EL
ESTUDIANTE COMO ACTOR Y PROMOTOR DE DEBATE.
Por Luis Rodríguez
Historia UNMSM
Hay una errónea consideración acerca del papel del estudiante en el
desenvolvimiento de las Ciencias Sociales. Lo anterior va de la mano con su
función de investigar, pero eso es un aspecto para el cual ya me he desenvuelto
mucho, ahora la consideración se debe a ¿cuál es su función en relación al
debate?. Considerando el “debate” como una discusión de ideas antagónicas sobre
un problema determinado. En las Ciencias Sociales podemos entender el debate
como la confrontación de propuestas metodológicas, teóricas o informativas con
el fin de enriquecer el campo para entender un problema determinado. Sin
embargo, esto último ha sido dejado de lado por el estudiante por muchos
factores, considero principalmente cuatro, que lo ha llevado a ser un mero
espectador.
El estudiante como alabador
de ídolos
Lamentablemente los estudiantes de hoy han perdido la capacidad de
discernir con profesionales consagrados. Y esto último no debe entenderse sólo
en relación a la diferencia ideológica sino, considero, científica. Se discute
mucho más si tal o cual es neoliberal, o “fujimorista” o “nacionalista” si sus
aportes a la Historia o Ciencias Sociales deben ser considerados fundamentales.
Las discusiones [si las hay] se entraban en la consideración de la persona
llegando hasta caer en el vició del chismoseo y el ataque personal. Y para
darse cuenta de ello bastaría ver las innumerables referencias que se hicieron
a Manuel Burga cuando fue rector de la Universidad San Marcos hasta el 2007.
Esta incapacidad de discernir científicamente puede ser considerada
falsa por aquellos que caen dentro de la ortodoxia metodológica, es decir
aquellos que descalifican una teoría o una propuesta porque no cumplen la
función de transformar la realidad. Así, entendía Lukács la función de la
teoría, y así justificaba la ortodoxia marxista, pues si la teoría no afectaba
a las masas y se convertía en un camino de la revolución era una herramienta burguesa[1].
Actualmente muchos se amparan en ello para invalidar cualquiera propuesta,
desde las Ciencias Sociales, o simplemente ignorarlas. Esto último viene a ser
la génesis de la falta de actualización de ciertos estudiantes y formas de
organización en el ámbito académico.
Pero si la falta de debate en relación a profesionales consagrados se
encuentra en los estudiantes más políticos expresados en la descalificación de
las propuestas de los primeros o del ataque personal, esto es expresado a su
vez en los estudiantes considerados “solamente académicos”, pues muy pocos se
dedican plenamente a proponer, cuestionar o situar alguna propuesta de los
anteriores. Muy poco ha quedado de los estudiantes que proponían y cuestionaban
históricamente algo, de hecho hay un exceso de respeto. Alberto Flores Galindo,
en su última carta, mencionaba que la generación de jóvenes posterior a la suya
tenía un excesivo respeto hacia ellos, reclamando él que se ejerciera un
pensamiento crítico sobre ellos[2].
Sin embargo, esta capacidad de criticar, de renovarse generacionalmente y de
discernir con los consagrados se ha perdido. No hay necesidad de entusiasmar a
los jóvenes – a nosotros mismos – con lo que ha sido generaciones pasadas, me
parece que los mejores homenajes se dan en aquellas situaciones donde los
estudiantes aprenden a superar a sus maestros, pero lo último no se logrará
mediante la alabanza excesiva sino mediante la lectura crítica.
