones Antonio Zapata siempre se negó a dictar en pre grado.

La salida y ausencia de muchos de estas “eminencias” en la Historia hizo que las principales cátedras la ocuparan profesores no especialistas o no deseados, aquellos profesores que generalmente se van a las periferias como los casos de Daniel Vizcardo, Maximiliano Vasquez Monge, entre otros. El ingreso por concurso público el año 2009 de Javier Perez Valdivia y Luz Peralta le dió oxígeno a la Escuela y reacomodó su configuración, así los cursos de Introducción a la Historia antes dictado por Carcelén y Florez pasaron a ser los cursos de los profesores recientemente ingresados. También ingreso David Rodríguez (escribió Por un lugar en el cielo) pero al año se retiró de la Escuela sin mayor motivo. Carlos Morales también ingresó por concurso y fue ratificado dos años antes, para el año 2010 la muerte de Luis Chapman originó que se perdiera otra vacante que aún no ha sido cubierta en relación a las demandas académicas reales de la institución. Para el año 2011 la Mag. Marina Luzoaga, especialista en Historia de América Latina y Economía colonial no pasó, inexplicablemente, el concurso docente, entre muchos motivos por temas políticos, actualmente la docente trabaja en la PUCP. Lo anterior originó que la demanda de profesores especialistas se hiciese más alta, pero la participación en los concursos no reflejaba el interés del estudiantado, ya que las grandes eminencias actuales de la Historia no ven como un lugar de trabajo nuestra casa de estudios, originando que sean en su mayoría jóvenes investigadores los que acceden a estos procesos como lo confirma el nombramiento de José Chaupis y Dino León como docentes en la Escuela.

A estas pérdidas que hemos visto por negligencia, malas políticas, bajos sueldos y muertes debemos sumarle que si la Escuela no ha caído en una total desgracia y mediocridad es porque aún están buenos historiadores en nuestra plana curricular. Así el actual director de la Escuela, Francisco Quiroz ya enseñaba desde 1984, mientras que la generación de fines de 80 y 90 empezaron a ingresar a la Escuela, Héctor Maldonado ingresó en 1995 como Jefe de Práctica y luego sería nombrado, Cesar Puerta ingresó en el año 2000, Freddy Cabanillas en el 2002 y Carlos Carcelén se sumaría a esta lista enseñando el curso de Introducción a la Historia en el segundo semestre según el Plan Currícular 2001. Los doctores que actualmente conserva nuestra escuela son en su mayoría historiadores de la PUCP como Cristobal Aljovín, Maria Emma Mannarelli y Cristina Florez, Carlota Casalino y Waldemar Espinoza de la UNMSM se suman a la lista de los máximos grados. Los tres primeros ingresaron en el 1995 invitados pos Manuel Burga y Casalino ingresó por concurso en el año 2002. A esta lista se suman los profesores de nuestra casa de estudios como Rolando Pachas, Alejandro Reyes, Manuel Valladares, Raúl Adanaque, Luis Cajavilca y Juvenal Luque.

Así con todas estas pérdidas nuestra escuela tiene actualmente las siguientes estadísticas.

Profesores Tiempo Completo
17
Profesores Tiempo Parcial
11
TOTAL
28
Profesores Doctores
8
Profesores Magister
5
Profesores Licenciados
15
TOTAL
28
TOTAL PROFESORES
28
TOTAL DE CURSOS
PLAN 2001
36
PLAN 2009
41

Las estadísticas demuestra que existe una cantidad de 28 profesores para una totalidad de cursos de dos planes en 36 y 41 que se duplican tomando en cuenta el sistema de dos grupos por curso, tomando en cuenta además que algunos profesores no dictan por licencias o que algunos profesores enseñan solo en las periferias como Letras, Educación, etc. En la realidad esto conlleva a un periodo de asfixia total del profesor que enseña entre dos o cuatro cursos, que recibe una baja remuneración lo que obliga a irse a trabajar en otros centros o universidades. La existencia de que haya más licenciados, y que exista un fuerte porcentaje que son profesores a tiempo parcial les permite eso, mientras que los principales tienen la misma tendencia. Así, de esta manera nuestros profesores no investigan (en su mayoría), lo que hace que la producción científica de nuestra Escuela y universidad sea baja, mediocre y/o no sea reconocida, por lo que el prestigio de nuestra Universidad no crece. Se asfixia al profesor y tiene muy pocas oportunidades para investigar y tampoco se le brinda facilidades, a esto se suma que los estudiantes también asfixian al docente copándolo de carga académica y de aulas llenas mientras que en otras universidades es todo lo contrario. Rodrigo Montoya mencionaba que un docente tiene una carga horaria mínima, tiene alrededor de 25 alumnos y se dedica todo el tiempo restante a investigar, porque además se financian las investigaciones, mientras que aquí en Perú se encuentra la imagen del típico profesor que pide homologación[4], un proceso que el estudiante no ve como una posibilidad para que el docente se mejore, reciba mejores salarios y así tenga más tiempo para investigar y dedicarse a la labor universitaria, por el contrario se acusa al docente mediocre y se espera que los docentes más avanzados en edad salgan de la Escuela, sin hacer nada efectivo porque esto pase.

Ante esta realidad terrible de nuestra Escuela muy poco se hace por parte de los estudiantes más allá de pedidos tercos y coyunturales, los mejores profesores de Historia no vienen porque existe malos sueldos y malas condiciones de trabajo [políticamente hablando], los que están actualmente tienen que trabajar en otros lugares y eso obliga a que descuiden la investigación, haciendo que la producción académica casi no exista. Muchos profesores de nuestra Escuela han salido sin que nosotros tomemos en cuenta estos y muchos otros puntos que seguirán persistiendo a menos que tomemos rumbos y giros distintos.

Ante eso y estando cerca de la tan sonada “Semana de Historia”, preguntó ¿Qué hay que celebrar?.



[1] Agradezco al profesor Javier Perez Valdivia, por la conversación que me permitió elaborar este texto además de darme la mayoría de los datos aquí brindados.
[2] Márgenes, Nº 5/6.
[3] “En memoria ” de Jose Bocanegra en Carlos Lazo, Historia de la Economía Colonial, Fondo Editorial de la UNMSM.
[4] Entrevista a Rodrigo Montoya en Que Hacer, Nº 154, 2005.

No hay comentarios: