Ignacio Tapia
Gatica
Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso
Chingana en Tres Puntas, 1852
El consumo de bebidas alcohólicas es tan antiguo como lo pueden llegar a ser las sociedades, y más aún, estas bebidas han llegado a convertirse en elementos primordiales en ciertas culturas. La bebida alcohólica, básicamente proviene de cualquier alimento que pueda ser fermentado, es así como podemos encontrar tantas bebidas alcohólicas como culturas existan. Casos como el sake japonés de la fermentación del arroz, el vodka ruso que proviene de la papa, o la tradicional chicha de uva en Chile, dan cuenta de algunos ejemplos de la diversidad y facilidad con la que se pueden producir estas bebidas.
El
uso de los brebajes también varía mucho dependiendo de quienes sean los que la utilicen.
Y precisamente, luego del choque cultural que implicó la Conquista, del
encuentro de estas dos tradiciones frente al alcohol, surge una nueva forma de
cultura y por lo tanto, un nuevo sistema de relaciones entorno al alcohol que
encontraríamos en el grueso del “bajo pueblo” de la sociedad colonial americana:
los mestizos.
He considerado que en los estudios sobre
la Colonia en Chile, los temas relacionados con el alcohol han sido abordados
mayoritariamente en relación con el relato lúdico y pintoresco que significaron
las chinganas y ramadas en correspondencia con el surgimiento de tradiciones
nacionales y, en menor de medida, episodios de violencia y la condena por parte
de las elites hacia este tipo de costumbres. Pero en mi caso quiero abordar
esta temática haciendo énfasis en que en todo este proceso de la Colonia y re-significación
del uso del alcohol, siempre ha estado vinculado a las relaciones de poder (en
las distintas elites del momento), que independiente del jolgorio o las
prácticas cotidianas, ha sido constante el control social mediante el alcohol,
desde los indígenas de la encomienda, pasando por los peones de la hacienda,
hasta los mineros del norte, y también el descontrol producto del consumo de
éste.
La
interrogante es pues ¿Fue efectivamente el alcohol un medio de control social
utilizado en contra del “bajo pueblo” por parte de las elites? O en vista de
las fuentes halladas ¿es posible ver el alcohol como un medio de resistencia
(directa o indirecta) del “bajo pueblo” por formarse en contra de lo pretendido
por las elites? La respuesta podría ser doblemente afirmativa, en cuanto
efectivamente hay momentos en donde se exteriorizan de manera más fuerte los
propósitos de la elite a través del disciplinamiento u otros métodos. Y por
otro lado, también existen momentos donde es posible apreciar esta
“resistencia” –de manera mucho más inconsciente- en dejarse formar por la elite,
especialmente en aquellos momentos que del control efectuado por el alcohol se
pasa al descontrol que ni las autoridades logran contener. En esta dialéctica
se mueven los actores sociales. Hacia la búsqueda y explicación de estos
momentos apunta esta investigación.
El
trabajo estará dividido en tres grandes apartados divididos en sub-apartados.
El primero con el título de Arriba,
dedicado al control social a través
de la manipulación del alcohol en distintas instancias de la Colonia, con un
preludio a la sociedad colonial, se comenzará por las relaciones del mundo
indígena con el alcohol y las repercusiones de la Conquista, del cómo se impone
la noción occidental acerca del alcohol y el sistema de encomienda del siglo
XVI, que pasa por la hacienda de los siglos XVII y XVIII, y con los
trabajadores nortinos de fines del XVIII e inicios del XIX, a la vez que se
relacionan estas instancias con el control que también se da en la ciudad, en
pocas palabras, las relaciones de poder existentes por parte de las elites
locales entorno al alcohol. La segunda parte del trabajo designada Abajo, que vendría a analizar a la
cultura sub-urbana que se va gestando fuera del trabajo, de actividades
colectivas, y en la creación de
tradiciones como consecuencia de su contexto, en donde también se analizarán
las relaciones de violencia y evasión producto de las condiciones de
vida del “bajo pueblo” colonial. Una vez estudiada la esfera de la elite y la
esfera del “bajo pueblo” (del primer y segundo capítulo respectivamente) se
abrirá paso al tercer apartado denominado Al
centro y pa’ dentro, dedicado al choque de estas dos esferas, a la oposición de la elite por las prácticas
del “bajo pueblo” y a las resistencias de
este mismo por dejarse moldear por ellos.