Han pasado ya casi veinte o treinta años desde que la generación del 68,
tal vez la más ilustre que ha tenido nuestro mundo intelectual, dio sus mejores
aportes a las Ciencias Sociales, muchos de ellos lamentablemente ya han
fallecido, vale decir Alberto Flores Galindo y Carlos Iván Degregori. Las
generaciones posteriores han dado un buen impulso a las Ciencias Sociales, las que
ejercieron su labor en la década de Fujimori, muchos de ahora están en oficio y
han dejado grandes estudiantes; pero el carácter confrontacional de ideas y de
propuestas ha perdido brillo. Los eventos nacionales no ayudan mucho, salvo
excepciones individuales muy marcadas, estos eventos que pueden tener como
rótulos “Congresos, Seminarios o Encuentros” no intensifican ni aportan a la
discusión nacional o científica por el contrario se vuelven aparatos
monolíticos donde la exposición vale más que la reflexión. Lejos parece la
realidad donde en los congresos nacionales discutían y exponían intensamente José
María Arguedas o el mismo Flores Galindo, éste último también debatía y
polemizaba mediante sus escritos en cualquier medio que encontraba, sea en
forma de libros, artículos o notas de periódicos. A Flores Galindo le importaba
bastante poner en el centro del debate una idea para que fuera repensada, este
gran ejercicio intelectual le hizo confrontarse académicamente con otros
intelectuales como Luis Millones, Fernando Iwasaki y el mismo Degregori, con el
cual discute tendidamente sobre el mundo andino y la utopía, un debate
lamentablemente inconcluso.
Esta capacidad de discernir no es únicamente de este conjunto de
intelectuales, es una herencia de los maestros de generaciones pasadas, es
merecido el testimonio de Raúl Porras Barrenechea que describe una crónica de
un debate que él protagonizó junto a Paul Rivet y Hermann Trimborn sobre la
consideración del nombre del Perú, hecho ocurrido en el Primer Congreso
Internacional de Peruanistas en Lima en 1951[3].
Cuando no ocurría estos eventos de gran trascendencia, las universidades u
organismos particulares generaban el debate, es memorable la mesa del 23 de
julio de 1965 que organizó el IEP alrededor de una obra literaria, Todas las sangres. La discusión se dio en relación a las consideraciones del mundo
andino expuesto por José María Arguedas, y que fue severamente criticado por
Anibal Quijano, Henri Fabvre, Jose Matos Mar, Sebastian Salazar Bondy, entre
otros. Las actas del evento fueron publicadas por la misma institución, acción
que ha sido imitada muy poco. La misma institución para 1972 publicó su serie
Perú Problema de donde se editaría el famoso ensayo de Heraclio Bonilla y Karen
Spalding “La independencia en el Perú: las palabras y los hechos” como parte de
una antología de textos recopilada por el primero. José Matos Mar y Bonilla en
las primeras líneas de su presentación dejan en claro el objetivo de la obra, “[…]
su propósito es ofrecer al lector los planteamientos de la moderna
investigación histórica sobre el tema. Los análisis e interpretaciones que
formulan los autores de estos ensayos constituyen serios intentos para reexaminar y cuestionar la versión que tradicionalmente
existe entre nosotros sobre la Independencia”[4].
La importancia de esta obra fue que se convirtió en el paradigma de la historia
que revisaría todo lo que se consideraba consagrado en las canteras de la
historia. Se editó en un momento crucial, ya que se acababa de celebrar el
sesquicentenario de la independencia del Perú, el mensaje oficial seguía viendo
la independencia como una gesta heroica de todos los peruanos, Bonilla ofrece
su visión de una independencia concedida lograda por los ejércitos extranjeros,
lo que lo convirtió en el “aguafiestas” de las celebraciones nacionales. Esto ahora
parece imposible, a pesar de que estemos a poco para llegar el Bicentenario
nacional. Me parece que una de las últimas mesas redondas en torno a una obra
que generó mayor polémica fue la suscitada en la Universidad Federico
Villarreal en torno al libro Contrahistoria
de José Ragas y Eduardo Dargent y que comentaron tanto Cecilia Méndez como
Mario Meza. Todo lo anterior son esfuerzos memorables dignos de admirar e
imitar, pero el mejor recuerdo es aquel que se reproduce constantemente con
nuevos actores y nuevas discusiones, es tétrico ver un ambiente académico donde
la discusión es lo último que se piense, y donde haya un exagerada devoción
hacia los grandes intelectuales, esto último a veces solo de nombre.
