Jhon
Michael Napán Napán
Sumilla:
Roma
en el siglo II sufrió una serie de cambios, a nivel social y político, uno de
esos cambios se hizo reflejar en una nueva estructuración del ejército (las
reformas de Mario) que a la vez estuvo relacionada con la expansión a
territorios en la parte nororiental de
Roma. En este contexto resalta la figura de Julio Cesar y su incursión en la
Galias, quien utilizando su ingenio e
innovación militar se enfrentó a los poderes locales por muchos años (58 - 50
a.d.C) obteniendo muchas victorias, y logrando finalmente la ansiada
pacificación de esta zona. Este trabajo pretende a partir de los Comentarios sobre la guerra de las Galias de
Julio Cesar[1],
identificar el papel que jugaron las innovaciones militares en las estrategias que emprendió el general para
lograr su cometido, así mismo encontrar una determinante o relación entre la
táctica de guerra y la estructura general militar.
Palabras claves: Julio
César, Estrategias, Innovación, reforma militar.
1.
Antecedentes.
Organización militar y la reforma de
Mario.
Roma
fue fundada en la Edad de Hierro europea, hacia el año 800 a.d.C. Reducida al
principio a una pequeña aldea a orillas del Tíber, fue creciendo hasta dominar
Italia entera y más tarde toda la cuenca del Mediterráneo. Si bien la conquista
de Italia duró 600 años, para someter los restantes territorios de Roma
necesitó poco más de 100 años (CONOLLY 1981:6). En el siglo II a.d.C. Roma era
una República. La conquista de Italia había llegado a su fin y su dominio se extendía a la
península Ibérica y áfrica noroccidental. Sus dos rivales, Cartago y Siria,
habían sido ya derrotados y únicamente el Estado griego de Macedonia mantenía
su actitud de desafío. En el año 168 a.d.C. las legiones romanas consiguieron,
tras tres años de campaña infructuosas obligar a las fuerzas macedonias a
librar una batalla de gran escala. La legendaria falange macedónica quedó
destrozada en la localidad griega de Pidna, al pie de la escarpada vertiente
del monte Olimpo. Así llegó a su fin el reino de Alejandro Magno, cuyo poder se
extendió desde Grecia hasta la India. La estructura militar de estos tiempos se
daba de la siguiente manera:
Antes de partir hacia Grecia, Paulo
(cónsul) designó a sus oficiales de estado mayor (tribunos), cuya primera tarea
consistía en reclutar soldados para sus legiones. En un determinado día del
año, los romanos válidos para el servicio militar se reunían en el monte Capitolino,
donde los tribunos seleccionaban a los hombres destinados a engrosar filas.
(CONOLLY 1981:10-11).
Con este fragmento podemos entender la idea
de reclutar soldados, que los romanos le daban el término de leva. Este modelo
que para algunos es considerado como milicia (CREDIMAR 2005:27) fue el instrumento
con el cual Roma había construido su imperio. El ejército romano era de
composición ciudadana y para el servicio en las legiones se necesitaba la
cualificación de propietario. El progresivo alejamiento de los frentes y la
necesidad interrumpida sobre el territorio rompieron la tradicional alternancia
cíclica del campesinado – soldado y dieron origen a una crisis del ejército. Las
continuas guerras del siglo II a.d.C. no solo transformaron la realidad del
ejército, sino las propias bases socioeconómicas del cuerpo cívico. Las
riquezas del imperio, desigualmente repartidas, contribuyeron a acentuar las
desigualdades sociales, y en una época donde el Estado tenía necesidad de un
mayor contingente de reclutas, éstos tendieron a disminuir como consecuencia
del empobrecimiento general y de la depauperización de las clases medias, que
empujaron a las filas de los proletari
a muchos pequeños propietarios, así se hizo más dificultoso el reclutamiento de
los legionarios (CREDIMAR 2005:28). A
finales del siglo II a.d.C. se va a dar una profunda reforma en el ordenamiento
militar, y va a estar a cargo de Cayo Mario. Si hasta entonces el servicio
militar estaba unido al censo, es decir, a la calificación del ciudadano por su
posición económica y, por ello, excluía a los proletari de la expresión romana que significa “productores de
prole”, aquellos que no alcanzaban un mínimo de fortuna personal, Mario logró
que se aceptase legalmente el enrolamiento de este grupo social en el ejército.