Entendiendo
a la Colonia como un periodo que fluctúa entre el siglo XVII (cuando se
estabilizan las fronteras) y hasta la formación de la República (durante el
primer tercio del siglo XIX) haciendo el reparo de que a pesar de no tratarse
de la Colonia propiamente tal, muchas prácticas que se realizaron durante ella
se mantuvieron durante la incipiente República, y entendiendo que se vive de
manera distinta dependiendo del lugar, se hará uso del estudio de casos. Por lo
que esta investigación no busca crear
descripciones o leyes generales de la vida en todo este periodo, sino que a
través de estas pequeñas muestras de casos, construir una idea sobre las
relaciones sociales a través del alcohol en la Colonia.
***
Arriba
“Tomamos drogas de esclavos: son drogas para
trabajar mucho y pensar poco.
La cafeína estimula los músculos, pero no el cerebro,
y el alcohol embota la mente.”
Joseph M. Fericgla.
Un breve
preludio al Chile Colonial
La
relación de los pueblos precolombinos con el alcohol dista mucho de la relación
que nosotros podríamos tener con él. Tanto en sociedades mesoamericanas como
andinas el vínculo con el alcohol era más bien espiritual, con un predominio en
el uso de la chicha en el caso andino, se utilizaba para hacer posible el alcance
de estados de inconsciencia y éxtasis en los cultos, de manera que su consumo
era imprescindible para conectarse con su mundo espiritual y en los diversos
actos colectivos[1].
Los
mapuche preparaban el muday, que es
un brebaje producto de la fermentación del piñón o el maíz[2],
el cual se utilizaba con fines sociales y religiosos, teniendo en cuenta que lo
espiritual se hacía presente en gran cantidad de aspectos de la vida del
mapuche, vemos esta chicha presente como parte de las ceremonias comunitarias
como el nguillatún, funerales, machitún, etc., o en festividades entre linajes para mantener y reforzar la
cohesión étnica[3]
y simbolizar la unidad entre las familias[4].
Con
la llegada de los españoles, junto con la entrada de tragos más fuertes también
trajeron su diferente cultura entorno al consumo del alcohol, mucho más
terrenal que con la Conquista, a los indígenas que quedaron bajo el
sometimiento español o que mantuvieron relaciones “amistosas” con ellos,
banalizó las concepciones frente al alcohol, lo que les hizo caer en el vicio,
como muchos otros pueblos que tuvieron contacto con los occidentales. La
encomienda en América favoreció la introyección de prácticas culturales y de
dominación hispana (también a los descendientes mestizos), lo cual no implicó
tan solo un dominio de tierras usurpadas a ellos, sino que también –por el
trasfondo sociocultural recién visto- conllevó a una conquista espiritual.
El
problema actual del alcoholismo en los pueblos indígenas no es un problema
local de cada uno, sino que responde a
este importante papel que tomó la utilización del alcohol como herramienta de
control de las mejores tierras y servidumbre de ellos. Necesitando una mano de
obra cautiva, se les pagó en alcohol, desde entonces el alcohol debe ser
entendido como un elemento que oprimía y sometía a los indígenas manteniéndolos
atados en sus terrenos sin que pudieran rebelarse, a través de métodos
sincréticos como la manipulación de la religión y la ley, perpetuándolos como
una gran masa trabajadora[5].
Este patrón de prácticas y de control a través del alcohol lo veremos presente
por mucho tiempo en los siglos posteriores a la Conquista.