El debate es otra de las cosas perdidas de las revistas no solo de
docentes, sino también de los estudiantes, estos últimos que buscan el espacio
excesivo de los primeros para llenarse de prestigio; a su vez se ha perdido
publicaciones serias que critiquen seriamente el manejo del gobierno nacional,
de la universidad, o que repiense las propuestas académicas de los últimos
tiempos. En el caso de los primeros solo encontramos panfletos llenos de
consignas, y entre los segundos a lo mucho podemos pedir reseñas, tal vez los
espacios de crítica e intercambio de ideas que se daban en revistas como la Revista Andina del CERA de Cuzco se ha
perdido, Allpanchis en la dirección
de Flores Galindo presentaba esta característica como el mismo autor señala “[…] se busca, además, artículos
contrapuestos sobre un mismo tema, e incluso se ha establecido una sección
destinada a inaugurar polémicamente nuevos territorios de investigación […]”[5],
ni que decir de la única revista que tenía dentro de su nombre la palabra
“debate”, vale decir Márgenes fundada
por SUR y por el mismo Flores Galindo, y cuya última edición se dio en el año
2000, dato curioso a saber que fue ese año cuando cayó el régimen fujimorista,
que suponía que la libertad de discusión y crítica se intensificaría.
El estudiante político y el
debate muerto
Esto en parte se incrementa por la consideración del debate como espacio
donde se elimina al enemigo, en este caso político. Esta mala concepción ha
sido adoptada por las organizaciones políticas y su reproducción en espacios gremiales
en nuestra Universidad. En estas últimas formas de organización que le queda a
la institución, el “debate” baja de un nivel tremendo desde las instancias que
aglomeran varias facultades, a las que solo conciernen a una “base” (conjunto
de estudiantes que tienen como común denominador pertenecer a una determinada
promoción). En este caso hablo de la Universidad San Marcos, y sus numerables
espacios de decisión y organización que han sido creados por empuje de las
organizaciones políticas, estas son la AGG (Asamblea General de Gremios), La
Coordinación de Juntas Directivas de San Marcos, la Coordinación de Gremios
(COOGRE para el caso de Ciencias Sociales), Asambleas de delegados de los
Centros Federados, Asambleas generales de estudiantes de una facultad, la
Asamblea General de un Centro de Estudiante (para el caso de Sociales y
Letras), las Coordinaciones de representantes de un Centros de Estudiante,
Coordinaciones ampliadas, reunión de base, etc, y últimamente se pensaba crear
el Comité Directivo de la AGG, una propuesta basada en las experiencias del
2008 en la AGG y Ciencias Sociales. Todo este conjunto burocrático de
instancias de decisión en vez de incrementar el debate, por el contrario lo
asesinan al internarse en un conjunto de discusiones estériles sobre problemas
que solo atañen a sus organizaciones políticas. No hace falta mencionar que las
discusiones académicas son dejadas de lado por estos organismos [siendo la
excepción las asambleas de estudiantes de una facultad y las asambleas de
“base”], considerándose solamente político, meramente político. Y con discusión
académica no nos referimos a la consigna de la “calidad académica”, o la de
mayor logística, que es muy importante, sino me refiero al intercambio de ideas
en relación a enfoques, disciplinas, teorías, metodología de las Ciencias
Sociales, y otros.
