domingo, 16 de mayo de 2010

MUSEO DE LA NACIÓN. RECLAMO CIUDADANO

Virgilio Freddy Cabanillas


El museo es la institución educacional democrática por excelencia; es el medio más eficaz para vulgarizar las enseñanzas de la historia. Si tenemos conciencia de nuestros deberes para con el destino de la patria, estamos obligados a trabajar empeñosamente en la magna labor de educar al pueblo, despertando el espíritu solidario de grupo, y forjando así la conciencia nacional (Julio C. Tello, 1924).


En los países donde hay muchos museos la clase política suele ser bastante más presentable que en los nuestros y en ellos no es tan frecuente que quienes gobiernan digan o hagan tonterías (Mario Vargas Llosa, 2009).


El Museo de Antropología y Arqueología y el Museo de la Nación de Lima son de obligatoria visita. Ambos poseen colecciones asombrosas de obras maestras de arte peruano precolombino de todos los períodos (Thomas Hoving, 1999. Ex director del Museo Metropolitano de Nueva York).


Han pasado varios meses desde la realización de las importantes cumbres económicas denominadas ALC-UE y APEC. Desde entonces, hemos visitado muchas veces el Museo de la Nación y todavía no podemos ver la exposición permanente sobre el Antiguo Perú, que durante tantos años ha caracterizado a esta institución. Cierto que hay un valioso programa de exposiciones temporales, pero el vacío que ha dejado la mencionada muestra permanente es enorme.
[1]