Antes
de continuar con el estudio en la Colonia propiamente tal, es necesario señalar
que el actual problema del alcoholismo en los pueblos indígenas, es percibido
como un problema ahora, como consecuencia de un proceso histórico-social, donde
el código de valores predominantes y lente sobre el cual miramos el asunto, es
el occidental. Si entendemos esto, es posible comprender lo que dice el
antropólogo, y es especialista en materia de enteógenos, Joseph M. Fericgla
sobre cómo se percibía el consumo de drogas (en nuestro caso, alcohol) en las culturas
precolombinas: “...en los pueblos habitantes de nuestra América precolombina, el consumo de drogas constituiría un
elemento central al momento de comprender los métodos de subsistencia, las
relaciones ayuda y curación, la memoria colectiva y los sistemas de toma de
decisiones (…) en la población indígena y mestiza americana.” Por lo que “el
problema” del alcoholismo no existiría aún, sino hasta la llegada de un nuevo
orden cultural que significó el proceso de Conquista y Colonización[6].
Alcohol y poder
Comprendiendo
que estas relaciones se remontan a los orígenes del contacto hispano-americano,
será más fácil asimilar por qué luego estarán tan vinculados por un lado los
grupos dominantes con la producción, monopolio y mantención de la industria
alcoholera, y por el otro, los grupos subalternos que, vinculados al sistema
impuesto[7],
también serán factor impulsor de la creación de una persistente tradición
etílica.
La
hacienda, expresión del poder rural durante la Colonia, nos da luces de la
relevancia que tomó el alcohol en las relaciones laborales dentro de ella. El
siguiente caso a estudiar corresponde a ser de San Juan de la Frontera, ubicada
en la actual Argentina, que correspondía a ser parte del Chile trasandino
colonial hasta el 1776 (año en que la Intendencia de Cuyo fue separada de la
Gobernación de Chile y fue integrada al Virreinato del Río de la Plata, como
parte de la provincia de Tucumán).
En
San Juan de la Frontera como en otras regiones, era común la práctica de que los peones de la hacienda
cobraran una mitad de su salario en plata y la otra en productos de la pulpería,
de estos últimos en las cuentas de los peones en las pulperías es posible
apreciar que el aguardiente formaba parte del consumo común de ellos, el cuadro
adjunto es de un peón conchabado en una hacienda en marzo de 1757, bajo este
sistema de pago[8].
Por
lo tanto es posible observar aún que, después de la encomienda con los
indígenas, el alcohol sigue funcionando como medio de pago ahora con los
mestizos. Es claro que en una localidad tan alejada del centro (por la
cordillera de los Andes) y en tiempos donde lo urbano aún está en estrecha
relación con lo rural, el poder de las elites se ve incrementado cuando estas,
siendo dueñas de las haciendas y pulperías son también participantes en la toma
decisiones de los cabildos. La reglamentación y disciplinamiento de la vida
social en la ciudad dependiendo de ellos, es total.
La
concentración del poder político y el monopolio los recursos lo eran todo, por
lo que poco le quedaba al pueblo de instancias de verdadera autonomía frente a
los hacendados. Por su parte, los mecanismos de control que tenían los
propietarios de las haciendas sobre el campesinado no se quedaban tan solo en
el plano rural, como en el caso de San Juan, las elites se valen de todos los
medios posibles (instituciones, espacios, objetos, etc.) para perpetuarse en el
poder y ejercer su control sobre la población, como veremos a continuación.
Siendo
la producción de vino y aguardiente la base sobre la cual se sostenía la
aristocracia señorial, ésta se expandió hacia otros puntos desde los cuales
dominar. El primer espacio –formal- desde donde esta oligarquía local actuaba
era el cabildo, es decir, los mismos productores de viñas, aquellos que eran
dueños de pulperías en las cuales a los trabajadores les pagaban una parte en
dinero y la otra en productos de la pulpería (únicos locales donde abastecerse
en aquella aislada localidad, recuperando así el dinero empleado en salario),
eran los mismos quienes tomaban las decisiones respecto a los asuntos de la
ciudad. Llegando así la reglamentación y el disciplinamiento a espacios de sociabilidad
popular como lo eran las pulperías, teniendo a su disposición a la fuerza
policial y a la justicia para determinar el cómo se va a llevar a cabo la vida
dentro (horarios de uso, cierre de algunas, prohibiciones de venta, etc.) y
fuera de las pulperías (celebraciones religiosas y populares)[9].