La calidad académica ha sido adoptado por estos espacios como una
bandera, como un caballo de batalla, pero de hecho muy pocos de los estudiantes
que se insertan en estos espacios tienen vida académica, más allá de asistir a
clases, sin generalizar claro está. Por otro lado, es un error considerar que
las discusiones que se generan en estos espacios son verdaderos debates por lo
siguiente: a) lo que se discute es importancia de una pequeña cantidad de
estudiantes, debido a que no son problemas que vinculen a la mayoría, b) cuando
estos problemas son reales y vinculan a la mayoría son dirigidos de una mala
forma, c) esta mala forma se expresa en combinar problemas reales y problemas
políticos de espacios, d) los problemas políticos de espacios tiene que ver con
las formas de captación y reproducción de sus discursos ideológicos, e) cuando
los espacios políticos combinan la coyuntura del momento con sus discursos
ideológicos, pesa más lo segundo – por un factor de supervivencia – lo que
ocasiona que la discusión se quede en ese nivel, f) al quedarse en ese nivel,
los espacios políticos recurren a niveles bajos de discusión como el insulto,
apelan a atacar a la persona que da el argumento y la opinión que contrarrestar
lo último, g) cuando la discusión queda en un nivel personal y donde prima la
capacidad de eliminar y anular políticamente al otro, entonces se aleja al
resto de estudiantes que no tienen intenciones políticas, meramente políticas,
h) al alejarse las personas que no tienen estas intenciones, los espacios políticos
siguen discutiendo hasta reflejar en las síntesis de las reuniones o asambleas
sus pareceres y propuestas y no de la gran mayoría anulada en el camino, i) al
quedar en las asambleas las propuestas de un pequeño grupo, la mayoría lo
desconoce y lleva al fracaso a los primeros, j) para no quedar en el fracaso y
demostrar su validez, entonces los espacios políticos toman acciones, por más
descoordinadas que estén, a pesar que este lleve el peligro de el aislamiento,
k) al pasar lo último se puede llegar a confrontaciones donde la gran mayoría
al ser alejados de la decisiones decida hacer valer sus propuestas y puede
ocurrir conflictos, l) al ocurrir conflictos los espacios son deslegitimados,
vistos como una minoría, inservibles y donde se pierde el tiempo, por lo que la
capacidad de estos espacios de generar el debate es muerto. El hecho de que el
debate tenga su “clímax” en el ataque personal, supone mediante silogismos que
la única forma de debatir es descalificando al otro para apropiarse de la razón
mediante la anulación de la verdad de la otra persona, solo basta ver la
cantidad de fuentes que en 8 años el llamado “movimiento” estudiantil ha
generado, a saber de pronunciamientos, actas de reuniones [los pocos centros
que tienen], volantes, prensa de campaña de tercios, etc; lamentablemente las
pizarras por su carácter de no ser fuente permanente ha desaparecido, pero
antes abundaban estos medios donde se hacían denuncias expresas a personas,
solo por el hecho de descalificarlas de los ataques que se brindaba a un
determinado espacio.
Situar históricamente el declive del movimiento estudiantil implica
tomar en cuenta factores externos (la herencia de la década de la antipolítica
y la criminalización de la protesta por ejemplo) e internos. En estos últimos
ha de ser un factor clave la continua relación que existe entre consigna
política y ataque personal como medio para ganar una discusión, tanto que ambas
cosas han llegado a ser sinonímicas del debate. Sólo bastaría ver la relación
de asistentes a asambleas que se dan en los espacios de decisión mencionados
para ver el alejamiento de los estudiantes de estas prácticas y de los centros
de estudiantes que la representan.
El apolitismo y el debate
como sinónimo de pelea.
Admitir que el debate entre muchos de los estudiantes de ahora tiene una
carga negativa es honesto, muchos no solo rehúyen sino lo niegan porque lo relacionan
con las peleas sin sentido y los ataques personales, y hasta cierto punto
tienen cierta justificación, pero el alejamiento, también, se debe al apolitismo
que vive la Universidad, y sus estudiantes, esto último como consecuencia de la
década de Fujimori que condenó todo tipo de protesta social, pero no es lo
único. Grover Ponce[6] en
un ensayo, bastante conocido, reconoció como factores de la antipolítica al
discurso del mercado, el horror a la violencia política del SL y el MRTA, la
crisis económica de los noventa, el cambio de la composición social en la
Universidad y el ocaso del radicalismo universitario de los setenta y ochenta[7].