Esta disposición dado por Mario, no solo obedecía a cuestiones socio
estructurales, sino a cuestiones
prácticas, puesto que era necesario reclutar legionarios (para la guerra de
Numida por ejemplo), en tal sentido el cónsul abrió acceso a las legiones a
quienquiera que aspirase a la ciudadanía
romana, fueran o no propietarios. Los pobres se atropellaron para alistarse.
Lejos de reclamar un rápido licenciamiento, esperaban continuar indefinidamente
en ellas. Los cimientos de un ejército profesional estaban puestos (CONOLLY 1981:26).
En el sistema antiguo las legiones eran enroladas cada vez que se iniciaba una
nueva campaña, sin que llegara a consolidarse nunca un sentimiento definitivo
de identidad y conocimiento del desenvolviendo en el campo de batalla. Por
ejemplo en la campaña contra el germano Arivisto, Julio Cesar hizo alarde del
sentimiento identitario del ejército romano, esto significó una envión anímica
a toda la legión.
Ya en tiempo de nuestros padres se
hizo prueba de semejantes enemigos, cuando en ocasión de ser derrotados los
cimbros y teutones por Cayo Mario, la victoria, por opinión común, se debió no
menos al ejército que al general. Hízose también no ha mucho en Italia con
motivo de la guerra servil, en medio de que los esclavos tenían a su favor la
disciplina y pericia aprendida de nosotros, donde se pudo echar de ver cuánto
vale la constancia; pues a éstos, que desarmados llenaron al principio de un
terror pánico a los nuestros, después los sojuzgaron armados y victoriosos. Por
último, esos germanos son aquellos mismos a quienes los helvecios han batido en
varios encuentros, no sólo en su país, sino también dentro de la Germania
misma; los helvecios, digo, que no han podido contrarrestar a nuestro ejército.
Si algunos se desalientan por la derrota de los galos, con averiguar el caso,
podrán certificarse de cómo Ariovisto al cabo de muchos meses que sin dejarse
ver estuvo acuartelado, metido entre pantanos, viendo a los galos aburridos de
guerra tan larga, desesperanzados ya de venir con él a las manos y dispersos, asaltándolos
de improviso, los venció, más con astucia y maña que por fuerza. Pero el arte
que le valió para con esa gente ruda y simple, ni aun él mismo espera le pueda
servir contra nosotros. (JULIO CÉSAR 1986:21)
Así mismo el conocimiento del desenvolvimiento
en batalla o las ejecuciones, se hacían debido a la experiencia como militares
profesionales, que sabían como actuar en determinadas ocasiones, y en algunos
casos sin la presencia de su general. Esto también lo encontramos en los
comentarios de Julio Cesar:
En medio de tantas dificultades dos
circunstancias militaban a su favor: una era la inteligencia y práctica de los
soldados, que como ejercitados en las anteriores batallas, podían por sí mismos
dirigir cualquier acción con tanta pericia como sus decuriones; la otra haber
intimado César la orden que ninguno de los legados se apartase de su legión
durante la faena del atrincheramiento. Así que, vista la prisa y cercanía del
enemigo, sin aguardar las órdenes de César, ejecutaban lo que parecía del caso.
(1986:36)
Anteriormente la paga era muy escasa, además
se exigía a cada soldado que adquiera su propia armadura[2]. Los nuevos legionarios
eran pobres y en muchos casos no habrían podido proveerse de una protección
adecuada; para paliar esta situación, la paga fue incrementada, y cada mes se
le repartía sus raciones (JULIO
CÉSAR 1986:14).
