lunes, 10 de noviembre de 2014

El pueblo inuit hoy: una cultura milenaria en un mundo cambiante


Pamela Vargas Arancibia
UNMSM

INTRODUCCION

El presente trabajo tratará sobre el pueblo inuit, grupos étnicos que viven en el ártico y que poseen características comunes.

La investigación fue realizada teniendo como principal meta la necesidad de hacer conocer una cultura de la que actualmente se habla en todo el mundo, pero que, sin embargo, en nuestro país no es reconocida; esto se evidencia en la dificultad de hallar libros o referencias sobre el tema en bibliotecas nacionales. El valor de la información aquí contenida no se limitaría solamente al nuevo interés mundial por los inuit, sino al ejemplo que esta comunidad ha establecido, pues si bien enfrenta problemas como todos, aquellas dificultades se han sabido sobrellevar, y en muchos casos, se han contrarrestado, volviéndose de esa forma en una de las comunidades nativas mejor representadas políticamente.

Para lograr un adecuado trabajo, con un problema de investigación; se han realizado preguntas que se tratarán de explicar a lo largo del estudio, tales son: ¿Cuál fue el origen del pueblo inuit?, ¿Cómo influenció el contacto europeo a los tradicionales inuit?, ¿Cuál ha sido participación política de los inuit para lograr una mayor autonomía?,  ¿Qué antiguas tradiciones de estas comunidades se han mantenido hasta la actualidad? Y ¿Cómo enfrentan los inuit los desafíos que presenta el siglo XXI?

Ya señalado el problema de investigación, se partirá a partir de ello a indicar los objetivos que se plantean para el presente estudio, que son:
- Analizar a la cultura inuit desde sus orígenes, para tener así una mejor comprensión de quienes son.
- Comprender cómo la presencia europea y extranjera en general afectó e influencio esta sociedad y sus tradiciones.
- Señalar los desafíos que presentan los inuit y los intentos propios de miembros de estas comunidades en obtener pacíficamente mayor autonomía.

Por ello, para tratar de abarcar todas las preguntas y objetivos que  pretende esta investigación, se ha divido el texto en tres capítulos. El primer capítulo dará una definición de lo que significa en realidad el ser inuit, así como los antecedentes u orígenes de esta cultura, que se remontarían a pueblos llegados de Siberia. En el segundo capítulo se desarrollarán los inicios del contacto de los Inuit con europeos, y posteriormente con representantes de gobiernos americanos; y también cómo tales contactos influenciaron social, económica y políticamente sobre los inuit. En el tercer capítulo se dará un vistazo a lo que fue cultural y socialmente la comunidad inuit en el pasado, haciendo un contraste con lo que se vive en el ártico hoy en día, las tradiciones que se mantuvieron, los cambios que se presentaron y los desafíos que plantea el siglo XXI a los inuit.

Capítulo  I
 Inuit es el nombre común que se da a los distintos pueblos indígenas con similaridades culturales que habitan en las tundras septentrionales de Los Estados Unidos y Canadá; como también en partes de Groenlandia, y Rusia.

El término inuit significa “el pueblo” en el lenguaje inuktitut , así mismo, el singular de tal palabra en el mismo lenguaje es inuk, que denota “persona” y es aplicable tanto a hombres y mujeres pues en el pueblo inuit no hay una clara distinción lingüística de géneros (Israel, s.f.).

El inuktitut es parte de las lenguas esquimo-aleutianas, familia de lenguas habladas en casi todo el norte del continente Americano, formando así una cadena lingüística, pues cada dialecto inuktitut es entendible por sus dialectos vecinos. Por razones prácticas, las cadenas lingüísticas son tratadas como un solo lenguaje, por lo que los dialectos inupiaq e inupiatum de Alaska y los lenguajes inuktitut de Canadá  y Groenlandia son todos clasificados juntos (Billson, 2001).

El término “esquimal”, con el que anteriormente se denominaba  a esta comunidad, fue sustituido por el de inuit, según lo acordado en la primera conferencia por el Consejo Circumpolar Inuit en 1977 en Barrow, Alaska y conformado por representantes indígenas de Canadá, Alaska y Groenlandia; sin embargo, el nuevo término no fue aceptado por completo, pues el pueblo yupik, habitantes del Sur de Alaska y de la península siberiana de Chukchi, se opusieron a ser denominados de tal forma (Pound, 2005).

La palabra esquimal, que comprendía a ambos grupos étnicos, el inuk y el yupik, sigue siendo un término válido para ambos grupos en Alaska y demás zonas de Estado Unidos, a pesar de su contenido peyorativo actual en territorios como Canadá.

Se indica que el término inuit es ofensivo pues se cree que denota “los que comen carne cruda”, relacionándolo con la palaba “askâwa” de origen Cree, lengua hablada por nativos de zonas más cálidas,  y que significa “carne o huevos crudos” (Israel, s/f) aunque el significado y origen aún siguen siendo discutidos por lingüistas.

Se han propuesto nuevas denominaciones para  englobar ambos grupos, como el término  compuesto Inuit-Yupik, pero tampoco han tenido gran éxito (Holton, s/f.). Un tercer grupo, los Aleutas, han sido identificados en ciertas zonas de Alaska como en  las Islas Aleutianas y en Kamchatka Krai, en Rusia; este pueblo se diferenciaría a si mismo tanto de los inuit como de los yupik y también tendrían que ser tomados en consideración para posibles futuras denominaciones (Holton, s/f.).

Los asentamientos más importantes de los inuit en el continente americano se encuentran en Alaska,  específicamente en North Slope, Northwest Arctic y la Península de Seward, y  Nunatsiavut, Nunavik, Nunavut en Canadá.

1.1 Antecedentes
Según las investigaciones realizadas, la historia de los inuit podría dividirse en dos fases,  la primera libre de influencias europeas, y la segunda relacionada con un contacto con pueblos extraños a ellos, siendo tal contacto motivo de cambio para las comunidades del ártico; otros señalan que la primera fase también incluyen las pocas relaciones que hubieron con pueblos como los vikingos, pues no fueron una amenaza para la cultura inuit.