Esta contextualización hizo que las condiciones para el desarrollo de la
organización y la acción política se vieran cada vez más complejas, lo anterior
se expreso de una mejor manera cuando la reconstrucción de espacios gremiales
después de la caída de Fujimori se dio de una forma desorientada, y cuyo
proceso de fortalecimiento aún sigue en camino en contraste con las
fortalecidas Federaciones de estudiantes que existió en la década del sesenta y
setenta y que vieron su ocaso en los ochenta con la presencia de espacios
políticos sin programa que destruyeron el debate, la revisión de ideas, de lo
cual se desprendió y apropio el termino revisionista, cargándolo de un
contenido negativo, entonces la crítica y el hecho de repensar se hizo
revisionista, y el seguir el manual se hizo de los consecuentes. El mismo
camino no demoró en aplicarse a los jóvenes gremios reconstruidos en San
Marcos, ocurrió el mismo proceso de apropiación de espacios políticos, siendo
consecuencia lógica ya que ellos habían sido sus fundadores e impulsores, pero
la falta de un programa verdadero derivado de un pensamiento que reflejara la
realidad del momento hizo que se cayeran en viejas consignas repetitivas que
como en los ochenta alejo a la gran mayoría de estudiantes aislándose y
convirtiéndose en una comunidad sostenida solamente por sus actores,
estableciéndose una categoría entre aquellos que se dedican a “la lucha” como
los “consecuentes” y aquellos que solo se dedican a estudiar como los
“academicistas”. Convirtiendo y estableciéndose estereotipos del “estudiante
político que no estudia”, y del “estudiante academicista que no se mete en
cosas políticas”, siendo algo raro un término medio que aglomere ambas
“posiciones”. Esta clasificación se vuelve más intensa cuando estas
consideraciones se desarrollan en espacios políticos, siendo los primeros llamados
“rojos”, y los segundos “amarillos”, donde el ataque personal vuelve aparecer. Lo
anterior genera rechazo, un natural rechazo que hacen ver al debate como ataque
personal, y una pérdida de tiempo generada por intereses partidarios.
El estudiante “tijeras y
engrudo”
Robin George Collingwood entendía cómo el método de “tijeras y engrudo”
a la necesidad de los historiadores helenísticos a recopilar información y
materiales en base a “autoridades”, vale decir en base a la obra de otros
semejantes[8].
El nivel de desarrollo de las redes sociales ha permitido una gran interacción
entre personas de una misma comunidad académica o social, el desarrollo ha
llevado a cabo a convertir sujetos sociales en sujetos virtuales. Pieré Lévy
consideraba la virtualización como la mutación de identidad del centro real del
ser a una expresión dinámica[9].
Esto equivale a mencionar que mucha de las expresiones reales del cuerpo como
realidad son proyectadas a través de sus realidades virtuales, esto se puede
reconocer en las redes sociales donde la capacidad de discernir pareciera
aparecer, pero en realidad es otro de los tantos proyectos frustrados para
encontrar medios para debatir. El facebook bien puede ser utilizado para
confrontar ideas, pero no sirve porque los actores yerran al utilizar el debate
como ataque personal, al condenarlo o al expresar una característica en el cual
su falta de capacidad para repensar o proponer se llena con la copia de las
ideas y propuestas de otros autores. Citar y utilizar a autores para sostener
una discusión no es malo, pero es perjudicial cuando no se tiene otra forma de
expresarse “académicamente”. Anteriormente se discutía de forma presencial y se
repetía y leía citas textuales, ahora basta con pegar un link para decir algo,
sea la nota de un diario, el artículo de un intelectual subido a la red, entre
otras variadas formas de expresarse; de hecho este rasgo es peor cuando la
capacidad para defender y mostrar una posición se expresa sólo a “dar like” a
un comentario, un estado o cualquier forma, lo anterior anula la capacidad de
expresarse con las propias palabras que uno pudiese concebir, lo que impide a
su vez repensar. Claro, nunca hablando en generalidad.
