UNMSM
INTRODUCCION
El presente trabajo tratará sobre el pueblo inuit,
grupos étnicos que viven en el ártico y que poseen características comunes.
La investigación fue realizada teniendo como
principal meta la necesidad de hacer conocer una cultura de la que actualmente
se habla en todo el mundo, pero que, sin embargo, en nuestro país no es reconocida;
esto se evidencia en la dificultad de hallar libros o referencias sobre el tema
en bibliotecas nacionales. El valor de la información aquí contenida no se
limitaría solamente al nuevo interés mundial por los inuit, sino al ejemplo que
esta comunidad ha establecido, pues si bien enfrenta problemas como todos,
aquellas dificultades se han sabido sobrellevar, y en muchos casos, se han
contrarrestado, volviéndose de esa forma en una de las comunidades nativas
mejor representadas políticamente.
Para lograr un adecuado trabajo, con un problema de
investigación; se han realizado preguntas que se tratarán de explicar a lo
largo del estudio, tales son: ¿Cuál fue el origen del pueblo inuit?, ¿Cómo influenció
el contacto europeo a los tradicionales inuit?, ¿Cuál ha sido participación política
de los inuit para lograr una mayor autonomía?, ¿Qué antiguas tradiciones de estas comunidades
se han mantenido hasta la actualidad? Y ¿Cómo enfrentan los inuit los desafíos
que presenta el siglo XXI?
Ya señalado el problema de investigación, se partirá
a partir de ello a indicar los objetivos que se plantean para el presente
estudio, que son:
- Analizar a la cultura inuit desde sus orígenes, para
tener así una mejor comprensión de quienes son.
- Comprender cómo la presencia europea y extranjera en
general afectó e influencio esta sociedad y sus tradiciones.
- Señalar los desafíos que presentan los inuit y los
intentos propios de miembros de estas comunidades en obtener pacíficamente
mayor autonomía.
Por ello, para tratar de abarcar todas las preguntas
y objetivos que pretende esta
investigación, se ha divido el texto en tres capítulos. El primer capítulo dará una definición de lo que
significa en realidad el ser inuit, así como los antecedentes u orígenes de
esta cultura, que se remontarían a pueblos llegados de Siberia. En el segundo capítulo se desarrollarán los inicios
del contacto de los Inuit con europeos, y posteriormente con representantes de
gobiernos americanos; y también cómo tales contactos influenciaron social,
económica y políticamente sobre los inuit. En el tercer capítulo se dará un vistazo a lo que
fue cultural y socialmente la comunidad inuit en el pasado, haciendo un
contraste con lo que se vive en el ártico hoy en día, las tradiciones que se
mantuvieron, los cambios que se presentaron y los desafíos que plantea el siglo
XXI a los inuit.
Capítulo
I
Inuit es el
nombre común que se da a los distintos pueblos indígenas con similaridades
culturales que habitan en las tundras septentrionales de Los Estados Unidos y
Canadá; como también en partes de Groenlandia, y Rusia.
El término inuit significa “el pueblo” en el
lenguaje inuktitut , así mismo, el singular de tal palabra en el mismo lenguaje
es inuk, que denota “persona” y es aplicable tanto a hombres y mujeres pues en el
pueblo inuit no hay una clara distinción lingüística de géneros (Israel, s.f.).
El inuktitut es parte de las lenguas esquimo-aleutianas,
familia de lenguas habladas en casi todo el norte del continente Americano,
formando así una cadena lingüística, pues cada dialecto inuktitut es entendible
por sus dialectos vecinos. Por razones prácticas, las cadenas lingüísticas son
tratadas como un solo lenguaje, por lo que los dialectos inupiaq e inupiatum de
Alaska y los lenguajes inuktitut de Canadá
y Groenlandia son todos clasificados juntos (Billson, 2001).
El término “esquimal”, con el que anteriormente se
denominaba a esta comunidad, fue
sustituido por el de inuit, según lo acordado en la primera conferencia por el
Consejo Circumpolar Inuit en 1977 en Barrow, Alaska y conformado por
representantes indígenas de Canadá, Alaska y Groenlandia; sin embargo, el nuevo
término no fue aceptado por completo, pues el pueblo yupik, habitantes del Sur
de Alaska y de la península siberiana de Chukchi, se opusieron a ser
denominados de tal forma (Pound, 2005).
La palabra esquimal, que comprendía a ambos grupos
étnicos, el inuk y el yupik, sigue siendo un término válido para ambos grupos
en Alaska y demás zonas de Estado Unidos, a pesar de su contenido peyorativo
actual en territorios como Canadá.
Se indica que el término inuit es ofensivo pues se
cree que denota “los que comen carne cruda”, relacionándolo con la palaba “askâwa”
de origen Cree, lengua hablada por nativos de zonas más cálidas, y que significa “carne o huevos crudos” (Israel,
s/f) aunque el significado y origen aún siguen siendo discutidos por
lingüistas.
Se han propuesto nuevas denominaciones para englobar ambos grupos, como el término compuesto Inuit-Yupik, pero tampoco han
tenido gran éxito (Holton, s/f.). Un tercer grupo, los Aleutas, han sido
identificados en ciertas zonas de Alaska como en las Islas Aleutianas y en Kamchatka Krai, en
Rusia; este pueblo se diferenciaría a si mismo tanto de los inuit como de los yupik
y también tendrían que ser tomados en consideración para posibles futuras
denominaciones (Holton, s/f.).
Los asentamientos más importantes de los inuit en el
continente americano se encuentran en Alaska, específicamente en North Slope, Northwest
Arctic y la Península de Seward, y Nunatsiavut,
Nunavik, Nunavut en Canadá.
1.1 Antecedentes
Según las investigaciones realizadas, la historia de
los inuit podría dividirse en dos fases, la primera libre de influencias europeas, y la
segunda relacionada con un contacto con pueblos extraños a ellos, siendo tal
contacto motivo de cambio para las comunidades del ártico; otros señalan que la
primera fase también incluyen las pocas relaciones que hubieron con pueblos
como los vikingos, pues no fueron una amenaza para la cultura inuit.