El cuadro anexado muestra las rotaciones y relaciones entre los cargos, en los
cabildos y ser dueños de una pulpería, recalcando la importancia de estos
almacenes y su lazo con el poder político[10]:
Es
necesario destacar que siendo en aquel entonces San Juan de la Frontera parte
de la Gobernación de Chile, podían pasar muchos meses con el paso por la
cordillera cerrada por las condiciones climáticas, por lo que el poder y
autoridad de la que gozaron estos hombres se vio ampliamente incrementada, por
lo que tampoco sería de sorprender los casos de abusos de poder y evasión a las
leyes por la falta de fiscalización
(como con los impuestos, aprovechándose de su aislamiento)[11].
Ya
vimos cómo el alcohol pudo formar parte de la normalización de la vida laboral
a través del salario con los campesinos en las aisladas haciendas de San Juan,
y ahora paralelo a esta ciudad, encontramos el Corregimiento de Coquimbo, ubicado
en el Norte Chico de Chile. Allí se
extraían recursos de tipo agrícolas y mineros, en donde vamos a encontrar este
mismo patrón de pagos en alcohol, y cuyas fuentes nos podrían ayudar a
respondernos del cómo hacían para mantener a los trabajadores en sus puestos de
trabajo.
El
Corregimiento de Coquimbo durante el siglo XVIII llevó a cabo un importante
desarrollo minero, lo cual provocó que la demanda de trabajo fuera mucha y la
mano de obra poca, por lo que los grandes hacendados y empresarios mineros se
hicieron de los mecanismos posibles para atraer y mantener la mano de obra
existente. Al igual e incluso más que en San Juan, los empresarios hacían uso
de la venta deliberada de licores a fin de mantenerlos en sus faenas, siendo
conscientes de que aquello conlleve un aumento de la violencia y una
disminución de la eficiencia en el trabajo (esto se entiende debido al temor a
que se vayan a otras faenas). El alcoholismo aquí llegaba a niveles alarmantes,
por lo que un factor que mantenía a los trabajadores fuertemente atados al
patrón era precisamente la adicción. Se realizaban actividades de premiación
con alcohol para retenerlos incluso los días festivos, donde ya no solo el vino
era un incentivo por el cual trabajar (trabajar para beber), sino que se
convertía en el motor para poder trabajar (beber para trabajar). Así es como
atestiguaron Miguel José de Lastarria y Juan de Arcaya, quien dejó registros de
situaciones en donde se utilizó el alcohol a beneficio de los empresarios y en
perjuicio de los trabajadores. Lastarria, un funcionario público, describe la
práctica de la venta de licores de las pulperías las cuales son dueños los
mismos empresarios, mientras que por su parte Juan de Arcaya, un vecino del
mineral Petorca, detalla que: “…elevó una
representación en nombre de su hijo Gaspar, pidiendo que se le permitiera vender vino y aguardiente en su
estacamina, argumentando que la fuerte
inversión que había hecho, lo obligaban a retener, por todos los medios, a los
peones”[12].
No
es tan descabellado pensar que este tipo de prácticas son más comunes de lo que
parece si miramos el contexto y panorama general de la América Hispana. Por ejemplo en el Nuevo
Reino de Granada hacia el siglo XVIII, las autoridades coloniales, después del
fracaso en la prohibición del consumo de chicha y de las chicherías (lucha que
duraría un largo periodo de tiempo), al darse cuenta que era un negocio
rentable, tanto el Cabildo como el Hospital San Juan de Dios de Santafé (de la
Iglesia) desarrollaron muchos locales de chicherías, es decir, promovieron su
venta. Por las ganancias, les favorecía la venta de éste, por lo que se toleró,
pero aun así no se dejó de criticar su consumo, demostrando las contradicciones
de la elite entorno al asunto[13].