La idea de algunos estudiantes a recurrir siempre a “autoridades” para
sostener un discurso o una postura se asemeja al método de los historiadores
que cortaban citas, hechos y luego los pegaban en su obra, de ahí mi
consideración a las “tijeras y engrudo”. Basta con revisar constantemente las
redes sociales para darse cuenta que cuando sucede una coyuntura política,
académica u otro evento que sucinte atención, basta que uno o dos intelectuales
escriban alguna nota por ahí, para que esta sea rebotada de una gran manera por
estudiantes que anulan su propia capacidad de expresarse. Pero retomemos lo
anterior, no es mala la difusión de textos y artículos buenos, recientemente
Roger Chartier en una entrevista en Chile, mencionaba que “[…] La técnica digital revoluciona al mismo tiempo
el soporte de lo escrito, las relaciones con los textos y su inscripción y
difusión […]”[10], vale decir que
el apoyo de las redes de comunicación ha favorecido la difusión de una gran
información, antes considerada muy imposible de conseguir, es decir libros
editados en otros países e idiomas, así como acceso a diarios, revistas, libros
y blogs donde autores del medio publican sus pareceres sobre las coyunturas que
se viven, gracias a la técnica digital lo que escriben las personas se difunden
de una manera masiva, gracias a esta misma técnica se puede conocer lo que
sucede en otros países sin necesidad de depender de las cadenas de televisión,
todo lo anterior es cierto. Pero ello no justifica bajo ninguna manera que los
estudiantes nos quedemos solo con el papel de reproducir lo que escriben los
intelectuales y mostrarlo como nuestra posición sin siquiera un comentario repensado
o escribir algo, esto cómo dije no sólo anula el debate sino la capacidad de
criticar que es la base de toda aquella institución superior que se reconoce
como la entidad donde han de desarrollarse las soluciones de un país.
El debate no es sólo discutir sino
proponer.
Al pensarse en “debate”
en Ciencias Sociales, la mayoría se situaría en una Asamblea de estudiantes de
facultad y una relación de dimes y diretes entre unos y otros. Esto debe
considerarse como falso, porque el debate no debe solamente sujetarse a la
esfera de lo político, debe pensarse el debate también en términos académicos. Así,
es risible ver como en espacios como las “asambleas” muchos interesados hablan
y prolongan reuniones por horas, mientras en otros espacios como auditorios
ante conferencias, ponencias o en los mismos salones de clases, los mismos
interesados prácticamente se quedan mudos. La capacidad de debatir
académicamente no solo debe pensarse en términos de sostener ideas
contrapuestas, sino también en la capacidad de proponer, y para realizar lo
último es necesario ante todo leer e investigar. La capacidad de proponer
admite a su vez sostener y argumentar lo que se menciona frente a otros que
discrepan, génesis de un debate académico. Pero, esto se ha perdido, y los
espacios no son muy adecuados. El protocolo pesa mucho más que armar estas
escenas. En los congresos se le da al expositor un tiempo ínfimo para
argumentar, y los compañeros de mesa casi no entablan relación entre sí, es
peor cuando ante las palabras del comentarista, estos no tienen capacidad de
replicas, en peores situaciones el moderador cancela la ronda de preguntas por
tiempo, siguiendo el protocolo del evento, pareciendo ser más un engranaje de
una maquinaría que un estudiante que invite a la reflexión. Disminuir la capacidad
de preguntas de exposiciones, o por el contrario no permitir las replicas entre
expositor e interlocutor asesina el debate, es casi imposible que se desarrolle
de esa manera, pero estas situación son favorables, cuando por el contrario se
ve que el debate se accidenta simplemente porque los oyentes de la sala no
tienen nada que decir ni preguntar, vale decir un monólogo.
Pero hablando
propiamente de estudiantes, me referiré a un caso concreto para demostrar en
este como el estudiante debería encontrarse a sí mismo como un actor principal
de la discusión académica y ser promotor y actor del debate, y no solo mero
espectador. Esto ha de pasar por propuestas y por exposiciones, y para ello un buen
espacio son los aniversarios de las Escuelas que organizan los Centros de
Estudiantes en la Universidad San Marcos. Situar históricamente el debate de
los estudiantes en Historia no pasa solo por referirnos a sus insufribles
asambleas, sino pasa por la consideración de ¿Qué tanta participación tienen
los estudiantes como actores que puedan desenvolver polémicas y aportar y a su
vez proponer?, vale decir que tanto espacio se le da a los estudiantes en un
evento organizado por estudiantes.