Los estudios de aquella primera fase, de los orígenes de los actuales inuit, señalan que este pueblo sería descendiente de lo que se ha denominado “la cultura Thule” o “protoinuit”, cultura que emergió de la zona occidental de la actual Alaska, luego de haber cruzado por Siberia, cerca del año 1000 d.C, y que se extendió por todo el ártico, llegando en su paso por oriente hasta Groenlandia en el año 1300. Los vínculos entre la Thule y los Inuit son biológicos, culturales y lingüísticos (Gardiner, 2005).

La denominación Thule se originó por  los primeros restos arqueológicos de estos pueblos ubicados en Thule, ahora llamado Qaanaaq desde 1953, en el noroeste de Groenlandia.

Los Thule encontraron en su expansión a la cultura paleoesquimal de Dorset, o como se le llamó en lengua inuktitut, los Tuniit. Las culturas paleoesquimales habían habitado las zonas del ártico desde el año 2500 a.C aproximadamente, y con el paso del tiempo fueron desapareciendo de la región, siendo la última cultura la Dorset, que finalmente fue desplazada en el 1500 d.C (Pound, 2005) ; esta última cultura fue apenas identificada como grupo distinto a los Thule en 1925.

En los asentamientos Dorset que se han examinado en los últimos años se han encontrado  arpones usados para cazar morsas y focas en aguas abiertas, herramientas de pesca, cuchillos de nieve, placas de marfil usadas para proteger los trineos, recipientes de esteatita tallados,  y máscaras talladas de madera que sugieren una bien desarrollada vida intelectual y ceremonial (Gardiner, 2005).  

Los Tuniit, eran por supuesto, nombrados en leyendas inuit, por la convivencia de ambos durante siglos; según esas leyendas, tales habitantes eran gigantes, personas que eran más altos y fuertes que los inuit, pero que eran muy asustadizos, gente amable que no usaban arcos ni flechas y por tanto fáciles de matar; lo curioso es que al mismo tiempo, hay leyendas  que  se refieren a la Dorset como enanos (Tyrrell, 2011). 

Se cree en la actualidad que la cultura Dorset careció de perros, armas grandes y otras tecnologías que dieron a la sociedad inuit ventaja sobre ellos, fue una presión demográfica la que hizo que los Tuniit retrocedieran gradualmente; ello unido a las guerrillas que hubo con los Thule, la competencia por recursos, el aumento de la temperatura a inicios del primer siglo de nuestra era o lo que se llamó ‘ periodo cálido medieval’; también afectaron a los Dorset, que, acostumbrado a un clima mucho más frio y condiciones más fáciles, no resistieron (Tyrrell, 2011).

Los Thule en cambio aparecieron durante un proceso de mayor temperatura, entre el año 900 y 1200 de nuestra era. Los objetos encontrados muestran que la cultura Thule consumía ballenas, focas,  morsas y caribús; y complementaban su dieta con aves marinas y peces.  Los dibujos y decoraciones en peines, en porta agujas, los tallados de pequeñas aves o figuras de mujeres pájaro,  revelarían que fue un grupo sociable (Laugrand, 2000).

Aunque, como se ha venido afirmando, los Tuniit se extinguieron en el año 1500, durante el siglo pasado se ha venido haciendo estudios y excavaciones en la isla Coats y algunas islas vecinas en la Bahía de Hudson; los resultados, según Henry Collins serian que el pueblo de los Sadlermiut fueron los últimos Dorset, pueblo que se extinguió cerca del 1902 y 1903, al sufrir las consecuencias de las enfermedades que trajo el contacto con los europeos. Otros afirman que los Sadlermiut fueron  una combinación entre los Inuit y los Dorset, y que se beneficiaron de su aislamiento para mantener una tradición que se remontaba a varios siglos atrás (Billson, 2001).

En Canadá y Groenlandia, los inuit habitaron casi exclusivamente la parte norte del “limite arbóreo”, la cual es una línea imaginaria que marca el límite del hábitat en el que los árboles son capaces de crecer; siendo la comunidad más al sur  la Rigolet, en Nunatsiavut. Esta delimitación natural, según investigadores sería un efectivo límite sur para la sociedad inuit, pues gracias a ella serian pocos los conflictos entre los inuit y sus nativos vecinos del sur; los inuit no intervendrían en tales territorios al no estar acostumbrados al clima de aquellas regiones sureñas.

Lo que sí se ha comprobado es que los inuit mantuvieron relaciones de intercambio con nativos del sur del límite arbóreo, por ello  hubieron  ciertas disputas por límites que dieron pie a acciones agresivas;  los inuit del sur por tanto no eran ajenos a las luchas, rencillas y guerras, pues estas guerrillas se daban entre grupos con gran densidad poblacional, como los que se ubicaban en Nunatamiut, que habitaban el área del Rio Mackenzie (Laugrand, 2000).

El primer contacto con Europa se estableció con los vikingos que se asentaron en el sur de Groenlandia en el año 982, zonas que los nórdicos encontraron vacía hasta tal fecha. Los vikingos  llegaron de la cercana Islandia  y exploraron la costa este canadiense. Las antiguas sagas nórdicas dan testimonio de sus encuentros con los “skrælingar”, probablemente un nombre común que no diferenciaba a los nativos de América con los que habían tenido encuentro, que incluirían por tanto los Tuniitt y los Thule (Gardiner, 2005).

Cerca de 1350,  bastante después de la desaparición de los Dorset, el clima se hizo mucho más frio, tal fenómeno se llamó “pequeña era de hielo”. Durante este periodo los nativos de la zona de Alaska pudieron continuar con sus actividades de caza de ballenas, pero los aborígenes de Canadá y Groenlandia en cambio, se vieron forzados a abandonar la caza, no solo de ballenas sino otras especies que prácticamente desparecieron de la zona; los inuit de Canadá tuvieron que subsistir con una dieta mucho más pobre, además de  la perdida de acceso de materiales como los huesos de ballenas, vitales para la fabricación de herramientas y viviendas (Tyrrell, 2011).

El cambio climático forzó a los inuit a una migración al sur, a los bordes del límite arbóreo; es posible que esta movilización a nuevos territorios, especialmente en la zona de Labrador, se haya extendido hasta el siglo XVII, época en donde empiezan una mucha mayor interacción con los europeos.