Los estudios de aquella primera fase, de los
orígenes de los actuales inuit, señalan que este pueblo sería descendiente de
lo que se ha denominado “la cultura Thule” o “protoinuit”, cultura que emergió
de la zona occidental de la actual Alaska, luego de haber cruzado por Siberia,
cerca del año 1000 d.C, y que se extendió por todo el ártico, llegando en su
paso por oriente hasta Groenlandia en el año 1300. Los vínculos entre la Thule
y los Inuit son biológicos, culturales y lingüísticos (Gardiner, 2005).
La denominación Thule se originó por los primeros restos arqueológicos de estos
pueblos ubicados en Thule, ahora llamado Qaanaaq desde 1953, en el noroeste de Groenlandia.
Los Thule encontraron en su expansión a la cultura
paleoesquimal de Dorset, o como se le llamó en lengua inuktitut, los Tuniit.
Las culturas paleoesquimales habían habitado las zonas del ártico desde el año
2500 a.C aproximadamente, y con el paso del tiempo fueron desapareciendo de la
región, siendo la última cultura la Dorset, que finalmente fue desplazada en el
1500 d.C (Pound, 2005) ; esta última cultura fue apenas identificada como grupo
distinto a los Thule en 1925.
En los asentamientos Dorset que se han examinado en
los últimos años se han encontrado
arpones usados para cazar morsas y focas en aguas abiertas, herramientas
de pesca, cuchillos de nieve, placas de marfil usadas para proteger los
trineos, recipientes de esteatita tallados, y máscaras talladas de madera que sugieren una
bien desarrollada vida intelectual y ceremonial (Gardiner, 2005).
Los Thule en cambio aparecieron durante un proceso
de mayor temperatura, entre el año 900 y 1200 de nuestra era. Los objetos encontrados
muestran que la cultura Thule consumía ballenas, focas, morsas y caribús; y complementaban su dieta
con aves marinas y peces. Los dibujos y
decoraciones en peines, en porta agujas, los tallados de pequeñas aves o
figuras de mujeres pájaro, revelarían
que fue un grupo sociable (Laugrand, 2000).
Aunque, como se ha venido afirmando, los Tuniit se
extinguieron en el año 1500, durante el siglo pasado se ha venido haciendo
estudios y excavaciones en la isla Coats y algunas islas vecinas en la Bahía de
Hudson; los resultados, según Henry Collins serian que el pueblo de los
Sadlermiut fueron los últimos Dorset, pueblo que se extinguió cerca del 1902 y
1903, al sufrir las consecuencias de las enfermedades que trajo el contacto con
los europeos. Otros afirman que los Sadlermiut fueron una combinación entre los Inuit y los Dorset,
y que se beneficiaron de su aislamiento para mantener una tradición que se
remontaba a varios siglos atrás (Billson, 2001).
En Canadá y Groenlandia, los inuit habitaron casi
exclusivamente la parte norte del “limite arbóreo”, la cual es una línea
imaginaria que marca el límite del hábitat en el que los árboles son capaces de
crecer; siendo la comunidad más al sur
la Rigolet, en Nunatsiavut. Esta delimitación natural, según
investigadores sería un efectivo límite sur para la sociedad inuit, pues
gracias a ella serian pocos los conflictos entre los inuit y sus nativos
vecinos del sur; los inuit no intervendrían en tales territorios al no estar
acostumbrados al clima de aquellas regiones sureñas.
Lo que sí se ha comprobado es que los inuit
mantuvieron relaciones de intercambio con nativos del sur del límite arbóreo,
por ello hubieron ciertas disputas por límites que dieron pie a
acciones agresivas; los inuit del sur por
tanto no eran ajenos a las luchas, rencillas y guerras, pues estas guerrillas
se daban entre grupos con gran densidad poblacional, como los que se ubicaban
en Nunatamiut, que habitaban el área del Rio Mackenzie (Laugrand, 2000).
El primer contacto con Europa se estableció con los
vikingos que se asentaron en el sur de Groenlandia en el año 982, zonas que los
nórdicos encontraron vacía hasta tal fecha. Los vikingos llegaron de la cercana Islandia y exploraron la costa este canadiense. Las
antiguas sagas nórdicas dan testimonio de sus encuentros con los “skrælingar”, probablemente
un nombre común que no diferenciaba a los nativos de América con los que habían
tenido encuentro, que incluirían por tanto los Tuniitt y los Thule (Gardiner,
2005).
Cerca de 1350,
bastante después de la desaparición de los Dorset, el clima se hizo
mucho más frio, tal fenómeno se llamó “pequeña era de hielo”. Durante este periodo
los nativos de la zona de Alaska pudieron continuar con sus actividades de caza
de ballenas, pero los aborígenes de Canadá y Groenlandia en cambio, se vieron
forzados a abandonar la caza, no solo de ballenas sino otras especies que
prácticamente desparecieron de la zona; los inuit de Canadá tuvieron que
subsistir con una dieta mucho más pobre, además de la perdida de acceso de materiales como los
huesos de ballenas, vitales para la fabricación de herramientas y viviendas
(Tyrrell, 2011).
El cambio climático forzó a los inuit a una
migración al sur, a los bordes del límite arbóreo; es posible que esta
movilización a nuevos territorios, especialmente en la zona de Labrador, se
haya extendido hasta el siglo XVII, época en donde empiezan una mucha mayor interacción
con los europeos.
Capitulo II
2.1. Primeros siglos de contacto europeo
Las vidas de los inuit a lo largo de la zona del ártico no fueron
afectadas por la llegada del pueblo nórdico, con los que a lo sumo, practicaron
el comercio o intercambio durante la época en que exploraron las costas
canadienses; fueron los Inuit de la zona de Labrador los que mantuvieron el más
continuo contacto con los nórdicos. Pero
luego de la desaparición de las colonias vikingas de Groenlandia y el
fin de sus excursiones por el continente americano, los inuit no tuvieron
contacto con europeos por al menos un siglo (O'Leary, 1997).
Se ha comprobado que a mediados del siglo XVI,
balleneros y pescadores vascos de España y Francia, estaban ya trabajando en la
costa de Labrador y habían establecido estaciones balleneras, como la excavada
en Red Bay; esto se ha reafirmado por el descubrimiento de un buque perdido en
el otoño de 1565 durante una tormenta, el buque San Juan, sumergido a solo 10
metros de Red Bay (O'Leary, 1997).