Desde el momento en que todos los soldados podían proveerse de un equipo
completo, la diferencia entre tropas pesadas y ligeras quedó abolida. Los velites de la época de Emilio Paulo,
cuyo ligero armamento se reducía a un escudo y varios venablos, desaparecieron
de la escena histórica (CONOLLY 1981:26).
La
gran unidad táctica básica, la Legión, sufrió una reforma radical. En lugar de
los treinta manípulos de infantería pesada, se forman ahora diez cohortes, cada
cual con su estandarte, compuestas por cinco o seis centurias de hombres. Se
pierden los 1.200 hombres de la infantería ligera, pero el total legionario
pasa de 4.500 a
6.000 hombres. El motivo de este cambio fue que la anterior organización, muy
apta para luchar por los Apeninos o contra la poco móvil falange griega,
resultaba demasiado vulnerable ante la acometida masiva y a la ligera de los
germanos (DUARTE 2004:38). Así tenemos entonces que con la reforma de Mario se
configuró una nueva forma de ejército, que a partir de entonces estaría formado
por soldados profesionales, leales ya no al estado, sino a sus generales. Con
el nacimiento de estas nuevas legiones, entramos en el corto pero brillante periodo
de los generales aventureros (CONOLLY 1981:26).
2.
Entre
innovación y estrategia: Julio Cesar en las Galias.
Hacía
la época del nacimiento de César (100 a.d.C.) vastas hordas de germanos
arremetieron contra el Sur y sólo tras un considerable derramamiento de sangre
pudo garantizarse la seguridad de la península itálica. No obstante, 40 años
después, las tribus comenzaban a
agitarse de nuevo. César vislumbró la oportunidad de conquistar gloria y
fortuna y se dirigió, a la cabeza de sus legiones a Francia central donde se
encontraban los helvecios. Éstos decidieron establecerse en zonas más
productivas, conocida como la Galia Narbonense[3], a medida que avanzaban
para llegar a su destino se dedicaron al pillaje entre las tierras de los
eduos. Este hecho fue la excusa perfecta para que César les niegue el paso y al
ver su caminos cortado, el enfrentamiento fue inevitable. Fue en la batalla de
Bibracte donde Julio César obtiene su primer triunfo (con solo cuatro legiones),
Gil considera que logró derrotar a los helvecios gracias a la mejor calidad de
sus espadas, las gladius romanas eran más cortas y manejables que las largas
espadas galas (2004:48), Julio César retrata este evento de la siguiente
manera:
Los
soldados, disparando de alto a bajo sus dardos, rompieron fácilmente la
empavesada enemiga, la cual desordenada, se arrojaron sobre ellos espada en
mano. Sucedíales a los galos una cosa de sumo embarazo en el combate, y era que
tal vez un dardo de los nuestros atravesaba de un golpe varias de sus rodelas,
las cuales, ensartadas en el astil y lengüeta del dardo retorcido, ni podían
desprenderlas, ni pelear sin mucha incomodidad, teniendo sin juego la
izquierda, de suerte, que muchos, después de repetidos inútiles esfuerzos, se
reducían a soltar el broquel y pelear a cuerpo descubierto. Finalmente,
desfallecidos de las heridas, empezaron a cejar y retirarse a un monte distante
cerca de una milla (1986:15)
Pero
según el relato de César, no solo juegan un papel importante las espadas, sino
también los dardos. En este punto hay que decir que fue Mario quien observó que
la larga varilla de hierro de este tipo de pilum
no se doblaba siempre al chocar y que el enemigo se deshacía de ellas. Por
consiguiente, decidió sustituir uno de los remaches por un tarugo de madera que
quedaba hecho astillas tras el choque (CONOLLY 1981:35). En la batalla con
Ariovisto en el año 58 a.d.C. (victoria romana aplastante en Vosgos) los
germanos ya tenían en cuenta el potencial de las lanzas, aún así, no pudieron
hacer nada ante las espadas y el ordenamiento militar profesional de César.