Capitulo II

2.1.      Primeros siglos de contacto europeo
Las vidas de los inuit  a lo largo de la zona del ártico no fueron afectadas por la llegada del pueblo nórdico, con los que a lo sumo, practicaron el comercio o intercambio durante la época en que exploraron las costas canadienses; fueron los Inuit de la zona de Labrador los que mantuvieron el más continuo contacto con los nórdicos. Pero  luego de la desaparición de las colonias vikingas de Groenlandia y el fin de sus excursiones por el continente americano, los inuit no tuvieron contacto con europeos por al menos un siglo (O'Leary, 1997).

Se ha comprobado que a mediados del siglo XVI, balleneros y pescadores vascos de España y Francia, estaban ya trabajando en la costa de Labrador y habían establecido estaciones balleneras, como la excavada en Red Bay; esto se ha reafirmado por el descubrimiento de un buque perdido en el otoño de 1565 durante una tormenta, el buque San Juan, sumergido a solo 10 metros de Red Bay (O'Leary, 1997).

Los inuit no parecen haber interferido con las operaciones de los vascos, pero se señala que saquearon las estaciones balleneras en invierno para obtener herramientas y objetos de hierro trabajado,  para adaptarlas a sus propias necesidades. Puede que aquellos saqueos a los establecimientos vascos fueran una causa para el fin de sus actividades balleneras, pero aún hay mucha incertidumbre  sobre el tema por falta de pruebas; otra teoría manejada es una que indica  que el factor determinante fue la ausencia de ballenas por la intensa caza que sufrieron, pues fueron cazadas 20000 ballenas en el transcurso de 50 años (Doubleday, 2003). 

En el mismo siglo, en 1576, la búsqueda de Martin Frobisher por el Paso del Noroeste fue el primer contacto de post-colombino bien documentado entre europeos e los inuit. La primera expedición de Frobisher desembarcó en lo que se nombró posteriormente la bahía de Frobisher, en  la isla Baffin. Frobisher encontró inuits en la isla Resolución, donde cinco marineros abandonaron el barco  bajo  órdenes de Frobisher, para ir a buscar el mar de Oeste, y que aparentemente cansados de su aventura, trataron de huir en una pequeña balsa, para luego desaparecer (Morrison y Germain, 1995).Tal acontecimiento se convirtió en parte de las leyendas inuit, pues se narraba que fueron los inuit los que ayudaron a los tripulantes en su estadía, al creerlos abandonados. Algo memorable de este suceso fue que Frobisher llevó un inuk indispuesto a Inglaterra, que fue capturado para un posible intercambio por los cinco marineros perdidos que Frobisher consideró raptados por los Inuit; este inuk fue posiblemente el primero en visitar Europa y que falleció al poco tiempo al contagiarse de gripe (Morrison y Germain, 1995).

En los años finales de 1700, la iglesia Morava dio inicio a actividades misioneras en la costa de Canadá, principalmente en Labrador, apoyados por los británicos que se habían instalado a  mediados del siglo XVII, y que estaban cansados de los saqueos y ataques en sus estaciones balleneras (Garnier, 2005). Los misioneros moravos podían fácilmente proveer objetos de hierro y materiales básicos que los inuit habían estado robando de los estaciones, materiales cuyo costo para los europeos era ínfimo, pero cuyo valor para los inuit era enorme. Tal primer intento de contacto por religiosos hacia los inuit hizo que a los ojos británicos, la comunidad se hiciera más pacíficas, reduciendo en gran cantidad los ataques a sus asentamientos (Garnier, 2005).

En el actual estado estadounidense de Alaska, el contacto con los inuit en general, incluyendo los Aleutianos y los Yupik, fue más tardío que en las costas del este canadiense; el ruso Aleksei Chirikov, encargado de la expedición de Bering, llegó el 15 de julio de 1741 a ;la actual ciudad de Sitka; siendo este hecho fundamental para la presencia posterior de la Compañía ruso-americana, que pronto empezaron la colonización de la costa oeste, generando cincuenta años después varios asentamientos en la región. La colonización de esta zona tuvo como actividad fundamental la caza de nutrias, aunque se indica que nunca fue rentable este negocio  debido al elevado costo de los navíos y equipamiento necesario para para las caza. Pese a ello, los rusos se mantuvieron firmes en su posición sobre esta parte de territorio americano, al menos hasta el año 1867, año en el que Los Estado Unidos concretó la compra de Alaska por cerca de siete millones de dólares, compra ventajosa para los interés estadounidenses pues al poco tiempo se encontró oro en las costas de Yukón, siendo así Alaska parte de los territorios afectados por la fiebre del oro estadounidense (Billson, 2001).

Todo contacto con extranjeros dañó enormemente la forma de vida de los inuit, causando una muerte en masa por las nuevas enfermedades introducidas por balleneros exploradores y religiosos, que originaron la propagación de enfermedades de transmisión sexual, la viruela, la tuberculosis, el sarampión; y disrupciones sociales causados por el efecto distorsionador de los nuevos material de los europeos. Se dice que la población sufrió una reducción de hasta 90% de su total. Tal crisis se hizo presente en los cuentos inuit, que indicaban que las muertes eran de origen espiritual (Morrison y Germain, 1995).

Hasta el siglo XIX en el ártico fue aún testigo del aislamiento de comunidades inuit de las latitudes más altas y occidentales, algo que se haría mucho más raro mientras más pasaba el tiempo. La Compañía de la Bahía de Hudson instaló  puestos de operaciones tales como Great Whale en  1820, hoy en día  lugar de los pueblos de Whapmagoostui y Kuujjuarapik,  donde productos de la caza comercial de ballenas  fueron procesados y las pieles negociadas (Garnier, 2005).   

La Expedición Naval Británica, entre 1821 a 1823, dirigida por el almirante William Edward Parry, proporcionó la primera información ampliamente documentada de la vida económica, social y religiosa de los Inuit. Parry se quedó en lo que hoy es Igloolik durante el segundo invierno que pasó en el ártico. Las escritos de Parry, las ilustraciones con tinta y pluma de la vida cotidiana inuit, y los dibujos hechos por George Francis Lyon, oficial naval británico, fueron ambas publicadas en 1824 y se hicieron muy leídas (Garnier, 2005).