Los inuit no parecen haber interferido con las
operaciones de los vascos, pero se señala que saquearon las estaciones
balleneras en invierno para obtener herramientas y objetos de hierro trabajado,
para adaptarlas a sus propias
necesidades. Puede que aquellos saqueos a los establecimientos vascos fueran
una causa para el fin de sus actividades balleneras, pero aún hay mucha
incertidumbre sobre el tema por falta de
pruebas; otra teoría manejada es una que indica
que el factor determinante fue la ausencia de ballenas por la intensa
caza que sufrieron, pues fueron cazadas 20000 ballenas en el transcurso de 50 años
(Doubleday, 2003).
En el mismo siglo, en 1576, la búsqueda de Martin
Frobisher por el Paso del Noroeste fue el primer contacto de post-colombino
bien documentado entre europeos e los inuit. La primera expedición de Frobisher
desembarcó en lo que se nombró posteriormente la bahía de Frobisher, en la isla Baffin. Frobisher encontró inuits en
la isla Resolución, donde cinco marineros abandonaron el barco bajo órdenes de Frobisher, para ir a buscar el mar
de Oeste, y que aparentemente cansados de su aventura, trataron de huir en una
pequeña balsa, para luego desaparecer (Morrison y Germain, 1995).Tal
acontecimiento se convirtió en parte de las leyendas inuit, pues se narraba que
fueron los inuit los que ayudaron a los tripulantes en su estadía, al creerlos
abandonados. Algo memorable de este suceso fue que Frobisher llevó un inuk indispuesto
a Inglaterra, que fue capturado para un posible intercambio por los cinco
marineros perdidos que Frobisher consideró raptados por los Inuit; este inuk
fue posiblemente el primero en visitar Europa y que falleció al poco tiempo al
contagiarse de gripe (Morrison y Germain, 1995).
En los años finales de 1700, la iglesia Morava dio
inicio a actividades misioneras en la costa de Canadá, principalmente en Labrador,
apoyados por los británicos que se habían instalado a mediados del siglo XVII, y que estaban cansados
de los saqueos y ataques en sus estaciones balleneras (Garnier, 2005). Los
misioneros moravos podían fácilmente proveer objetos de hierro y materiales
básicos que los inuit habían estado robando de los estaciones, materiales cuyo
costo para los europeos era ínfimo, pero cuyo valor para los inuit era enorme.
Tal primer intento de contacto por religiosos hacia los inuit hizo que a los
ojos británicos, la comunidad se hiciera más pacíficas, reduciendo en gran
cantidad los ataques a sus asentamientos (Garnier, 2005).
En el actual estado estadounidense de Alaska, el
contacto con los inuit en general, incluyendo los Aleutianos y los Yupik, fue
más tardío que en las costas del este canadiense; el ruso Aleksei Chirikov, encargado
de la expedición de Bering, llegó el 15 de julio de 1741 a ;la actual ciudad de
Sitka; siendo este hecho fundamental para la presencia posterior de la Compañía
ruso-americana, que pronto empezaron la colonización de la costa oeste,
generando cincuenta años después varios asentamientos en la región. La
colonización de esta zona tuvo como actividad fundamental la caza de nutrias, aunque
se indica que nunca fue rentable este negocio debido al elevado costo de los navíos y
equipamiento necesario para para las caza. Pese a ello, los rusos se
mantuvieron firmes en su posición sobre esta parte de territorio americano, al
menos hasta el año 1867, año en el que Los Estado Unidos concretó la compra de
Alaska por cerca de siete millones de dólares, compra ventajosa para los
interés estadounidenses pues al poco tiempo se encontró oro en las costas de
Yukón, siendo así Alaska parte de los territorios afectados por la fiebre del
oro estadounidense (Billson, 2001).
Todo contacto con extranjeros dañó enormemente la
forma de vida de los inuit, causando una muerte en masa por las nuevas
enfermedades introducidas por balleneros exploradores y religiosos, que
originaron la propagación de enfermedades de transmisión sexual, la viruela, la
tuberculosis, el sarampión; y disrupciones sociales causados por el efecto
distorsionador de los nuevos material de los europeos. Se dice que la población
sufrió una reducción de hasta 90% de su total. Tal crisis se hizo presente en
los cuentos inuit, que indicaban que las muertes eran de origen espiritual (Morrison
y Germain, 1995).
Hasta el siglo XIX en el ártico fue aún testigo del
aislamiento de comunidades inuit de las latitudes más altas y occidentales,
algo que se haría mucho más raro mientras más pasaba el tiempo. La Compañía de
la Bahía de Hudson instaló puestos de
operaciones tales como Great Whale en
1820, hoy en día lugar de los
pueblos de Whapmagoostui y Kuujjuarapik, donde productos de la caza comercial de
ballenas fueron procesados y las pieles
negociadas (Garnier, 2005).
La Expedición Naval Británica, entre 1821 a 1823,
dirigida por el almirante William Edward Parry, proporcionó la primera información
ampliamente documentada de la vida económica, social y religiosa de los Inuit.
Parry se quedó en lo que hoy es Igloolik durante el segundo invierno que pasó
en el ártico. Las escritos de Parry, las ilustraciones con tinta y pluma de la
vida cotidiana inuit, y los dibujos hechos por George Francis Lyon, oficial
naval británico, fueron ambas publicadas en 1824 y se hicieron muy leídas
(Garnier, 2005).
Fueron muchos los balleneros que llegaron por la Compañía
de la Bahía de Hudson, que además de realizar su labor de caza mantuvieron
lazos estrechos con los inuit, ejemplo
de ello es George Comer, considerado como el más famoso capitán ballenero estadounidense
de la Bahía de Hudson, quien realizó también un trabajo etnográfico
cartográfico, fue fotógrafo y escritor; y que fue influenciado por los
conocimientos de su esposa inuk Shoofly.
Ya entrados en el siglo XX, las comunidades del ártico siguieron siendo
afectadas por el contacto extranjero; pues además de los comerciantes y misioneros que se habían establecido
principalmente en la zona este de América y Groenlandia, los representantes del
gobierno canadiense se hicieron presente, erigiendo las primeras centrales
administrativas y de policía montada en 1903 (Greig, 2006).