LA GRAN FRUSTRACIÓN


El Estado tiene una gran deuda con la cultura, ya que nunca construyó la infraestructura adecuada para el museo nacional en la capital del país. El Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (Pueblo Libre) posee un local con salas y depósitos vetustos, apropiados para los tiempos heroicos de Tello, pero con muchas limitaciones para una museografía moderna. Los espacios son tan cortos, que culturas tan importantes como Vicús y Recuay se reducen a algunas vitrinas en los pasadizos. La sala del Formativo es pequeña y estrecha, insuficiente para mostrar -y explicar- los procesos ocurridos en un período tan decisivo. No hay sitio para incorporar los nuevos conocimientos que la Arqueología, la Antropología y la Etnohistoria brindan sobre las sociedades andinas. Esas limitaciones deben ser una tortura permanente para el excelente personal que trabaja en las instalaciones del MNAAHP.
Durante el segundo gobierno de Fernando Belaúnde se elaboró el proyecto de un nuevo local para el Museo de Arqueología y Antropología. Pero los interminables debates de los expertos dificultaron su realización. Finalmente, durante el primer gobierno de Alan García se canceló la construcción. A cambio de eso, el gobierno destinó el local del Banco de la Nación -antes Ministerio de Pesquería- para sede del denominado Museo de la Nación. Los enormes espacios y muros indestructibles del edificio “brutalista” brindaban muchas posibilidades para mostrar y proteger el patrimonio nacional. Mucho debieron sufrir los arquitectos y museógrafos, pero al final el resultado fue interesante. El proyecto de construcción de un local moderno para el museo nacional se había frustrado, pero al menos quedaba el premio consuelo del Museo de la Nación.
ÉPOCA DE ORO
Para todos fue una grata impresión visitar el nuevo museo allá por 1990. Amplias salas de exhibición y numerosos recursos museográficos recreaban importantes aspectos de la cultura nacional. Obviamente faltaban muchas cosas, pero se había dado un gran paso.
Recordamos cuatro grandes muestras: Circuito expositivo prehispánico, Continuidad cultural, Historia del vestido peruano y una exposición de arte peruano contemporáneo (150 pintores y 50 escultores). Las dos primeras quedaron como exhibiciones permanentes y las otras dos fueron reemplazadas. Posteriormente se implementó una muestra permanente para niños.
Los amplios espacios del nuevo museo permitieron la realización de notables muestras internacionales, como por ejemplo: Imágenes de la India, Imágenes de Filipinas y China, 5000 años de civilización. También se realizaron exposiciones temporales sobre las recientes investigaciones arqueológicas: Poemape, Sipán, Sicán, Kunturhuasi, la Doncella del Ampato. Para no olvidarlo.
Sin duda la muestra sobre el Antiguo Perú era la más visitada por el público. Además de las piezas exhibidas, todos extrañamos las maquetas y dioramas: la aldea de La Paloma, la galería del Lanzón Monolítico, los relieves policromados de Moxeque, el farallón de Poro Poro, los geoglifos de Nasca, la tumba del Señor de Sipán, los murales policromados del Horizonte Medio, la reconstrucción de una tumba Chancay, las espectaculares maquetas del Cusco incaico y de Machupicchu, etc. Arte en el Antiguo Perú -un libro publicado en 1994- es el testimonio de la gran exposición que hoy extrañamos.
Por supuesto que la adaptación del edificio a museo trajo dificultades. Siempre hubo problemas para orientarse en el enorme local. Muchos visitantes recorrían todo el período pre-inca, pero al terminar con el Intermedio Tardío (Reinos y Señoríos) no se daban cuenta que era necesario continuar por un puente hacia la Sala Inca; bastante confundidos regresaban sobre sus pasos y volvían al primer piso a pie, en un alucinante recorrido al revés. Otros jamás descubrían la entrada a la gran exposición de arte tradicional y popular (Continuidad cultural). Un serio problema de señalizaciones. Por otro lado, esta sensación de rutas confusas y elementos desarticulados era fiel reflejo de nuestra realidad; hasta en eso el museo hacía honor a su nombre.
Recordamos también algunas remodelaciones o reestructuraciones desafortunadas. Nos referimos a la que se hizo en la Sala Inca. La exhibición era interesante, pero podía ser mejorada. Sin embargo, la remodelación fue más bien un atentado. Se achicó el espacio, el “diálogo” entre los elementos museográficos se empobreció, una sensación de desorden invadió a la muestra. Incluso retiraron la excelente maqueta de Machupicchu. Sólo en el Perú se puede hacer una intervención para malograr lo que es aceptable. Cambios para retroceder. [2]
ATENTADO CONTRA LA CULTURA
Pero lo peor ha ocurrido recientemente. La exposición permanente fue desarmada para utilizar los espacios en las cumbres mencionadas. Se experimenta una sensación perturbadora al mirar la transformación ocurrida en la zona donde estaban los orígenes de la cultura andina, el Arcaico y el Formativo. Nadie niega la trascendencia de dichos eventos, pero sólo un país bárbaro desactivaría la principal muestra permanente de su museo nacional para realizar actividades ajenas al museo. No nos imaginamos una situación similar en ningún país latinoamericano. Desafortunadamente, en nuestro país hay autoridades capaces de eso. Hace poco un ministro dijo que el Perú no necesita museos.[3]
La ausencia de la exposición permanente sobre el Antiguo Perú, no ha podido ser llenada por las muestras denominadas Tradición y diversidad en el arte peruano y Unidad en la diversidad: Aproximaciones temáticas a la historia peruana. En ambos casos se trata de piezas excepcionales, pero sin un acompañamiento adecuado de recursos museográficos. La mayor parte de los bienes exhibidos ni siquiera tiene pie de objeto. Dos muestras insuficientes y desconcertantes para los que sabemos lo que era el Museo de la Nación. Hay que agregar que actualmente tampoco hay acceso a la Sala de los Tesoros (bóveda). En nuestro país las instituciones son tan frágiles, que las decisiones de dos o tres personas -de turno en el poder- pueden traer abajo logros alcanzados en años.
Los amplios espacios del museo de la Av. Javier Prado han sido una esperanza para el público visitante de exposiciones. Todos sabemos que las investigaciones arqueológicas del futuro obligarán a ampliar los contenidos del Antiguo Perú. Además, en algún momento se tendrá que hacer salas permanentes dedicadas a los períodos virreinal y republicano. Y por supuesto, hay que ir preparando áreas dedicadas a las sociedades amazónicas. Ahora más que nunca.