Fueron muchos los balleneros que llegaron por la Compañía de la Bahía de Hudson, que además de realizar su labor de caza mantuvieron lazos estrechos con los  inuit, ejemplo de ello es George Comer, considerado como el más famoso capitán ballenero estadounidense de la Bahía de Hudson, quien realizó también un trabajo etnográfico cartográfico, fue fotógrafo y escritor; y que fue influenciado por los conocimientos de su esposa inuk Shoofly.

Ya entrados en el siglo XX,  las comunidades del ártico siguieron siendo afectadas por el contacto extranjero; pues además de los comerciantes y  misioneros que se habían establecido principalmente en la zona este de América y Groenlandia, los representantes del gobierno canadiense se hicieron presente, erigiendo las primeras centrales administrativas y de policía montada en 1903 (Greig, 2006).

Los inicios de 1920 significaron también un aumento de expediciones, Groenlandia fue visitada con frecuencia cada vez mayor: Alfred Wegener dirigió una expedición en 1912, y las expediciones ‘Thule” por Knud Rasmussen tuvieron lugar de 1915 a 1924. En 1933. Con la autoridad que se le dio a Dinamarca sobre Groenlandia por la Corte Permanente de Justicia Internacional,  los europeos  hicieron cada vez mayor contacto comercial con pueblos anteriormente en aislamiento (Billson, 2001).

Se hizo entonces evidente que los inuit ya no cazaban animales para su alimentación y  vestido, sino principalmente para la adquisición de bienes para el trueque con emisarios de los mercados Europa, Canadá y EEUU. La piel del zorro ártico estaba en demanda, pero otros tipos de pieles y lo colmillos de marfil de morsas y narvales eran también deseados por los exploradores. Tal demanda por las pieles, en especial la del zorro, causaron trastornos en los inuit, pues la captura de zorros que era hecha tradicionalmente por las mujeres, se volvió súbitamente un trabajo de hombres; ello fue así porque se necesitaba viajar largas distancias para la caza en grandes cantidades, algo que las mujeres no solían hacer pues se solicitaba su presencia en sus familia y por las pautas que regían para las mujeres inuit durante los días de menstruación, como el permanecer en cama (Greig, 2006).

Debido al comercio, los inuit podían adquirir ahora bienes de la civilización europea y americana que no solo se limitaban a objetos de hierro, como en un principio, sino también  armas, municiones, tabaco, café, té, azúcar y harina (Garnier, 2005). Para mantener a los cazadores inuit asociados a los puestos de comercio, los extranjeros realizaron préstamos que consistían además de alimentos, en trampas para la caza.

Todo ello demuestra que los inuit se hicieron cada vez más dependientes de otros pueblos, lo cual significaba que la sociedad indígena había perdido su antigua autosuficiencia.

A diferencia de la mayoría de los pueblos aborígenes de Canadá continental, las tierras ocupadas por los inuit eran de poco interés para los colonos europeos, al ser una tierra de clima hostil.

Como se dijo anteriormente, los pequeños puestos centrales del norte eran principalmente usados para asuntos de vigilancia, pues no hubo grandes cantidades de población dispuestas a colonizar esas tierras; excepto quienes se interesaron en la caza, las pieles y  posteriores hallazgos de zonas ricas en minerales (Collins, 1994).

 A finales de la  década de 1920, ya no había ningún inuit que no hubiera sido contactado por comerciantes, misioneros o agentes del gobierno. En 1939, el Tribunal Supremo del Canadá consideró que los inuit debían ser considerados como indios y por tanto estaban bajo la jurisdicción del gobierno federal.

Las costumbres nativas fueron  suprimidas por acción de representantes de los gobiernos, quienes hacían cumplir las leyes penales sobre las comunidades Inuit a pesar de que ellos usualmente no entendían que error habían cometido al ser sancionados; también los misioneros se encargaron de erradicar tradiciones, pues predicaban un código moral muy distinto al que los Inuit estaban acostumbrados. La conversión iniciada por misioneros en el siglo XVII fue aumentando durante los dos siglos siguientes, en los cuales muchos inuit  fueron convertidos sistemáticamente al cristianismo, a través de rituales como el “siqqitiq”, que consistió en  convertir al inuk con creencias chamánicas al cristianismo; el ritual era acompañado por el consumo ritual de alimentos creídos tabú por la religión chamanista, como  el pulmón y corazón del caribú, ello se hizo para subrayar el hecho de que tales tabúes no tenían sentido (Doubleday, 2003).

Ya entrado el siglo XX, la segunda guerra mundial y la guerra fría convirtieron a las zonas árticas en puntos estratégicos  importantes por primera vez,  y, gracias al desarrollo de los aviones modernos, este lugar se hizo accesible todo el año.


Es imposible ignorar que Alaska fue escenario de la Batalla de las Islas Aleutianas, llamadas así pues fuerzas del Japón, que habían llegado a establecerse en aquellas islas, lucharon contra las fuerzas estadounidenses; éstas últimas recibieron el apoyo de los grupos étnicos del ártico, pues se registró cerca de 6,300 nativos de 107 comunidades quienes fueron reclutados para la Guardia Territorial de Alaska, organizada en 1942 (Lawrence, 2013). El gobierno estadounidense hace apenas pocos meses reconoció la bravura de los soldados esquimales, como aún se les sigue llamando, nombrándolos veteranos y dándoles beneficio por tal causa (Lawrence, 2013).

En los cincuenta el gobierno canadiense empezó a reubicar a familias inuit, con el fin de asimilarlas dentro de su cultura occidental. A partir de 1955, el gobierno comenzó a establecer cerca de cuarenta centros administrativos permanentes para proporcionar educación, servicios de salud y desarrollo económico;  las visitas regulares de doctores que usaban medicina moderna aumentaron el índice de natalidad y la disminución de la tasa de mortalidad, causando un enorme incremento de la población aborigen (Greig, 2006).