…y
empezó el ataque desde su ala derecha, por haber observado caer allí la parte
más débil del enemigo. Con eso los nuestros, dada la señal, acometieron con
gran denuedo. Los enemigos de repente se adelantaron corriendo, para que a los
nuestros no quedase lugar bastante a disparar sus lanzas. Inutilizadas éstas,
echaron mano de las espadas. Mas los germanos, abroquelándose prontamente
conforme a su costumbre, recibieron los primeros golpes. Hubo varios de los
nuestros que saltando sobre la empavesada de los enemigos y arrancándoles los
escudos de las manos, los herían desde encima.
Como
mencionamos anteriormente, el ejército romano era profesional, formado por
tropas de línea, hombres solteros en su mayoría y soldados de profesión; a
diferencia del “ejército” de Ariovisto que estaba conformado por milicias, es decir,
por todos los hombres de una “nación” capaces de empujar las armas. Como
anotaría más tarde Napoleón “nada hay, pues, de extraordinario en los éxitos
obtenidos por César en es campaña, lo que no disminuye, por otra parte, la
gloria que tiene merecida” (JULIO CESAR 1986: 29). Y no disminuye por el hecho
de que es Julio César un personaje principal en la incursión de las Galias, con
esto no solo se quiere ver la corta duración, el tiempo breve, al individuo y
al acontecimiento (BRAUDEL 1982:64), sino ver desde su repercusión coyuntural (después
de las reformas de Mario). Con esta aclaración previa, es pertinente hablar de
las estrategias particulares (denominado por Braudel como acontecimiento explosivo, detonante)
para entender las repercusiones posteriores (para nuestro caso la guerra), así
mismo los antecedentes que llevan a explicar la misma. En los Comentarios
sobre la guerra de las Galias encontramos una serie de estrategias
militares que van desde la ubicación y posicionamiento del ejército, hasta la
construcción de materiales de guerra, ingeniería militar (espadas, galerías,
torres, puentes), que para fines prácticos del trabajo le denominamos
innovación.
Una
de las primeras estrategias, o también llamadas tácticas de guerra fue la que
se dio contra Ariovisto y fue de la siguiente manera.
Al
otro día César, dejando en los dos campos la guarnición suficiente, colocó los
auxiliares delante del segundo a la vista del enemigo, para suplir en
apariencia el número de los soldados legionarios, que en la realidad era
inferior al de los enemigos. Él mismo en persona, formado su ejército en tres
columnas, fue avanzando hasta las trincheras contrarias. Los germanos,
entonces, a más no poder salieron fuera, repartidos por naciones a trechos
iguales, harudes, marcómanos, tribocos, vangiones, nemetes, sedusios y suevos,
33 cercando todas las tropas con carretas y carros para que ninguno librase la
esperanza en la fuga.
La
apariencia y la división de sus legiones para luego atacar fue una de las
tantas tácticas que el César utilizaría, pero la división no solo se haría con
sus legiones, otra de sus estrategias fue dividir al enemigo para de esa manera
mermar la fuerza de ataque. En la incursión contra los belgas hará alarde de ello:
César,
esforzando a los remenses, y agradeciéndoles sus buenos oficios con palabras
muy corteses, mandó venir a su presencia todo el Senado y traer a los hijos de
los grandes por rehenes. Todo lo ejecutaron puntualmente al plazo señalado. Él,
con gran eficacia exhortando a Diviciaco el eduo, le persuade lo mucho que
importa al bien común de la república el dividir las fuerzas del enemigo, para
no tener que lidiar a un tiempo con tantos; lo cual se lograría si los eduos
rompiesen por tierras de los beoveses y empezasen a talar sus campos. Dado este
consejo, le despidió. Ya que tuvo certeza por sus espías y por los remenses,
cómo unidos los belgas venían todos contra él, y que estaban cerca, se anticipó
con su ejército a pasar el río Aisne, donde remata el territorio remense, y
allí fijó sus reales, cuyo costado de una banda quedaba defendido con esta
postura por las márgenes del río, las espaldas a cubierto del enemigo, y seguro
el camino desde Reims y las otras ciudades para el transporte de bastimentos.