Ya sabemos que el MNAAHP no tiene posibilidades de ampliación. Por eso reclamamos que los espacios del Museo de la Nación sean principalmente para las áreas de exhibición, depósitos e investigación. Hay la sensación de que en los últimos años han aumentado las áreas de oficinas.[4] Nosotros planteamos que los primeros pisos deben estar reservados para las actuales y futuras exposiciones. No se puede castigar al público condenándolo a subir por los ascensores a los pisos superiores, por eso es necesario enviar las oficinas a los pisos altos. Por ejemplo, cuando se construya el Museo de la Memoria culminará la muestra Yuyanapaq que se encuentra en el sexto piso. Ahí se puede crear espacios para oficinas, pero por favor reserven los pisos bajos para salas de exposición.[5]
A propósito, las autoridades trasladaron al museo algunas dependencias del Ministerio de Educación. Esto ya es el colmo, una prueba palpable de que los políticos no tienen ningún respeto por la cultura. Esperamos que los intelectuales y científicos del Museo de la Nación hagan escuchar su voz de protesta ante esta invasión; un trabajador del patrimonio del país no puede ser comparsa de políticos jumentos.
Aquí una perla más sobre la intromisión política que afecta -en vez de proteger- a los bienes culturales. Recordemos que hace poco se exhibieron en Palacio de Gobierno quince mantos paracas recientemente restaurados. Lo escandaloso era que varios de los textiles estaban ubicados al lado de las ventanas. Las delgadas cortinas blancas no impedían a la luz solar descargar sus efectos nocivos sobre los mantos. El desatino fue resuelto varios días después de la inauguración. ¿A quién se le ocurrió llevar los mantos a Palacio sin tomar las precauciones necesarias? ¿El responsable ha sido sancionado?
TESOROS OCULTOS
Pensando en exposiciones futuras queremos comentar un asunto que nos parece pertinente. En Lima hay obras maestras de la historia del arte peruano que se encuentran inexplicablemente lejos del alcance del público. Piezas que ningún país mantendría guardadas, por el contrario las mostraría con orgullo a propios y extraños. Por ejemplo, el MNAAHP posee un tumi de la cultura Lambayeque que se salvó del robo de 1981. Creemos que es el tumi más importante -después del que fue destruido a consecuencia del mencionado atentado- y sin embargo permanece guardado bajo estrictas medidas de seguridad. Sugerimos llevarlo al Museo de la Nación, no faltará alguna empresa que quiera donar una vitrina blindada para una pieza símbolo del Perú.
Otro caso es el famoso pelícano de plata del Convento de Nuestra Señora del Prado. Esta joya máxima de la metalurgia virreinal debe ser el centro de una futura sala dedicada a ese período en el Museo de la Nación. Hoy permanece segura en la bóveda de un banco, pero es urgente exhibirla en el museo. Lo mismo pasa con la escultura de Baltazar Gavilán, el Arquero de la muerte. Hoy se conserva en el convento de San Agustín, pero un día deberá disparar sus saetas contra la vanidad humana en el Museo de la Nación.
También hay que recordar la serie de santos fundadores de órdenes religiosas del taller de Zurbarán. Todos sabemos que está temerariamente guardada en el convento de la Buena Muerte, en Barrios Altos. Estamos seguros que si mañana asaltan la casa de los venerables padres camilos, se perderán estos buenos ejemplares de la pintura barroca y nos vamos a lamentar inútilmente. Sin duda estarán más seguros en el Museo de la Nación. Debemos estar locos los peruanos para tener guardadas estas maravillas. Confiamos en que las Agustinas Hijas del Santísimo Salvador, los padres agustinos y los padres camilos prestarán con agrado sus bienes, sabiendo que van a un lugar donde se les brindará seguridad y conservación. Sin perjudicar la propiedad.
Hay que agregar que algunas instituciones estatales pueden derivar piezas importantes al Museo de la Nación. En Palacio de Gobierno hay obras de diversos artistas peruanos, al menos una parte podría ir al museo, donde tendría mayor utilidad. Una pintura notable de Francisco Laso titulada La Justicia, pertenece a la Corte Suprema; también debe ir al museo. Habría que bucear en otras instituciones públicas y trasladar los bienes culturales a los museos correspondientes. Igualmente, hay numerosos bancos y empresas privadas que poseen notables colecciones. Nada perderían prestando sus obras al museo, la cultura sólo es útil cuando se comparte.
Por otro lado, la Municipalidad de Lima posee una de las más importantes colecciones de pintura en nuestro país (Pancho Fierro, Merino, Laso, Hernández, Sabogal, Urteaga, Tilsa, Szyszlo, Bagate, Guayasamín, etc.). Una parte de este acervo se muestra en una pequeña galería, incluso varias pinturas han sido restauradas, cosa que felicitamos. Sin embargo, muchas obras se encuentran ubicadas absurdamente en oficinas casi inaccesibles.[6] La verdad es que el municipio -hace rato- debería tener un museo de arte o en todo caso, podría prestar piezas al Museo de la Nación. De esta manera las ponemos al alcance de todos y vamos enriqueciendo las muestras permanentes que debe tener un museo nacional. Creemos que el criterio es llevar las cosas al lugar más apropiado: donde estén más seguras, donde sean más útiles y donde la gente las pueda ver.
En ese sentido, hace poco vimos en Palacio de Gobierno una pequeña escultura de E. Vaumetti, La cuadriga caída. En realidad pasa desapercibida. Más conveniente sería enviarla al Museo de Arte Italiano. Además, tenemos entendido que en Palacio hay algunas pinturas de autores italianos, ¿no sería mejor el traslado al museo del Parque Neptuno? Pongamos cada cosa en su lugar.
Una vez más insistimos, hay que preservar las áreas del museo para el futuro. Existen importantes colecciones privadas que en algún momento podrían pasar al Estado. Por eso necesitamos museos públicos prestigiosos, dinámicos y seguros, para que los coleccionistas se animen a legar sus tesoros al Estado. Es vital evitar la dispersión de las colecciones, como tantas veces ha ocurrido. Por ejemplo, se supone que las autoridades ya han previsto el lugar que recibirá a la colección Poli, cuando el polémico dueño pase a mejor vida. Esas piezas tienen que ser rescatadas, tarde o temprano. Sin duda, el Museo de la Nación será el lugar apropiado para acogerlas.