A principios de la década de 1960, alentados por primera vez por los misioneros, por la perspectiva de trabajar remuneradamente, forzados por el hambre y obligados por la policía, la mayoría de los inuit canadienses se ubicaron en los asentamientos permanentes. Las migraciones nómadas que eran característica central de la vida ártica se habían convertido en una parte mucho menos significativa de la vida de los pueblos del norte. Los inuit, que una vez fueron un pueblo  autosuficiente dominando un ambiente extremadamente duro, en el lapso de dos generaciones, se transformaron en una minoría pequeña y débil.

2.2 Activismo Inuit
Fueron muchos los que se apresuraron a indicar la pronta extinción del inuk, pero poco a poco, Canadá  y EE.UU vieron surgir un activismo político que no creyeron posible.
Este activismo surgió al finalizar la década de los 60, cuando se financiaron y construyeron escuelas seculares e internados católicos y cristianos, creadas por los gobierno de los Territorios del Noroeste, incluyendo lo que hoy es Nunavut, y áreas de los inuit en Quebec y Labrador. La población inuit no era lo suficientemente grande para sostener una escuela secundaria en cada comunidad, por lo que pocos colegios fueron construidos en comunidades selectas, albergando a niños y adolescentes de zonas aledañas(O'Leary, 1997).

Estas escuelas, ubicadas en localidades como Aklavik, Iqaluit, Yellowknife, Inuvik o Kuujjuaq, por citar algunos ejemplos; reunieron por primera vez a jóvenes inuit de distintas partes del ártico en un solo lugar,  y los expusieron a una retórica de derechos civiles y humanos que estimularon el surgimiento de una nueva generación de activistas, quienes a partir de su organización presionaron para que se difundiera el respeto por los inuit y sus territorios.

El pueblo inuit comenzó a emerger como fuerza política  a principios de 1970, poco después de los primeros graduados volvieron a casa; se formaron nuevas asociaciones políticamente activas, que empezaron en 1971 con los inuit Tapirisat de Canadá, una derivación de la Asociación India y Esquimal, y más organizaciones específicas regionales poco después, entre ellos el Comité para el Derecho de los Pueblos Originarios, en representación del Inuvialuit, la Asociación Quebec de los Inuit del Norte y la Asociación Inuit de Labrador (LIA) representando a los inuit del norte de Labrador; y desde mediados de la década de 1980, la agrupación Inuit del Sur de Labrador de Nunatukavut comenzaron a organizarse políticamente, después de ser eliminados geográficamente del grupo LIA; y en Alaska, aunque en menor cantidad, aparecen asociaciones como la Federación Nativa de Alaska que buscó mantener una relación política con el gobierno federal, buscando un respeto y entendimiento mutuo.

Estos distintos movimientos activistas comenzaron a cambiar el rumbo de la sociedad inuit en 1975 con el Acuerdo de James Bay y Norte de Quebec; este acuerdo demanda asentamientos para los inuit de Quebec, junto con una otorgamiento de efectivo y una sustancial autonomía administrativa en la nueva región de Nunavik, marcando un precedente para los acuerdos que irían haciendo a partir de ello. Los Inuit del Norte de Labrador presentaron una demanda por tierras en 1977, pero tuvieron que esperar hasta 2005 para tener un acuerdo firmado que con ello estableció Nunatsiavut. Los Iniut de la zona del sur de Labrador de NunatuKavut se encuentran actualmente en el proceso de establecer reclamaciones sobre sus tierras y derechos de título.

Como ven, son varios los grupos que se han organizado para reclamar derechos sobre la posesión de tierras, por lo que en 1982 se estableció  la Federación Tunngavik de Nunavut , con el fin de hacerse cargo de este tipo de  negociaciones.  Otro hecho destacado es la creación del Consejo Circumpolar Inuit, el cual representa a los pueblos inuit de Alaska, Canadá, Groenlandia y Chukotka en Rusia, que se reunió por primera vez en 1977 para discutir la problemática inuit, y que a lo largo del tiempo ha lidiado con distintos problemas como el hecho de que la comunidad  inuit estuvo separada por divisiones geopolíticas que surgieron durante la  Guerra Fría, que trajo como consecuencias que los inuit que vivían en territorio ruso recién empezaran a trabajar activamente en conjunto y como miembros de la organización, después del colapso de la Unión Soviética (Greig, 2006).

No se puede negar que la presencia política de los inuit ha sido mucho mayor en Canadá que en Estados Unidos,  ejemplo de ello es  Leona Aglukkaq que fue nombrada como Ministra de Salud en ese país en el 2008,  siendo la primera inuk en mantener una posición de ese nivel, sumándose a los anteriores secretarios parlamentarios inuit, Jack Anawak y Nancy Karetak-Lindell (Payton, 2012).

Capítulo III

Debido a las crónicas y apuntes hechos por los europeos que llegaron a las costas canadienses y de Alaska a lo largo de siglos, además de los balleneros comerciantes y representantes de los gobiernos de Canadá, Estados Unidos; y los trabajos de etnohistoria realizados también sobre los pueblos inuit más recientemente, analizando las tradiciones que aún se mantienen, los restos arqueológicos y simbólicos, etc.; se han podido establecer grandes avances en cuanto al estudio de los pueblos del ártico que como hemos visto, se remontan a cientos de años atrás.

3.1 Vida Inuit: Una mirada al pasado
Si bien existieron trastornos y cambios en las sociedades inuit por el contacto exterior, muchas de las estructuras básicas de su cultura permanecieron.  Tal estructura social consistía en un estimado de 50 grupos de 200 a 800 miembros cada uno, estando el número de miembros basado en la asociación voluntaria de clanes grandes y pequeños. Los clanes, a su vez se componían de familias extensas, las cuales estaban integradas por abuelos,  padres e hijos. Tal estructura social poco precisa, permitía la autosuficiencia de familias y un auto gobierno, lo cual aumentaba de las posibilidades de supervivencia en tiempos de escasez (Pound, 2005).

La caza proporcionó  a los inuit una dieta equilibrada como también materia prima para la ropa, vivienda, utensilios domésticos y de calefacción, creación de botes y trineos, armas de caza, juguetes y creaciones artísticas. Piedras, cuidadosamente seleccionadas y talladas, fueron utilizadas para la creación de objetos importantes como flechas, lanzas, arpones y cabezas, raspadores y cuchillos. La esteatita,  material relativamente blando y de fácil tallado, se utilizó para la producción de “qulliqs”, que eran lámparas de aceite, además de recipientes de cocción (Greig, 2006).