Los inicios de 1920 significaron también un aumento de
expediciones, Groenlandia fue visitada con frecuencia cada vez mayor: Alfred
Wegener dirigió una expedición en 1912, y las expediciones ‘Thule” por Knud
Rasmussen tuvieron lugar de 1915 a 1924. En 1933. Con la autoridad que se le
dio a Dinamarca sobre Groenlandia por la Corte Permanente de Justicia
Internacional, los europeos hicieron cada vez mayor contacto comercial con
pueblos anteriormente en aislamiento (Billson, 2001).
Se hizo entonces evidente que los inuit ya no cazaban
animales para su alimentación y vestido,
sino principalmente para la adquisición de bienes para el trueque con emisarios
de los mercados Europa, Canadá y EEUU. La piel del zorro ártico estaba en
demanda, pero otros tipos de pieles y lo colmillos de marfil de morsas y
narvales eran también deseados por los exploradores. Tal demanda por las pieles,
en especial la del zorro, causaron trastornos en los inuit, pues la captura de
zorros que era hecha tradicionalmente por las mujeres, se volvió súbitamente un
trabajo de hombres; ello fue así porque se necesitaba viajar largas distancias
para la caza en grandes cantidades, algo que las mujeres no solían hacer pues
se solicitaba su presencia en sus familia y por las pautas que regían para las
mujeres inuit durante los días de menstruación, como el permanecer en cama (Greig,
2006).
Debido al comercio, los inuit podían adquirir ahora bienes
de la civilización europea y americana que no solo se limitaban a objetos de
hierro, como en un principio, sino también
armas, municiones, tabaco, café, té, azúcar y harina (Garnier, 2005).
Para mantener a los cazadores inuit asociados a los puestos de comercio, los
extranjeros realizaron préstamos que consistían además de alimentos, en trampas
para la caza.
Todo ello demuestra que los inuit se hicieron cada
vez más dependientes de otros pueblos, lo cual significaba que la sociedad
indígena había perdido su antigua autosuficiencia.
A diferencia de la mayoría de los pueblos aborígenes
de Canadá continental, las tierras ocupadas por los inuit eran de poco interés
para los colonos europeos, al ser una tierra de clima hostil.
Como se dijo anteriormente, los pequeños puestos centrales
del norte eran principalmente usados para asuntos de vigilancia, pues no hubo
grandes cantidades de población dispuestas a colonizar esas tierras; excepto
quienes se interesaron en la caza, las pieles y posteriores hallazgos de zonas ricas en
minerales (Collins, 1994).
A finales de
la década de 1920, ya no había ningún inuit
que no hubiera sido contactado por comerciantes, misioneros o agentes del
gobierno. En 1939, el Tribunal Supremo del Canadá consideró que los inuit debían
ser considerados como indios y por tanto estaban bajo la jurisdicción del
gobierno federal.
Las costumbres nativas fueron suprimidas por acción de representantes de
los gobiernos, quienes hacían cumplir las leyes penales sobre las comunidades
Inuit a pesar de que ellos usualmente no entendían que error habían cometido al
ser sancionados; también los misioneros se encargaron de erradicar tradiciones,
pues predicaban un código moral muy distinto al que los Inuit estaban
acostumbrados. La conversión iniciada por misioneros en el siglo XVII fue
aumentando durante los dos siglos siguientes, en los cuales muchos inuit fueron convertidos sistemáticamente al
cristianismo, a través de rituales como el “siqqitiq”, que consistió en convertir al inuk con creencias chamánicas al
cristianismo; el ritual era acompañado por el consumo ritual de alimentos
creídos tabú por la religión chamanista, como
el pulmón y corazón del caribú, ello se hizo para subrayar el hecho de
que tales tabúes no tenían sentido (Doubleday, 2003).
Ya entrado el siglo XX, la segunda guerra mundial y
la guerra fría convirtieron a las zonas árticas en puntos estratégicos importantes por primera vez, y, gracias al desarrollo de los aviones
modernos, este lugar se hizo accesible todo el año.
Es imposible ignorar que Alaska fue escenario de la Batalla de las Islas Aleutianas, llamadas así pues fuerzas del Japón, que habían llegado a establecerse en aquellas islas, lucharon contra las fuerzas estadounidenses; éstas últimas recibieron el apoyo de los grupos étnicos del ártico, pues se registró cerca de 6,300 nativos de 107 comunidades quienes fueron reclutados para la Guardia Territorial de Alaska, organizada en 1942 (Lawrence, 2013). El gobierno estadounidense hace apenas pocos meses reconoció la bravura de los soldados esquimales, como aún se les sigue llamando, nombrándolos veteranos y dándoles beneficio por tal causa (Lawrence, 2013).
En los cincuenta el gobierno canadiense empezó a
reubicar a familias inuit, con el fin de asimilarlas dentro de su cultura
occidental. A partir de 1955, el gobierno comenzó a establecer cerca de
cuarenta centros administrativos permanentes para proporcionar educación, servicios
de salud y desarrollo económico; las visitas
regulares de doctores que usaban medicina moderna aumentaron el índice de
natalidad y la disminución de la tasa de mortalidad, causando un enorme
incremento de la población aborigen (Greig, 2006).
A principios de la década de 1960, alentados por
primera vez por los misioneros, por la perspectiva de trabajar remuneradamente,
forzados por el hambre y obligados por la policía, la mayoría de los inuit
canadienses se ubicaron en los asentamientos permanentes. Las migraciones
nómadas que eran característica central de la vida ártica se habían convertido
en una parte mucho menos significativa de la vida de los pueblos del norte. Los
inuit, que una vez fueron un pueblo autosuficiente dominando un ambiente extremadamente
duro, en el lapso de dos generaciones, se transformaron en una minoría pequeña
y débil.
2.2 Activismo
Inuit
Fueron muchos los que se apresuraron a indicar la pronta
extinción del inuk, pero poco a poco, Canadá
y EE.UU vieron surgir un activismo político que no creyeron posible.