Una vez que derrotó a los belgas, César se
dedica a someter a las tribus de la zona occidental sin grandes apuros, en la
marcha contra los suesones, fronterizos de los remenses, encontraría
resistencia en la ciudad de Novo (Beauvais) protegida con sus altas torres, es
allí donde encontramos la utilización de la ingeniería de guerra (las galerías
y las bastidas), que posteriormente fueron mejoradas en el asedio en Avarico
(Avaricum)
En esto todas las tropas de suesones que venían huyendo
se recogieron la noche inmediata a la plaza. Mas asestadas sin dilación las
galerías, formando el terraplén, y levantadas las bastidas; espantados los
galos de la grandeza de aquellas máquinas, nunca vistas ni oídas, y de la
presteza de los romanos en armarlas, envían diputados a César sobre la entrega,
y a petición de los remenses alcanzan el perdón.
La
galería es un “camino defendido lateralmente por maderos clavados al suelo y
techado con tablas cubiertas de materias poco combustibles construido en
terreno expuesto a los tiros de una plaza, para poder acercarse a su muralla” y
la bastida era una “torre de asalto sobre ruedas para acercarse a la muralla” (RAE:
2012). No hay que sorprendernos de la conmoción que haya suscitado entre los
combatientes bárbaros, puesto que estos poseían escasísimas nociones de la
guerra, que ignoraban el arte de tender un puente, de levantar rápidamente un
atrincheramiento, de construir una torre,
etc. Un ejemplo de ello se da con
la persecución a los Helvecios quienes cruzaban el Ródano con balsas y barcones.
“Los helvecios, espantados de su repentino arribo [de las legiones del César],
viendo ejecutado por él en un día el pasaje del río, que apenas y con sumo
trabajo pudieron ellos en veinte, despáchanle (sic) una embajada…”. Pero sin
lugar a dudas, el sistema de puentes más exitoso e innovador será el que se construya en el
Rin. El Rin era el río mayor y más potente que los
romanos habían visto nunca. Raro era el lugar en que tenía menos de medio Kilometro de anchura. Para cruzarlo
debió recurrirse a embarcaciones, y se daba por descontado que era imposible la
construcción de un puente sobre el río (CONOLLY 1981:28), los “puentes”
militares que utilizaban las legiones romanas en esa época eran barcazas que se
amarraban entre sí y de la misma forma se colocaba entre ellas una vía de paso.
Pero para cruzar el Rin era necesaria una construcción más sólida, por lo cual
César decidió construir una serie de armazones de madera, sobre los que apoyar
la vía. Conolly nos dice que es muy probable que dicha construcción la hayan realizado
en Coblenza, donde el río tiene aproximadamente medio kilómetro de anchura y
más de ocho metros de profundidad. Sobre la construcción César lo describe de
la siguiente manera
…La traza, pues, que
dio 75 fue ésta. Trababa entre sí con separación de dos pies dos maderos
gruesos pie y medio, puntiagudos en la parte inferior, y largos cuanto era
hondo el río; metidos éstos y encajados con ingenios dentro del río,
hincábanlos con mazas batientes, no perpendicularmente a manera de postes, sino
inclinados y tendidos hacia la corriente del río. Luego más abajo, a distancia
de cuarenta pies, fijaba enfrente de los primeros otros dos trabados del mismo
modo y asestados contra el ímpetu de la corriente; de parte a parte atravesaban
vigas gruesas de dos pies a medida del hueco entre las junturas de los maderos,
en cuyo intermedio eran encajadas, asegurándolas de ambas partes en la
extremidad con dos clavijas; las cuales separadas y abrochadas al revés una con
otra, consolidaban tanto la obra y eran de tal arte dispuestas, que cuando más
batiese la corriente, se apretaban tanto más unas partes con otras. Extendíase
por encima la tablazón a lo largo, y cubierto todo con travesaños y zarzos,
quedaba formado el piso. Con igual industria por la parte inferior del río se
plantaban puntales inclinados y unidos al puente, que como machones resistían a
la fuerza de la corriente; y asimismo palizadas de otros semejantes a la parte
arriba del puente a alguna distancia, para que si los bárbaros con intento de
arruinarle, arrojasen troncos de árboles o barcones, se disminuyese la
violencia del golpe y no empeciesen al puente.