Materiales a base de plantas o vegetación  jugaron un pequeño papel en la cultura inuit, pues eran muy raros en su hábitat: la madera en pequeños trozos fue casualmente utilizada por los nativos del ártico de vez en cuando, siendo usada en su lugar huesos, colmillos y cuernos de animales cazados. Las bayas se recogían en gran número durante el final del verano, proporcionando vitaminas necesaria, pero no era suficiente ; es así que complementaban la necesidad  de vitaminas y minerales comiendo carne cruda de origen animal, como el “muktuk”  que era piel y grasa de ballena, como también carne de pescado y otros animales  (Greig, 2006).

La tradición inuit de vivir en carpas durante el verano y en iglús y “qarmait” (mezcla entre carpas e iglús hechas de piedra hielo y pieles y huesos de animales) en el invierno, demostraba la aún permanencia de prácticas que se remontaban a los Thule. Dentro de los iglús las niñas jugaban con figuras hechas de fibra, como preparación para aprender a coser y en parte como un acto ritual (Issenman y Baril, 1998). Las chicas del pueblo Chugach jugaban con aquellas figuras principalmente en otoño, ya que se creía que tales objetos tejidos capturaban los rayos del sol y por lo tanto retrasaban el comienzo del invierno. A menudo, la creación de figuras de fibra o cuerda eran  acompañadas de rimas y canciones que describían cuentos, leyendas y mitos.

Los inuit utilizaron ropa de invierno eficaz para mantener el calor corporal, evitando al momento de la fabricación, agujeros que permitan que el aire frio ingrese. En Alaska, Rusia y Canadá se utilizaba además de piel de foca,  piel de caribú, mientras que los inuit de Groenlandia usaban piel de oso polar. En invierno, con el fin de crear un efecto de colchón de aire caliente, la ropa fue ligeramente  entallada y usada en dos capas, la exterior con el pelo mirando hacia la zona  interior, y la interior con el pelo mirando hacia afuera; en verano en cambio, sólo la capa interior se llevaba. La capucha fijada en el interior de sus abrigos o “parkas” evitaba la filtración de aire caliente por el cuello, mientras que las madres también utilizaban una parte adicional de sus capuchas para llevar a los niños pequeños en su “amauti” (Tyrrell, 2011).

Muchos ancianos en  la actualidad aún recuerdan los tiempos en  los que los inuit vivían un estilo de vida nómada, hace más de 60 años. Dependiendo de la temporada, se seguía se a los animales  por el ártico, cazándolos para la fabricación ropa y alimento; tuvieron que reubicar y reconstruir sus campamentos con frecuencia, siguiendo las mismas tradiciones  que se establecieron  generaciones atrás.

A inicios y mediados del siglo XX, la mayoría de los inuit seguían viviendo en tiendas de piel durante el verano, aunque a veces usaban tiendas de lona obtenidas de la Compañía de la Bahía de Hudson. En ambos tipos de tienda, el interior se dividía en dos, una parte trasera  utilizada para dormir, y una parte delantera para la cocina y la vida diaria; el lugar para dormir de la mujer estaba siempre al lado de la “kudlik”, que era una lámpara de aceite generalmente tallado en piedra esteatita utilizada para la iluminación, calefacción y cocina, pues era deber  de la mujer prenderla y hacerla funcionar. El lugar para dormir del hombre estaba cerca de las armas y el equipo de caza; los niños dormían entre sus padres para darse calor. Hoy en día la “kudlik” es sustituida por un producto industrial moderno, la estufa, que de fácil transporte y que es operada con gasolina (Tyrrell, 2011).

En los meses de verano, la gente trasladaba el campamento a los estuarios, pues era más fácil capturar la trucha alpina, usando para ello por ejemplo, presas artificiales, y huevos de aves marinas. Para los inuit que se encontraban más al sur, el caribú era el recurso más importante; proporcionaba carne,  ropa, y sus tendones eran usados como cuerda, mientras que los inuit costeros y de islas, la caza se centraba principalmente en focas y morsas, y, dependiendo de la región, también se capturaban narvales, belugas y caribúes (Garnier, 2005). La carne de foca se utilizó como alimento para hombres y perros, su grasa para prender los “kudliks”, y su piel y tendones para las “kamik” o botas de foca, para la fabricación de botes o  “kayaks”,  como cuerdas para trineos y como  látigos para perros; aquellos animales o “qamutik” eran usados para jalar trineos; en la actualidad lo perros han sido sustituidos por trineos a motor (Issenman y Baril, 1998).

Durante el invierno, los inuit vivían en iglúes, que fueron erigidos por separado o unidos por túneles como fue el caso de algunos clanes, conservando la misma disposición interior que se tenía en las carpas usadas en verano. La nieve debía tener una consistencia específica  para poder construirlos, siendo el elemento más importante  un túnel de entrada baja, que  repelía el aire frío, evitando que el viento penetrara en su interior. Como medida adicional para prevenir el frio, se agregaba una capa de nieve sobre el área de dormir que los ponía a un nivel más elevado con respecto al suelo (Tyrrell, 2011).

Debido a las condiciones climáticas difíciles propias del invierno ártico, durante esta temporada las familias se unían más que nunca; es por ello que las visitas mutuas en lugares comunes de caza entre los diferentes grupos aumentabas, sirviendo además para el intercambio de noticias y experiencias, pero sobre todo para el intercambio de comida de distintos tipos. Es también durante esta época del año,  en donde los viajes se realizaban por trineos tirados por perros, aunque también había quienes se seguían transportados a pie. En las épocas más cálidas, se utilizaba sobre todo el  “kayak” o barco de hombres, para el transporte en solitario, y los “umiak” o barco de mujeres para el trasporte de familias (Issenman y Baril, 1998).

3.2 Tradiciones Actuales
La cultura es un complejo patrón de comportamiento humano que incluye el pensamiento,  habla,  acción y objetos, y que es transmitido de generación en generación a través del aprendizaje. Incluye las creencias consuetudinarias, formas sociales y los rasgos materiales de un grupo étnico, religioso o social (Healey y Meadows, 2008).