Este activismo surgió al finalizar la década de los
60, cuando se financiaron y construyeron escuelas seculares e internados
católicos y cristianos, creadas por los gobierno de los Territorios del
Noroeste, incluyendo lo que hoy es Nunavut, y áreas de los inuit en Quebec y
Labrador. La población inuit no era lo suficientemente grande para sostener una
escuela secundaria en cada comunidad, por lo que pocos colegios fueron
construidos en comunidades selectas, albergando a niños y adolescentes de zonas
aledañas(O'Leary, 1997).
Estas escuelas, ubicadas en localidades como Aklavik,
Iqaluit, Yellowknife, Inuvik o Kuujjuaq, por citar algunos ejemplos; reunieron
por primera vez a jóvenes inuit de distintas partes del ártico en un solo
lugar, y los expusieron a una retórica
de derechos civiles y humanos que estimularon el surgimiento de una nueva
generación de activistas, quienes a partir de su organización presionaron para
que se difundiera el respeto por los inuit y sus territorios.
El pueblo inuit comenzó a emerger como fuerza
política a principios de 1970, poco
después de los primeros graduados volvieron a casa; se formaron nuevas asociaciones
políticamente activas, que empezaron en 1971 con los inuit Tapirisat de Canadá,
una derivación de la Asociación India y Esquimal, y más organizaciones
específicas regionales poco después, entre ellos el Comité para el Derecho de
los Pueblos Originarios, en representación del Inuvialuit, la Asociación Quebec
de los Inuit del Norte y la Asociación Inuit de Labrador (LIA) representando a
los inuit del norte de Labrador; y desde mediados de la década de 1980, la
agrupación Inuit del Sur de Labrador de Nunatukavut comenzaron a organizarse
políticamente, después de ser eliminados geográficamente del grupo LIA; y en
Alaska, aunque en menor cantidad, aparecen asociaciones como la Federación
Nativa de Alaska que buscó mantener una relación política con el gobierno
federal, buscando un respeto y entendimiento mutuo.
Estos distintos movimientos activistas comenzaron a
cambiar el rumbo de la sociedad inuit en 1975 con el Acuerdo de James Bay y
Norte de Quebec; este acuerdo demanda asentamientos para los inuit de Quebec,
junto con una otorgamiento de efectivo y una sustancial autonomía
administrativa en la nueva región de Nunavik, marcando un precedente para los acuerdos
que irían haciendo a partir de ello. Los Inuit del Norte de Labrador presentaron
una demanda por tierras en 1977, pero tuvieron que esperar hasta 2005 para
tener un acuerdo firmado que con ello estableció Nunatsiavut. Los Iniut de la
zona del sur de Labrador de NunatuKavut se encuentran actualmente en el proceso
de establecer reclamaciones sobre sus tierras y derechos de título.
Como ven, son varios los grupos que se han
organizado para reclamar derechos sobre la posesión de tierras, por lo que en
1982 se estableció la Federación
Tunngavik de Nunavut , con el fin de hacerse cargo de este tipo de negociaciones.
Otro hecho destacado es la creación del Consejo Circumpolar Inuit, el
cual representa a los pueblos inuit de Alaska, Canadá, Groenlandia y Chukotka
en Rusia, que se reunió por primera vez en 1977 para discutir la problemática inuit,
y que a lo largo del tiempo ha lidiado con distintos problemas como el hecho de
que la comunidad inuit estuvo separada
por divisiones geopolíticas que surgieron durante la Guerra Fría, que trajo como consecuencias que
los inuit que vivían en territorio ruso recién empezaran a trabajar activamente
en conjunto y como miembros de la organización, después del colapso de la Unión
Soviética (Greig, 2006).
No se puede negar que la presencia política de los inuit
ha sido mucho mayor en Canadá que en Estados Unidos, ejemplo de ello es Leona Aglukkaq que fue nombrada como Ministra
de Salud en ese país en el 2008, siendo
la primera inuk en mantener una posición de ese nivel, sumándose a los anteriores
secretarios parlamentarios inuit, Jack Anawak y Nancy Karetak-Lindell (Payton,
2012).
Capítulo III
Debido a las crónicas y apuntes hechos por los
europeos que llegaron a las costas canadienses y de Alaska a lo largo de
siglos, además de los balleneros comerciantes y representantes de los gobiernos
de Canadá, Estados Unidos; y los trabajos de etnohistoria realizados también
sobre los pueblos inuit más recientemente, analizando las tradiciones que aún
se mantienen, los restos arqueológicos y simbólicos, etc.; se han podido
establecer grandes avances en cuanto al estudio de los pueblos del ártico que
como hemos visto, se remontan a cientos de años atrás.
3.1 Vida Inuit:
Una mirada al pasado
Si bien existieron trastornos y cambios en las
sociedades inuit por el contacto exterior, muchas de las estructuras básicas de
su cultura permanecieron. Tal estructura
social consistía en un estimado de 50 grupos de 200 a 800 miembros cada uno,
estando el número de miembros basado en la asociación voluntaria de clanes
grandes y pequeños. Los clanes, a su vez se componían de familias extensas, las
cuales estaban integradas por abuelos,
padres e hijos. Tal estructura social poco precisa, permitía la
autosuficiencia de familias y un auto gobierno, lo cual aumentaba de las
posibilidades de supervivencia en tiempos de escasez (Pound, 2005).
La caza proporcionó
a los inuit una dieta equilibrada como también materia prima para la
ropa, vivienda, utensilios domésticos y de calefacción, creación de botes y trineos,
armas de caza, juguetes y creaciones artísticas. Piedras, cuidadosamente
seleccionadas y talladas, fueron utilizadas para la creación de objetos
importantes como flechas, lanzas, arpones y cabezas, raspadores y cuchillos. La
esteatita, material relativamente blando
y de fácil tallado, se utilizó para la producción de “qulliqs”, que eran
lámparas de aceite, además de recipientes de cocción (Greig, 2006).