Ya me había
referido antes a la falencia que tienen estos eventos al no poseer actas,[11]por lo tanto no existe un
registro de lo que se discutió si uno no fue testigo presencial, siendo las únicas
fuentes lo que se haya escrito en el momento y claro está la publicidad que se
haya generado en torno al evento. En este caso nos referiremos a los últimos 5
eventos realizados por el CEHIS como Semana de Historia y la participación de
estudiantes.
Para el año 2008
entre el 01 y 05 de diciembre se organizó la Semana de Historia que tenía como
título “Visión histórica de las bonanzas y crisis sociales en el Perú”. A diferencia
de otros eventos que se dieron en adelante, esta semana si mantenía una cierta
tendencia a generar el debate, de hecho mesas como “Historia e historiadores,
el perfil del historiador en torno a la Reforma curricular” con Manuel Burga,
Francisco Quiroz y Héctor Maldonado eran buenas intenciones de generar la
polémica, sin embargo esta mesa nunca se llegó a dar, otra mesa que llamaba la
atención era la titulada “Marxismo y posmodernismo” con Augusto Ruíz Zevallos y
José Trivelli, fuera de ello lo demás serían exposiciones, pero volviendo a la
participación de estudiantes, hubo solo dos días dedicados a ponencias estudiantiles
(martes y jueves). ¿Quiénes fueron y sobre que hablaron? Son interrogantes,
pues la fuente no menciona. Esto último implica el hecho de que los estudiantes
eran considerados anónimos, al no estar encarnada su participación, los
espacios solo hacen mención a “ponencia estudiantil” sin ningún tipo de información
sobre lo que se dijo evidenciando una falta de consideración hacia el
estudiante, y la aceptación de que vale más las conferencias magistrales de
docentes y profesores que el estudiante que no puede competir, y si bien esto
se da en algunas instituciones y eventos, esta lógica se reproduce en el mismo
centro de estudiantes. Esta situación cambio para el año 2009 que desarrolló la
Semana de Historia en las semanas finales de noviembre, para este evento hubo 3
mesas de ponencias estudiantiles, lamentablemente no tan concurridas, los
ponentes de estas mesas fueron Homero Quiroz, Jorge Mendoza, Emil Beraún y
Manuel Rodriguez en la mesa dedicada a
Filosofía de la Historia, Johel Pozo en el apartado de Historia económica y Christian
Rodríguez, Michael Mendieta y Alex Narvaez en la mesa titulada “Fascismo en el
Perú”, la falta de actas y la poca concurrencia de público hizo que en estas
mesas tampoco se generará mayor debate, pero la gran participación de
estudiantes implicaba su consideración e importancia.
Para el año
2010, entre el 15 y 19 de noviembre se desarrolló la Semana de Historia titulada
“Repensando la Historia: Nuevas miradas sobre los procesos históricos y la
disciplina histórica en el Perú”, lamentablemente para este año solo hubo una
mesa de ponencia estudiantil para el día martes sin consignar que y quienes
discutieron esa edición implicando que a pesar del año agitado que significó el
2010, la consideración de un estudiante que proponga, exponga y debata era muy débil.