Las discusiones sobre la cultura inuit son a menudo envueltas en controversia sobre el concepto de aculturación. El termino aculturación tiene diferentes significados de acuerdo a los contextos específicos. En el contexto ártico, como se ha visto, se refiere a la sustitución de los rasgos de una cultura con los de otra, como sucedió también con muchos otros  pueblos indígenas de todo el mundo durante el proceso de colonización. La aculturación se produce cuando una comunidad sufre una transición, pasando de ser una sociedad tradicional a una sociedad con características modernas (Healey y Meadows, 2008).

No hay duda que los sesentas marcaron el final de las tradiciones inuit como se conocían, al ser las poblaciones característicamente nómadas trasladadas a ciudades y pueblos, volviéndose sedentarios al ubicarse en asentamientos permanentes.

Sin embargo, la gente de la tercera edad aún sigue contando leyendas y mitos que han sido transmitidos desde hace cientos de años atrás, narrando la acción de dioses y seres mágicos. A  pesar de que la población inuit es cristiana, se escuchan y difunden estas historias al ser parte de su tradición y de las creencias de sus antepasados; prácticas e ideas del chamanismo animista se han mantenido constantes, por ejemplo, la creencia de que existen seres especiales en la tierra y en el mar es muy extendida, y se dice que estos seres siguen siendo vistos hoy en día. Además, el “atik” o el ponerle a un recién nacido el nombre de una persona fallecida cercana continúa siendo considerada como una forma de reencarnación, ampliando los lazos de parentesco y proporcionando a los bebés la protección de espíritus a través de estos nombres (Morrison y Germain, 1995). El baile de tambores ha sido revivido y es ahora un icono cultural latente entre los Inuit. Así mismo, el interés por el chamanismo está regresando, algunos incluso afirmando que se debería crear una "iglesia chamana" para encajar con la tradición cristiana (Kral, 2011).

Las historias y leyendas, que forman parte de la mitología inuit y que son difundidas hasta la actualidad, pese a ser no todas creídas o a veces adaptadas al cristianismo, se suelen contar por gente mayor, a quienes aún se les guarda el respeto que se le tenía hace mucho tiempo, aunque no al mismo grado. Entre los cuentos más contados se encuentran el Ukaleq, El Perro Gigante, Anarteq, Kúnigseq o la leyenda de los enanos (Rasmussen, 1921). Constantemente en tales historias aparecen deidades importantes para los antiguos inuit, como Sedna, señora de los animales marinos, Akna, madre de la fertilidad, Nanook, maestro de los osos polares, o Sila, la personificación del aire.

Laugrand (2000) señaló que el cosmos inuit no era regido por nadie, no había figuras de madres o padres divinos, no hay creadores, como tampoco hay eternos castigos después de la vida.

Los inuit creían que todas las cosas tenían forma de espíritu o poseían alma, al igual que los humanos. Estos espíritus se mantienen a persistir después de la muerte, y los ritos y tabúes relacionados a su religión estaban relacionados a precauciones que se debían tener en un ambiente agreste como aquel en el que vivían (Laugrand, 2000).

Actualmente, es común el uso en celebraciones del tambor inuit, instrumento tradicional  del ártico; el instrumento, hecho a base de piel de caribú era usado por hombres, celebrando la primera caza realizada por un adolescente iniciado en tal labor ancestral, o para celebrar el nacimiento de un bebé. Este objeto fue prohibido por misioneros y figuras religiosas por representar un riesgo para la iglesia, pero como se dijo anteriormente, en la actualidad, su uso ha regresado con fuerza. El sonido distintivo de este tambor es usualmente acompañado por danzas  como el “Baile del oso polar” en donde se imita el caminar de este animal, o también se escucha acompañando a canciones tradicionales llamadas “ayaya” (Rasmussen, 1921).

Además de esos canticos, también se practica el  “katajjaq” o cántico de garganta inuit, canto practicado principalmente por las mujeres  y que era parte del entretenimiento de hombres y mujeres en momentos en los que se iban de caza; han sido practicados a dúo desde hace mucho hasta la fecha, y usualmente suele tornarse tal actividad en una competencia entre grupos (Morrison y Germain, 1995).

3.3 Desafíos
Si bien el mayor desafío que han tratado de combatir los grupos activistas inuit ha sido el peligro de una desaparición cultural y una omisión de la propiedad territorial del pueblo inuit, el siglo XXI ha manifestado otros desafíos, que se han venido presentando en mayor o menor amplitud y que necesitan un análisis y replanteamiento para buscar posibles soluciones.

Por supuesto, el primero en la lista es el cambio climático, proceso innegable por el que toda la tierra está pasando en estos momentos, pero que en la zona ártica precisa una mayor atención, pues según Kathryn Kopchik (2012) el ártico es el barómetro del planeta. Diversos representantes de las comunidades inuit, así como el Consejo Circumpolar Inuit  se han venido reuniendo con los mandatarios de Canadá y Estados Unidos así como otros presidentes de distintos países para discutir el tema, además de tener una participación activa en congresos y conferencias importantes que tratan sobre el cambio climático; discutiendo los desafíos, consecuencias y una posible protección para los inuit en estas nuevas circunstancias (Kopchik, 2012).

Sin duda, de los problemas que se enfrentan los inuit hoy en día, este es el más delicado y urgente, pero no es el único al que combaten. Otros de los desafíos por los que pasa el inuk comprenden los casos comunes que vemos día a día en cualquier sociedad de occidente, y de las que los inuit también ahora forman parte.

Uno de ellos es la alta tasa de suicidio que se registran entre inuit comparada a la población que viven en  el resto de Canadá y EE.UU. Por ejemplo, en Nunavut la tasa de suicidio es 11 veces mayor que el promedio nacional, y que reclama la vida de cerca de dos docenas de inuit cada año, generalmente jóvenes varones (Webber, 2008). 

Sin embargo, los suicidios no son nada nuevo en la comunidad inuit, pues estudios comprobaron que algunos de los ancianos inuit usaban el suicidio como forma de purificar su alma, garantizando a través de una muerte violenta un buen viaje al más allá (Leenaars, 2000).