Materiales a base de plantas o vegetación jugaron un pequeño papel en la cultura inuit,
pues eran muy raros en su hábitat: la madera en pequeños trozos fue casualmente
utilizada por los nativos del ártico de vez en cuando, siendo usada en su lugar
huesos, colmillos y cuernos de animales cazados. Las bayas se recogían en gran
número durante el final del verano, proporcionando vitaminas necesaria, pero no
era suficiente ; es así que complementaban la necesidad de vitaminas y minerales comiendo carne cruda
de origen animal, como el “muktuk” que
era piel y grasa de ballena, como también carne de pescado y otros animales (Greig, 2006).
La tradición inuit de vivir en carpas durante el
verano y en iglús y “qarmait” (mezcla entre carpas e iglús hechas de piedra
hielo y pieles y huesos de animales) en el invierno, demostraba la aún
permanencia de prácticas que se remontaban a los Thule. Dentro de los iglús las
niñas jugaban con figuras hechas de fibra, como preparación para aprender a
coser y en parte como un acto ritual (Issenman y Baril, 1998). Las chicas del
pueblo Chugach jugaban con aquellas figuras principalmente en otoño, ya que se
creía que tales objetos tejidos capturaban los rayos del sol y por lo tanto
retrasaban el comienzo del invierno. A menudo, la creación de figuras de fibra
o cuerda eran acompañadas de rimas y canciones
que describían cuentos, leyendas y mitos.
Los inuit utilizaron ropa de invierno eficaz para
mantener el calor corporal, evitando al momento de la fabricación, agujeros que
permitan que el aire frio ingrese. En Alaska, Rusia y Canadá se utilizaba
además de piel de foca, piel de caribú, mientras
que los inuit de Groenlandia usaban piel de oso polar. En invierno, con el fin de
crear un efecto de colchón de aire caliente, la ropa fue ligeramente entallada y usada en dos capas, la exterior
con el pelo mirando hacia la zona interior, y la interior con el pelo mirando
hacia afuera; en verano en cambio, sólo la capa interior se llevaba. La capucha
fijada en el interior de sus abrigos o “parkas” evitaba la filtración de aire
caliente por el cuello, mientras que las madres también utilizaban una parte
adicional de sus capuchas para llevar a los niños pequeños en su “amauti”
(Tyrrell, 2011).
Muchos ancianos en la actualidad aún recuerdan los tiempos
en los que los inuit vivían un estilo de
vida nómada, hace más de 60 años. Dependiendo de la temporada, se seguía se a
los animales por el ártico, cazándolos
para la fabricación ropa y alimento; tuvieron que reubicar y reconstruir sus
campamentos con frecuencia, siguiendo las mismas tradiciones que se establecieron generaciones atrás.
A inicios y mediados del siglo XX, la mayoría de los
inuit seguían viviendo en tiendas de piel durante el verano, aunque a veces
usaban tiendas de lona obtenidas de la Compañía de la Bahía de Hudson. En ambos
tipos de tienda, el interior se dividía en dos, una parte trasera utilizada para dormir, y una parte delantera
para la cocina y la vida diaria; el lugar para dormir de la mujer estaba
siempre al lado de la “kudlik”, que era una lámpara de aceite generalmente
tallado en piedra esteatita utilizada para la iluminación, calefacción y
cocina, pues era deber de la mujer prenderla
y hacerla funcionar. El lugar para dormir del hombre estaba cerca de las armas
y el equipo de caza; los niños dormían entre sus padres para darse calor. Hoy
en día la “kudlik” es sustituida por un producto industrial moderno, la estufa,
que de fácil transporte y que es operada con gasolina (Tyrrell, 2011).
En los meses de verano, la gente trasladaba el campamento
a los estuarios, pues era más fácil capturar la trucha alpina, usando para ello
por ejemplo, presas artificiales, y huevos de aves marinas. Para los inuit que se
encontraban más al sur, el caribú era el recurso más importante; proporcionaba
carne, ropa, y sus tendones eran usados
como cuerda, mientras que los inuit costeros y de islas, la caza se centraba principalmente
en focas y morsas, y, dependiendo de la región, también se capturaban narvales,
belugas y caribúes (Garnier, 2005). La carne de foca se utilizó como alimento
para hombres y perros, su grasa para prender los “kudliks”, y su piel y
tendones para las “kamik” o botas de foca, para la fabricación de botes o “kayaks”, como cuerdas para trineos y como látigos para perros; aquellos animales o
“qamutik” eran usados para jalar trineos; en la actualidad lo perros han sido
sustituidos por trineos a motor (Issenman y Baril, 1998).
Durante el invierno, los inuit vivían en iglúes, que
fueron erigidos por separado o unidos por túneles como fue el caso de algunos
clanes, conservando la misma disposición interior que se tenía en las carpas
usadas en verano. La nieve debía tener una consistencia específica para poder construirlos, siendo el elemento
más importante un túnel de entrada baja,
que repelía el aire frío, evitando que
el viento penetrara en su interior. Como medida adicional para prevenir el
frio, se agregaba una capa de nieve sobre el área de dormir que los ponía a un
nivel más elevado con respecto al suelo (Tyrrell, 2011).
Debido a las condiciones climáticas difíciles
propias del invierno ártico, durante esta temporada las familias se unían más que
nunca; es por ello que las visitas mutuas en lugares comunes de caza entre los
diferentes grupos aumentabas, sirviendo además para el intercambio de noticias
y experiencias, pero sobre todo para el intercambio de comida de distintos
tipos. Es también durante esta época del año,
en donde los viajes se realizaban por trineos tirados por perros, aunque
también había quienes se seguían transportados a pie. En las épocas más
cálidas, se utilizaba sobre todo el “kayak”
o barco de hombres, para el transporte en solitario, y los “umiak” o barco de mujeres
para el trasporte de familias (Issenman y Baril, 1998).
3.2 Tradiciones
Actuales
La cultura es un complejo patrón de comportamiento
humano que incluye el pensamiento,
habla, acción y objetos, y que es
transmitido de generación en generación a través del aprendizaje. Incluye las
creencias consuetudinarias, formas sociales y los rasgos materiales de un grupo
étnico, religioso o social (Healey y Meadows, 2008).