Así se construyó el puente
en tan solo diez días, a través del cual
condujo a su ejército a la otra orilla, pero así mismo ocho días después las
legiones se retiraban y destruían tras ellas el recién construido puente.
Después de la
expedición Germania, César se dedico a
su proyecto de invasión de Bretaña (55 a.d.C.). Con sus tropas, atravesó el
canal dos veces en dos años sucesivos, pero su intención, al parecer, era la de
impresionar, no a las tribus locales de Bretaña, como en el caso de Germania,
sino al Senado romano. Como anteriormente, se retiró sin dejar huella. En un principio etnias galas se mostraban de
manera amigable con los romanos, pero luego comenzaron a constatar que no tenían
intenciones de marcharse. Durante el invierno de los años 54 – 53 a.d.C. las
etnias del noreste se levantaron y atacaron los campamentos romanos. Una legión
y media fueron exterminadas, pero la revuelta fue solo parcial y terminó en un
fracaso (CONOLLY 1981:29). Como decíamos anteriormente, la situación en las
galias se ponía más tensa, debido a que los romanos no consideraban a estos
como sus aliados, sino como etnias conquistadas. En la primavera del año 52
a.d.C. las etnias se sublevaron de nuevo, pero esta vez bajo la dirigencia de
Vercingétorix. Para esto los galos habían planeado una estrategia de tierra
arrasada, se retiraban dejando tras de ellos solo cenizas de aldeas y cultivos.
El pueblo de Avaricum (considerada la ciudad más bella de la Galia) confiaba en
la defensa sus muros y se negó a abandonarla y quemar cultivos. El César llega
a las puertas y no se amilana ante sus
murallas es así que decide “…formar el terraplén, armar las baterías y levantar
dos bastidas, porque la situación impedía el acordonarla” (JULIO CÉSAR 1986:116),
la estructura se armó de la siguiente manera:
Tiéndense en el suelo
vigas de una pieza derechas y pareadas, distantes entre sí dos pies, y se
enlazan por dentro con otras al través, llenos de fagina los huecos; la fachada
es de gruesas piedras encajonadas. Colocado esto y hecho de todo un cuerpo, se
levanta otro en la misma forma y distancia paralela, de modo que nunca se
toquen las vigas, antes queden separadas por trechos iguales con la interposición
de las piedras bien ajustadas. Así prosigue la fábrica hasta que tenga el muro
competente altura. Éste por una parte no es desagradable a la vista, por la
variedad con que alternan vigas y piedras, unas y otras en línea recta paralela
sin perder el nivel; por otra parte es de muchísimo provecho para la defensa de
las plazas, por cuanto las piedras resisten al fuego, y la madera defiende de
las baterías, que como está por dentro asegurada con las vigas de una pieza por
la mayor parte de cuarenta pies, ni se puede romper ni desunir. (JULIO
CÉSAR 1986:118)
César construye así un
torreón de 100 metros de ancho y 300 metros de largo que se acerca sobre una
rampa sobre las murallas y cuando está el torreón a la altura de sus murallas,
desciende una trampilla sobre ellas que sirve de trampolín a los romanos,
haciendo inútiles las altas murallas de la ciudad (GIL 2004:62). Los romanos
“no perdonaban ni a viejos, ni a mujeres, ni a niños. Basta decir que de
cuarenta mil personas se salvaron a penas ochocientas” (JULIO CÉSAR 1986:120). Luego
de la toma de Varicum siguieron los enfrentamientos, Vercingétorix continuó su