Abajo
“¿Y qué mejor manera de superar una
barrera cultural
que a través del murmullo de una
botella,
especialmente una botella de algo
local?”
Lawrence
Durrell.
Creación
Sabemos
que el proceso de mestizaje no consiste tan solo en la mezcla genética de
distintas razas, sino que también implica la confluencia de tradiciones y
gestación de una cultura nueva. Las instancias para generar esta nueva cultura
puede tener muchas aristas; desde los encuentros de tipo violentos con el Otro
(como el cambio en tácticas militares), hasta algunos más “pacíficos” y largoplacistas
(como los sincretismos religiosos), por lo tanto todos estos cambios responden a
tiempos y espacios en específico. Sabiendo que el objeto del presente estudio
es el alcohol, me he atenido para este subcapítulo a acotarme principalmente en
un solo espacio social: la chingana.
Las
chinganas, más propias de la zona centro del país, eran espacios de encuentro y
sociabilización mucho más improvisados y menos reglamentados que las pulperías,
y por ende, en su mayoría eran clandestinas, claro que las habían unas de tipos
más formales que otras, por lo que habiendo chinganas para grupos más adinerados,
se podían hacer diferenciaciones sociales a través ellas. Pero para la masa de
campesinos, la chingana era el principal espacio de diversión para la época en
estudio. De predominante tradición rural, éstas, tenían mucha relación con las
temporadas y tareas agrícolas, ayudándoles a los campesinos a sobrellevar la
dura vida, y a veces para contenerlos, los hacendados dejaban el funcionamiento
de chinganas en la hacienda. En las chinganas principalmente se bailaba, se
cantaba y se bebía, llevándose claramente el protagonismo el alcohol[14].
Las chinganas como espacios identitarios populares, tomaron un rol fundamental
en la concentración de la cultura
campesina[15], desarrollándose
de manera autónoma muy por el contrario a lo que podían pretender las elites
(que las consideraban “inmorales” y fuente de desmanes), a tal punto se introdujo
en la cultura popular que no pudiendo contra éstas, fueron integradas como
parte de la cultura nacional nacional[16],
trayendo consigo a la zamacueca, las payas, las fondas (que fueron las que redujeron y
desplazaron las chinganas finalmente), etc.
Violencia
Si bien, a lo
largo de todo el trabajo se puede encontrar de manera explícita o implícita el
tema de la violencia, en este apartado denominado Abajo y dedicado al “bajo pueblo” (en función del alcohol) se
analizará pues, este tema.
Diversos son
los trabajos, en que ya queda más que comprobada la relación alcoholismo y
violencia. El historiador Jorge Pinto para el caso chileno en el norte del país
(Corregimiento de Coquimbo) en el siglo XVIII, como causantes de la
desproporcionada violencia en esa zona, suma a otros factores externos como la
dureza de la vida (condiciones laborales, mala alimentación), la desintegración
de la vida familiar (crímenes pasionales), y las conductas patológicas (que no
fueron tratadas, y que a la vez son consecuencia de la suma de los demás
factores), aumentaron considerablemente la capacidad de reaccionar de manera
violenta en una persona, exaltándose en sobremanera en situaciones que pueden
considerarse normales, desencadenando en estrepitosos hechos de violencias,
como asesinatos. Sorprenden los casos hallados por Pinto, como por ejemplo: “Pedro Miranda, vecino de Samo Alto, intentó
asesinar a un pobre campesino del lugar por
el solo hecho de no haberle cancelado $6 que le debía, a propósito de lo cual,
una vez fallido el intento, procedió a incendiarle la casa”[17].