Las discusiones sobre la cultura inuit son a menudo
envueltas en controversia sobre el concepto de aculturación. El termino
aculturación tiene diferentes significados de acuerdo a los contextos
específicos. En el contexto ártico, como se ha visto, se refiere a la
sustitución de los rasgos de una cultura con los de otra, como sucedió también
con muchos otros pueblos indígenas de
todo el mundo durante el proceso de colonización. La aculturación se produce cuando
una comunidad sufre una transición, pasando de ser una sociedad tradicional a
una sociedad con características modernas (Healey y Meadows, 2008).
No hay duda que los sesentas marcaron el final de
las tradiciones inuit como se conocían, al ser las poblaciones
característicamente nómadas trasladadas a ciudades y pueblos, volviéndose
sedentarios al ubicarse en asentamientos permanentes.
Sin embargo, la gente de la tercera edad aún sigue
contando leyendas y mitos que han sido transmitidos desde hace cientos de años
atrás, narrando la acción de dioses y seres mágicos. A pesar de que la población inuit es cristiana,
se escuchan y difunden estas historias al ser parte de su tradición y de las
creencias de sus antepasados; prácticas e ideas del chamanismo animista se han
mantenido constantes, por ejemplo, la creencia de que existen seres especiales
en la tierra y en el mar es muy extendida, y se dice que estos seres siguen
siendo vistos hoy en día. Además, el “atik” o el ponerle a un recién nacido el
nombre de una persona fallecida cercana continúa siendo considerada como una
forma de reencarnación, ampliando los lazos de parentesco y proporcionando a
los bebés la protección de espíritus a través de estos nombres (Morrison y Germain,
1995). El baile de tambores ha sido revivido y es ahora un icono cultural latente
entre los Inuit. Así mismo, el interés por el chamanismo está regresando, algunos
incluso afirmando que se debería crear una "iglesia chamana" para encajar
con la tradición cristiana (Kral, 2011).
Las historias y leyendas, que forman parte de la
mitología inuit y que son difundidas hasta la actualidad, pese a ser no todas creídas
o a veces adaptadas al cristianismo, se suelen contar por gente mayor, a
quienes aún se les guarda el respeto que se le tenía hace mucho tiempo, aunque
no al mismo grado. Entre los cuentos más contados se encuentran el Ukaleq, El
Perro Gigante, Anarteq, Kúnigseq o la leyenda de los enanos (Rasmussen, 1921). Constantemente
en tales historias aparecen deidades importantes para los antiguos inuit, como
Sedna, señora de los animales marinos, Akna, madre de la fertilidad, Nanook,
maestro de los osos polares, o Sila, la personificación del aire.
Laugrand (2000) señaló que el cosmos inuit no era
regido por nadie, no había figuras de madres o padres divinos, no hay creadores,
como tampoco hay eternos castigos después de la vida.
Los inuit creían que todas las cosas tenían forma de
espíritu o poseían alma, al igual que los humanos. Estos espíritus se mantienen
a persistir después de la muerte, y los ritos y tabúes relacionados a su
religión estaban relacionados a precauciones que se debían tener en un ambiente
agreste como aquel en el que vivían (Laugrand, 2000).
Actualmente, es común el uso en celebraciones del
tambor inuit, instrumento tradicional
del ártico; el instrumento, hecho a base de piel de caribú era usado por
hombres, celebrando la primera caza realizada por un adolescente iniciado en
tal labor ancestral, o para celebrar el nacimiento de un bebé. Este objeto fue
prohibido por misioneros y figuras religiosas por representar un riesgo para la
iglesia, pero como se dijo anteriormente, en la actualidad, su uso ha regresado
con fuerza. El sonido distintivo de este tambor es usualmente acompañado por
danzas como el “Baile del oso polar” en
donde se imita el caminar de este animal, o también se escucha acompañando a
canciones tradicionales llamadas “ayaya” (Rasmussen, 1921).
Además de esos canticos, también se practica el “katajjaq” o cántico de garganta inuit, canto
practicado principalmente por las mujeres y que era parte del entretenimiento de hombres
y mujeres en momentos en los que se iban de caza; han sido practicados a dúo
desde hace mucho hasta la fecha, y usualmente suele tornarse tal actividad en
una competencia entre grupos (Morrison y Germain, 1995).
3.3 Desafíos
Si bien el mayor desafío que han tratado de combatir
los grupos activistas inuit ha sido el peligro de una desaparición cultural y una
omisión de la propiedad territorial del pueblo inuit, el siglo XXI ha
manifestado otros desafíos, que se han venido presentando en mayor o menor
amplitud y que necesitan un análisis y replanteamiento para buscar posibles
soluciones.
Por supuesto, el primero en la lista es el cambio
climático, proceso innegable por el que toda la tierra está pasando en estos
momentos, pero que en la zona ártica precisa una mayor atención, pues según Kathryn
Kopchik (2012) el ártico es el barómetro del planeta. Diversos representantes
de las comunidades inuit, así como el Consejo Circumpolar Inuit se han venido reuniendo con los mandatarios de
Canadá y Estados Unidos así como otros presidentes de distintos países para
discutir el tema, además de tener una participación activa en congresos y
conferencias importantes que tratan sobre el cambio climático; discutiendo los
desafíos, consecuencias y una posible protección para los inuit en estas nuevas
circunstancias (Kopchik, 2012).
Sin duda, de los problemas que se enfrentan los inuit
hoy en día, este es el más delicado y urgente, pero no es el único al que
combaten. Otros de los desafíos por los que pasa el inuk comprenden los casos
comunes que vemos día a día en cualquier sociedad de occidente, y de las que
los inuit también ahora forman parte.
Uno de ellos es la alta tasa de suicidio que se
registran entre inuit comparada a la población que viven en el resto de Canadá y EE.UU. Por ejemplo, en Nunavut
la tasa de suicidio es 11 veces mayor que el promedio nacional, y que reclama
la vida de cerca de dos docenas de inuit cada año, generalmente jóvenes varones
(Webber, 2008).
Sin embargo, los suicidios no son nada nuevo en la
comunidad inuit, pues estudios comprobaron que algunos de los ancianos inuit
usaban el suicidio como forma de purificar su alma, garantizando a través de
una muerte violenta un buen viaje al más allá (Leenaars, 2000).