Leeneraars explica aquel antiguo proceso, indicando que las personas que buscaban cometer tal acto, pedían la ayuda y asistencia de tres miembros de su familias, quienes tratarían de disuadirlo, pero a la tercera petición que se haga, el familiar estaría obligado a asistirlo; siendo el acto muchas veces no personal, sino que sería un suceso sabido y hasta a veces concurrido por los familiares.

Una vez aceptada la asistencia, se planeaban los detalles para el suicidio,  como el vestirse como usualmente se vestía a los muertos, con la ropa al revés; el suicidio sucedía en un lugar en particular, en donde se llevaban también las posesiones del fallecido para ser destruida.

Sin embargo esta tradición sería muy distinta a la situación actual: la antigua tradición, con todo el ritual que conllevaba, y que se aplicaba solamente a ancianos, ha sido dejada de lado pues en la actualidad los que cometen este tipo de acto son jóvenes, y lo hacen a través de distintas maneras; ejemplo de ello es un caso en 1993,en el cual dos adolescentes que formaban parte de la comunidad inuit se suicidaron, mientras que muchos otros adolescentes intentaron hacerlo, a través de combinaciones letales de alcohol y drogas (Weber, 2008).

Nuevos estudios (Webber, 2008) señalarían tras una investigación de comunidades en Nunavut, Alaska y Groenlandia que este tipo de suicidio “moderno” tendría relación con los traslados forzosos, en los que los gobiernos instaron a los pueblos a moverse a comunidades permanentes. En los tres países, los casos de suicidio empezaron a aumentar dentro de la primera generación nacida en ciudades, los hijos de quienes habían crecido en las comunidades permanentes. La tendencia empezó en el norte de Alaska en los 60, en  Groenlandia en los 70 y en Nunavut En los 80, por lo que se indica que los suicidios están socialmente determinados, siendo la modernidad y el suicidio fuertemente relacionados.

Otro asunto fuertemente polémico son los casos de embarazos tempranos, que al igual que los suicidios, también acurren entre los inuit con más frecuencia que en otras zonas de Estados Unidos y Canadá, y es de preocupación del gobierno, que buscan en la actualidad, mediante programas de educación sexual en las escuelas, combatirlos (Collins, 1994). Sin embargo aquella preocupación sería principalmente del estado, pues tras entrevistas y consultas realizadas a mujeres inuit sobre el tema, se hace evidente que no se observa el lado negativo a tal hecho, criticando solamente el uso de sustancias perjudiciales como el alcohol, que se ha visto siendo consumido por jóvenes mujeres embarazadas; tal punto de vista se debe a que tradicionalmente la mujer inuk se casaba a inicios de su adolescencia, teniendo ya a los 18 o 20 años cerca de dos hijos, generalmente con hombres mayores que están en plena juventud; tradición que de cierta forma se ha mantenido, aunque ahora no involucra precisamente un matrimonio (Collins, 1994).

Sin embargo son muchas las mujeres inuit consultadas que empiezan a indicar que la planificación familiar se debe empezar a controlar, pues el problema de los embarazos en adolescentes lleva también a otro problema, que es el boom demográfico que se empezó a evidenciar en las ciudades inuit en el siglo pasado. Este incremento seria prejudicial a largo plazo pues dentro de las próximas décadas la nueva generación de inuit se unirá al grupo de personas que actualmente está compitiendo por los puestos de trabajo bastante limitados de la región; las  mujeres entrevistadas indicaron que los niños conforman una boca más que alimentar en familias con pocos recursos, y que las ganancias que se generan por la caza no sería suficiente (Collins, 1994).

Como conclusión, observamos que todos los problemas, aunque distintos, están relacionados directamente con el proceso de cambio social y cultural. Los propios inuit sienten  la transformación por la que están pasando, tratando muchos de aferrarse a sus antiguas tradiciones, predicando las lenguas nativas que las generaciones recientes han olvidado o embarcándose en la caza de focas o caribús  utilizando técnicas de caza que se remontan hasta la cultura Thule.

La batalla contra la aculturación se ha venido luchando desde que los  inuit tomaron conciencia del peligro que sufrían como comunidad. Si bien son las agrupaciones activistas inuit, que describimos en el capítulo anterior, las que más se han preocupado por luchar contra el problema, son también los pobladores del ártico comunes y corrientes que se han interesado por mantener la identidad de su pueblo, tal como se observa pero a través de reportajes e investigaciones que se han utilizado para esta investigación.

La batalla contra la aculturación se ha venido luchando desde que los  inuit tomaron conciencia del peligro que sufrían como comunidad. Si bien son las agrupaciones activistas inuit, que describimos en el capítulo anterior, las que más se han preocupado por luchar contra el problema, son también los pobladores del ártico comunes y corrientes que se han interesado por mantener la identidad de su pueblo, tal como se observa pero a través de reportajes e investigaciones que se han utilizado para esta investigación.

CONCLUSIONES
·         Los pueblos inuit se desarrollaron en solitario por décadas antes de la llegada de europeos a sus costas; fueron una cultura hábil e ingeniosa, que se supo sobreponer a un clima agreste.

·         Las tradiciones inuit se iniciaron gracias a los primeros aportes, de la cultura Dorset y Thule, que se instalaron hace más de mil años en las costas de América; siendo esta ultima la que se desarrolló hasta convertirse en el actual inuit.

·         El contacto con los españoles degeneró la sociedad inuit, pues trajo consigo elementos extraños, armas, nuevos alimentos y enfermedades, que acabaron matando a grandes cantidades de individuos.

·         Las políticas de gobierno de Canadá y Estados Unidos perjudicaron culturalmente a los pueblos inuit, siendo los nativos del ártico forzados a vivir en ciudades, y haciendo que su cultura nómada se interrumpiera.
·         La aculturación y modernización en las comunidades inuit trajeron además ciertas consecuencias que no se intuyeron en un inicio, como suicidios, violencia, según algunos ello se debió a los conflictos internos de identidad.

·         Pese a ello, se observa a una población inuit que cada vez más crece en su accionar político social y económico, observándose que nuevas generaciones se interesan en la conservación y continuación de sus tradiciones.

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