retira hasta Gergovia donde se hizo fuerte, las legiones intentaron tomar la
colina, pero fracasaron. Por primera vez, César sufría una derrota y con esto
la moral de los galos subió. Su caballería lanzó un ataque contra las legiones,
pero los jinetes germanos -recientemente reclutados por César- las salvaron del
desastre. Los galos fueron derrotados y Vercingétorix se retiró a Alesia, donde
se preparó para resistir un asedio. Así llegamos ante un hecho importante en lo
que es la innovación y estrategia militar combinada, además el punto crucial
que significaría la pacificación de la Galia. Así
Informado César de
estos proyectos por los desertores y prisioneros, formó de esta suerte las
líneas: Cavó un foso de veinte pies de ancho con las márgenes aniveladas, de
arte que el suelo fuese igual en anchura al borde; todas las otras
fortificaciones tirólas a distancia de cuatrocientos píes de este foso, por
razón de que habiendo abarcado por necesidad tanto espacio, no siendo fácil
poner cordón de soldados en todas partes, quería evitar los ataques improvisos
o nocturnos del enemigo, y entre día los tiros contra los soldados empleados en
las obras. Después de este espacio intermedio abrió don zanjas, anchas de
quince pies y de igual de altura; la interior llenó de agua, guiada del río por
sitios llanos y bajos. Tras éstas levantó el terraplén y estacada de doce pies,
guarnecida con su parapeto y almenas con grandes horquillas a manera de asta de
ciervo, sobresalientes entre las junturas de la empalizada, para estorbar al
enemigo la subida. Todo el terraplén cercó de cubos, distantes entre sí ochenta
pies…
Concluidas estas
cosas, siguiendo las veredas más acomodadas que pudo según la calidad del
terreno, abarcando catorce millas, dio traza cómo se hiciesen otras
fortificaciones semejantes, vueltas a la otra banda contra les enemigos de
fuera, para que ni aun con mucha gente, si llegase el caso de su retirada,
pudiesen acordonar las guarniciones de las trincheras, y también porque no se
viesen, obligados a salir de ellas con riesgo, manda que todos hagan provisión de
pan y heno para treinta días.
De esta manera se obtiene
una muralla de maderas reforzadas con torres de vigía y de defensa que rodean
la ciudad por completo en un perímetro de 15 millas (unos 27 Kilómetros). En el
interior de ese perímetro existían trampas. Con la intención de cuidarse de un
eventual ataque, construye un nuevo
perímetro (38 kilómetros) para protegerse las espaldas dejando un espacio de
unos 200 metros entre el perímetro interior y exterior, para maniobrar en caso
de ataque y donde ubica 23 campamentos de legionarios (GIL 2004:66). Con el
asedio pronto faltaron alimentos entre los galos, en un acto de desesperación
Vercingétorix expulsó a todos los que no podían combatir (ancianos, mujeres y niños) y suplicó a César
que los aceptase, este hizo caso omiso
por lo que acabaron por morir de hambre. Finalmente aparece el tan ansiado
“ejército” de refuerzo galo. Una formidable masa de más de 250 000 guerreros,
lanzan un asalto brutal sobre las defensas romanas, que se muestran muy
eficaces. Es una lucha de la ingeniería romana contra la fuerza bruta gala. Y
una vez más, la falta de liderazgo y concepción individual de los galos en la
batalla hacen que no se produzcan ataques simultáneos organizados (GIL 2004:67).
3.
A modo de Conclusión.