El 2011 sin embargo cambio ello, ya que su Semana de Historia implicaba varios
espacios dedicados a estudiantes debido a los buenos impulsos de particulares
que se dieron, principalmente la Mesa de Grupos de Estudios que reunió a cinco
organizaciones académicas de aquel año que eran Perspectivas, TEHIF,
Annalicemos Hist8ria, TEM Yuyachkanchik y Plvs Vltra, a su vez las ponencias
estudiantiles se dieron desde el martes hasta el viernes, vale decir 4 jornadas
con estudiantes que expusieron sobre el Perú contemporáneo, región, cultura,
política y proyectos de tesis, en total hubo trece estudiantes que participaron
de estos espacios dedicados a la exposición, aunque esto no implique
necesariamente el debate. Para el 2012, el evento titulado “Estudios histórico
sociales y contemporáneos” mantuvo la mesa de grupos de estudios, en los cuales
esta vez participaron Annalicemos Hist8ria, TEM Yuyachkanchik, Plvs Vltra,
TEHIF y fue invitado Regionalicemos la Historia, pero el representante de este
último espacio no pudo asistir; la cantidad de ponencias estudiantiles en tres
días fueron de once, cifra casi similar a la de la edición anterior,
considerando que se elimino el día viernes, debido a que se pretendió asegurar
público asistente, lo que no ocurría en ediciones pasadas. Curiosamente fueron
las ponencias estudiantiles las más concurridas, en sus tres mesas, por lo menos
la asistencia fue más intensa, y por el contrario las mesas magistrales se
veían un poco despobladas, esto puede implicar varias cosas, desde el
sentimiento de fraternidad para escuchar a un amigo hasta el interés que puede
suscitar la exposición de estudiantes y las propuestas que puede dar, pero más
allá de ello implica la consideración de que el estudiante puede y debe ser el
protagonista del ámbito académico que le rodea, y que las herramientas que
tiene a su disposición debe servirle, principalmente, para que se mejore
académicamente. El debate no se generó a su vez por el silencio del público que
ha de cambiar si desea transformar el panorama que se puede venir si estas
buenas acciones que se dan en Historia continúan y se insiste en dar el
protagonismo a los estudiantes, claro no a cualquiera, sino a los mejores
preparados. El evento a su vez tuvo un espacio dedicado a una mesa con el
rotulo de “debate” en este caso una discusión historiográfica que se debía dar
entre los representante/ estudiantes de las tres universidad de Lima que forman
historiadores, es decir la UNFV, PUCP y la misma UNMSM, evento que sirvió de
mucho interés para los estudiantes de las universidades invitadas, que luego
formaron un comité para transformar este “Debate historiográfico” en un evento
oficial de la comunidad de historiadores, haciendo que se repita constantemente
en las universidades intercambiándose la sede.
Estas últimas
iniciativas favorecen a los estudiantes porque da espacios para que se expongan
y se posicionen al centro del debate y la discusión, es importante que el
estudiante asimile que su función es ser actor no espectador, y que no basta
con citar, sino se debe repensar, reflexionar y a su vez escribir, esto es
necesario para que la comunidad académica aporte más de lo que hace, para que
los cambios generacionales no sean tan abruptos y lentos, para que las Ciencias
Sociales se beneficien del desarrollo de debates que promuevan cuestionar y
revisar ideas, donde los profesores y maestros puedan discutir con sus alumnos
de manera frontal y con toda la sinceridad académica que se pueda tener.
[1] George Lukács. Historia y conciencia de clase. México:
Grijalbo, 1969. p. 4.
[2] Alberto Flores Galindo.
“Reencontremos la dimensión utópica” en Márgenes.
N° 7, 1989, p. 78.
[3] Raúl Porras Barrenechea. Antología de Lima. Lima: El Comercio, p.
353.
[4] Heraclio Bonilla (ed). La independencia en el Perú. Lima: IEP,
1972, p. 9. (El énfasis es nuestro.)
[5] Alberto Flores Galindo. “La
antropología como encono” en Obras
completas. V. SUR: Lima, 1997, p. 355. Publicado originalmente en La República, Lima, 18 de diciembre de
1982, p. 11. (El énfasis es nuestro).
[6] Grover Ponce. “El discreto encanto del desencanto. Jóvenes, política y
régimen fujimorista en San Marcos de los noventa” en http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Grover%20Ponce.pdf
(Obtenido el 04 de enero del 2013).
[7] A saber de esto consultar el libro clásico de
Nicolas Lynch. Los jóvenes rojos de San
Marcos.
[8] Robin George Collingwood. Idea
de historia. México: FCE, 2004,
p. 94.
[9] Pieré Lévy. ¿Qué es lo virtual?. Barcelona: Paidos,
1998, p. 19.
[11] Luis Rodríguez, “Las semanas de Historia de la UNMSM” En http://apecsinforma.blogspot.com/2011/10/las-semanas-de-historia-en-la-unmsm_17.html
(obtenido el 05 de enero del 2013).
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