Leeneraars explica aquel antiguo proceso, indicando
que las personas que buscaban cometer tal acto, pedían la ayuda y asistencia de
tres miembros de su familias, quienes tratarían de disuadirlo, pero a la
tercera petición que se haga, el familiar estaría obligado a asistirlo; siendo
el acto muchas veces no personal, sino que sería un suceso sabido y hasta a
veces concurrido por los familiares.
Una vez aceptada la asistencia, se planeaban los
detalles para el suicidio, como el
vestirse como usualmente se vestía a los muertos, con la ropa al revés; el
suicidio sucedía en un lugar en particular, en donde se llevaban también las
posesiones del fallecido para ser destruida.
Sin embargo esta tradición sería muy distinta a la
situación actual: la antigua tradición, con todo el ritual que conllevaba, y que
se aplicaba solamente a ancianos, ha sido dejada de lado pues en la actualidad
los que cometen este tipo de acto son jóvenes, y lo hacen a través de distintas
maneras; ejemplo de ello es un caso en 1993,en el cual dos adolescentes que
formaban parte de la comunidad inuit se suicidaron, mientras que muchos otros
adolescentes intentaron hacerlo, a través de combinaciones letales de alcohol y
drogas (Weber, 2008).
Nuevos estudios (Webber, 2008) señalarían tras una
investigación de comunidades en Nunavut, Alaska y Groenlandia que este tipo de
suicidio “moderno” tendría relación con los traslados forzosos, en los que los
gobiernos instaron a los pueblos a moverse a comunidades permanentes. En los
tres países, los casos de suicidio empezaron a aumentar dentro de la primera
generación nacida en ciudades, los hijos de quienes habían crecido en las
comunidades permanentes. La tendencia empezó en el norte de Alaska en los 60,
en Groenlandia en los 70 y en Nunavut En
los 80, por lo que se indica que los suicidios están socialmente determinados,
siendo la modernidad y el suicidio fuertemente relacionados.
Otro asunto fuertemente polémico son los casos de
embarazos tempranos, que al igual que los suicidios, también acurren entre los
inuit con más frecuencia que en otras zonas de Estados Unidos y Canadá, y es de
preocupación del gobierno, que buscan en la actualidad, mediante programas de
educación sexual en las escuelas, combatirlos (Collins, 1994). Sin embargo
aquella preocupación sería principalmente del estado, pues tras entrevistas y consultas
realizadas a mujeres inuit sobre el tema, se hace evidente que no se observa el
lado negativo a tal hecho, criticando solamente el uso de sustancias
perjudiciales como el alcohol, que se ha visto siendo consumido por jóvenes
mujeres embarazadas; tal punto de vista se debe a que tradicionalmente la mujer
inuk se casaba a inicios de su adolescencia, teniendo ya a los 18 o 20 años
cerca de dos hijos, generalmente con hombres mayores que están en plena
juventud; tradición que de cierta forma se ha mantenido, aunque ahora no
involucra precisamente un matrimonio (Collins, 1994).
Sin embargo son muchas las mujeres inuit consultadas
que empiezan a indicar que la planificación familiar se debe empezar a
controlar, pues el problema de los embarazos en adolescentes lleva también a
otro problema, que es el boom demográfico que se empezó a evidenciar en las
ciudades inuit en el siglo pasado. Este incremento seria prejudicial a largo
plazo pues dentro de las próximas décadas la nueva generación de inuit se unirá
al grupo de personas que actualmente está compitiendo por los puestos de trabajo
bastante limitados de la región; las mujeres entrevistadas indicaron que los niños conforman
una boca más que alimentar en familias con pocos recursos, y que las ganancias
que se generan por la caza no sería suficiente (Collins, 1994).
Como conclusión, observamos que todos los problemas,
aunque distintos, están relacionados directamente con el proceso de cambio
social y cultural. Los propios inuit sienten
la transformación por la que están pasando, tratando muchos de aferrarse
a sus antiguas tradiciones, predicando las lenguas nativas que las generaciones
recientes han olvidado o embarcándose en la caza de focas o caribús utilizando técnicas de caza que se remontan
hasta la cultura Thule.
La batalla contra la aculturación se ha venido
luchando desde que los inuit tomaron
conciencia del peligro que sufrían como comunidad. Si bien son las agrupaciones
activistas inuit, que describimos en el capítulo anterior, las que más se han
preocupado por luchar contra el problema, son también los pobladores del ártico
comunes y corrientes que se han interesado por mantener la identidad de su
pueblo, tal como se observa pero a través de reportajes e investigaciones que
se han utilizado para esta investigación.
La batalla contra la aculturación se ha venido luchando
desde que los inuit tomaron conciencia
del peligro que sufrían como comunidad. Si bien son las agrupaciones activistas
inuit, que describimos en el capítulo anterior, las que más se han preocupado por
luchar contra el problema, son también los pobladores del ártico comunes y
corrientes que se han interesado por mantener la identidad de su pueblo, tal
como se observa pero a través de reportajes e investigaciones que se han
utilizado para esta investigación.
CONCLUSIONES
·
Los pueblos inuit se
desarrollaron en solitario por décadas antes de la llegada de europeos a sus
costas; fueron una cultura hábil e ingeniosa, que se supo sobreponer a un clima
agreste.
·
Las tradiciones inuit
se iniciaron gracias a los primeros aportes, de la cultura Dorset y Thule, que
se instalaron hace más de mil años en las costas de América; siendo esta ultima
la que se desarrolló hasta convertirse en el actual inuit.
·
El contacto con los
españoles degeneró la sociedad inuit, pues trajo consigo elementos extraños,
armas, nuevos alimentos y enfermedades, que acabaron matando a grandes
cantidades de individuos.
·
Las políticas de gobierno
de Canadá y Estados Unidos perjudicaron culturalmente a los pueblos inuit,
siendo los nativos del ártico forzados a vivir en ciudades, y haciendo que su
cultura nómada se interrumpiera.
·
La aculturación y modernización
en las comunidades inuit trajeron además ciertas consecuencias que no se
intuyeron en un inicio, como suicidios, violencia, según algunos ello se debió
a los conflictos internos de identidad.
·
Pese a ello, se observa
a una población inuit que cada vez más crece en su accionar político social y
económico, observándose que nuevas generaciones se interesan en la conservación
y continuación de sus tradiciones.
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