PONERSE AL DÍA
Otro aspecto que debemos anotar es la presencia del museo en Internet. Es una vergüenza que el Museo de la Nación no tenga su propio espacio en la Web. Cierto que hay información en la página del INC (http://inc.perucultural.org.pe/), pero no es suficiente. Todo museo que se respete aprovecha al máximo este recurso moderno, basta ver las experiencias realizadas por el Museo Chileno de Arte Precolombino (http://www.precolombino.cl/), el Museo del Oro del Banco de la República de Colombia (http://www.banrep.gov.co/museo/esp/home.htm), el Museo del Templo Mayor (http://www.templomayor.inah.gob.mx/), el Museo Nacional de Antropología de México (http://www.mna.inah.gob.mx/), o el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo de Guayaquil (http://www.museomaac.com/).
Para colmo, hasta los primeros días de julio la página del INC brindaba información desactualizada. Ahí se describía el contenido de la exposición permanente:
SALA 1: De la recolección a la agricultura.
SALA 2: Los orígenes de la Civilización Andina.
SALA 3: Los Desarrollos Regionales.
SALA 4: Interacción Multirregional.
SALA 5: Reinos y Señoríos.
SALA 6: El Tahuantinsuyo.
Es inaceptable que un visitante lea una cosa en Internet y llegue al museo para decepcionarse. El público merece respeto.
La tarea urgente es presentar exposiciones permanentes que expliquen el derrotero de la cultura nacional en todas sus vertientes. Claro que el Antiguo Perú debe tener un lugar especial, no porque sea continuar con la “tendencia perniciosa de mostrar al Perú como un gran complejo arqueológico” que “difícilmente puede representar al Perú como Nación”, -así se expresó alguna vez un despistado funcionario del museo-, sino porque ese es el acervo más importante que posee dicha institución. Entender la Cultura Andina en su etapa de autonomía es la base para la comprensión de lo que pasó después y lo que somos hoy.
Desafortunadamente el Estado desconoce el papel vital que los museos pueden jugar en la educación. Eso explica que la Sala de los Niños ya no exista. Y todos los responsables duermen tranquilos.
Queremos museos repletos de estudiantes y maestros. No nos referimos a las estériles visitas con masas de alumnos escuchando al guía y anotando desesperados. Casi sin mirar las piezas. Nada de eso; queremos guías capacitados en el trabajo con niños, que orienten a pequeños grupos en la apreciación de los objetos exhibidos. Guías que enseñen a mirar y a pensar. Así la visita al museo será una experiencia vital. Podemos soñar también con profesores que dejen tareas que involucren a la familia: los alumnos deben visitar un museo para averiguar temas específicos. Pero acompañados de sus padres. Un día esos niños crecerán y serán autoridades. Estamos seguros que no destruirán los museos.





[1] Escribimos este texto en julio de 2009. Actualmente el museo está preparando su nueva exposición permanente. Esperamos con interés los resultados.
[2] Recomendamos leer el texto de Fedora Martínez titulado Aniversario del Museo de la Nación: http://espaciomuseal.blogspot.com/2009/03/aniversario-del-museo-de-la-nacion.html
[3] El señor Ántero Flores Aráoz ha demostrado su indigencia intelectual pero aún lo vamos a tener que soportar en el escenario de la política nacional.
[4] La invasión de oficinas en los espacios expositivos se inició el año 2004 con la 45 Reunión de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo BID que también se realizó en el museo. Las oficinas construidas para tal efecto quedaron permanentes.
[5] Urge retirar las oficinas de los pisos bajos. No hay que usar el pretexto del “dinero invertido”, ¿acaso tuvieron escrúpulos cuando arrasaron con la gran muestra del Antiguo Perú?
[6] Esta situación es una muestra más del retrógrado “patrimonialismo” de los políticos peruanos: aprovechan los bienes públicos como si fueran parte de su patrimonio personal. En algunos casos patológicos -el actual alcalde de Lima- usan las obras como parte de su campaña electoral permanente.