Esta
parte del trabajo quiero iniciarla con una frase que corresponde a Jean Paul
Sartre que se encuentra en la parte inicial del libro Apogeo y crisis de la República Aristocrática cuyos autores son
Alberto Flores Galindo y Manuel Burga:
Yo
pensaba que si la verdad es una, es menester, como ha dicho Gide de Dios, no
buscarla en ningún lugar que no sea en todo. Cada producto social y cada
actitud, la más intima, la más pública, encarnan alusivamente esa verdad. Una
anécdota refleja toda una época lo mismo que una constitución política.
Lo
que quiero decir con esta frase es algo simple, y es que la guerra de las
Galias como anécdota encarna una verdad incuestionable, y es la transición de
lo que es la República hacia el Imperio (expansión, control de colonias, poder
absoluto) esto a la vez se encuentra avalado dentro de una crisis coyuntural
que se inicia en el siglo II y que conlleva a una serie de cambios, uno de
estos cambios se verá reflejado en la opción de incluir a los más pobres dentro
de los planes republicanos, y es el caso de la reforma militar, con la cual los
proletari tienen la opción de ser
ciudadanos. Así mismo la reforma militar va a reflejar la innovación y
estrategias (nuevas espadas, la construcción de torres, galerías, puentes) que
se pondrán en práctica en el campo de batalla, esto solo se logró debido a que
el ejército era profesionalizado, joven y,
con un sentido identitario, que reciben un sueldo, además la presencia
de generales (como el caso de César) que se muestran como guías y figuras
importantes para superar las barreras de la guerra, y que no solo lo hacen por
“amor patrio”, sino por conseguir un posicionamiento importante en Roma.
BIBLIOGRAFÍA
BLANCH NOUGUÉS, José María (2011). “Una visión
histórica y jurídica sobre el ejército romano”. En: Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XLIV p. 29-48
BRAUDEL, Fernand (1982). “La larga duración”. En: La historia y las Ciencias Sociales. Madrid:
Alianza Editorial. pp. 60 -106.
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Julio César (1986). La guerra de las
galias. Con las notas de Napoleón. (José Goya Muniáin y Manuel Balbuena,
Trads.). Barcelona, España: Orbis. 163 pp.
CONNOLLY,
Peter (1981). La legiones romanas.
(José Ferré Grau, Trad.). Madrid, España: Espasa Calpe. 77 pp.
CREDIMAR
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Roma I. (Vol.7.) Lima:
Quebecur World Perú. 98 pp.
DUARTE,
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GIL
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ROSTOVTZEFF,
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última crisis. (4 ed.)(Tula Núñez de la Torre, Trad.) Buenos
Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires. 179 pp.
SIERRA
ESTORNÉS, David (2012). “Las legiones romanas de época monárquica y
republicana: Un ejército armado por el estado”. En: Antesteria Nº 1, pp. 483-495.
[1]
Para este trabajo hacemos uso de la edición Orbis del año 1986, con la traducción del señor Goya
Muniáin.
[2]
Un nuevo estudio sobre este tema, a través del análisis de las fuentes
literarias, afirma que no se ha encontrado una sola referencia que indique específicamente
que los legionarios eran propietarios de sus armas, así apuesta por la
posibilidad de que durante la época monárquica y republicana fuera el Estado el
que equipara a sus legionarios para a guerra (SIERRA 2012:493 – 494). Esta
afirmación abre un debate en torno a los beneficios dotados por el estado tras
la reforma de Mario.
[3]
Para los romanos existían tres Galias, 1) Galia Cisalpina, desde los Alpes
hasta el río Rubicón. Hoy en día forma parte de Italia y es la zona que
llamamos los Alpes italianos; 2) Galia Narbonense, o la Galia con gente togada.
Es decir que vestían como los romanos y por tanto estaban romanizados. Era una
provincia habitada por romanos y celtas; 3) Galia Transalpina (llamada Galia
cabelluda) esta Galia se dividía a su vez en tres partes: la Bélgica al norte,
la Céltica al centro y la Aquitania al sur. (GIL 2004,43)
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