De los actos
de violencia que se refiere Pinto, principalmente se trata a nivel de rencillas
entre trabajadores o revueltas que se generan contra los patrones. Pero la
violencia también se da dentro de la casa, en la familia, y sobre eso los
archivos judiciales también han dejado huella, aunque si bien presentan el
sesgo que al ser de índole judicial siempre
estarán enfocadas en encontrar un delincuente y un delito, y, siendo en la
mayoría de los casos autoridades coloniales los que registran a los
delincuentes, en su mayoría del “bajo pueblo”, sería usual encontrarnos con
descalificaciones[18].
Ahora bien,
independiente del lugar y grado violencia que existió, el alcohol siempre fue
el que lideró el número de acusaciones y ha sido muy común, según la revisión
de expedientes judiciales, que los
agresores hayan atenuado su actuar debido a saberse haber estado bajos los
efectos del alcohol y por esto mismo, al no recordar lo cometido.[19].
Evasión
Muy relacionado con la violencia, el
alcohol se presenta como un elemento que: “… producía muchas emociones y sentimientos
diversos: liberar tensiones o violencia reprimida, desatar la euforia y
alegría, extasiar sentidos o “ahogar las penas.”[20]. Esto
queda muy bien expresado en una canción ya de esos tiempos:
“Póngale
chicha a los vasos,
póngale y
póngale más,
tengo el
corazón partido
y en chicha lo quiero ahogar”[21].
Al
centro y pa’ dentro
“No existen
relaciones de poder
sin resistencias”
Michel
Foucault.
De
oposiciones, contradicciones y resistencias
Como
hemos visto desde el primer apartado, las elites han utilizando todos los
mecanismos posibles para hacerse con el poder,
atraer y atar a los trabajadores en sus propiedades, utilizando el pago
en alcohol y el control en sus espacios de diversión, la imposición de
celebraciones y la prohibición de otras[22].
Por
su parte, para el “bajo pueblo” la significación del alcohol iba por su
valoración como elemento que unificaba, con el que se alegraba y se olvidaba,
pero a la vez descontrolaba y vulneraba. Se convirtió en la causa, y la
adicción a él en la consecuencia del trabajo, debido a esta gran relevancia que
tenía el alcohol en el diario vivir del “bajo pueblo” es entendible el porqué
de las resistencias y su “defensa” en extremo de su consumo por ser eje
cohesionador en torno al cual giraba la tradición. Por eso es que a pesar de lo
estudiado de parte de las elites, el “bajo pueblo” tampoco se dejó controlar
tan fácilmente, ya sea de manera consciente o inconsciente, da muestra de
generar una resistencia frente a las pretensiones de las elites, y esto lo podemos
notar especialmente cuando a los trabajadores les tocaban sus espacios de
libertad, sus festividades, cuando le quitan el acceso al alcohol, como lo han
relatado diversas fuentes. Estas resistencias las podemos apreciar en la
persistencia por mantener festividades, tradiciones, y en las mismas revueltas
que en más de una ocasión hicieron ceder
a las autoridades frente a la tradición popular.
Claudio
Gay, connotado científico francés contratado por el estado chileno para
realizar una historia natural de Chile, describe al punto que pueden llegar las
tensiones entre el campesinado y los hacendados a causa del alcohol, cuando
escribe sobre el sistema comunitario de trabajos en las haciendas en que los
peones se rotaban de hacienda en hacienda realizando trabajos siempre y cuando
estos tuvieran fiestas de por medio (a modo de pago). Sin embargo en ocasiones
cuando los hacendados se negaban a realizar las cosas a través de este sistema:
“Los mismos hacendados se ven con
frecuencia en la necesidad, y tambien por
la fuerza de la costumbre, de regalarles algunos cántaros de vino ó de chicha y
algunos víveres por mas que este acto de generosidad sea siempre perjudicial á
sus propios intereses.”[23].
Destaco la fuerza de la costumbre porque en este caso existe un entendimiento
del grupo hacendado acerca de la relevancia que tenía la existencia del
elemento alcohólico para realizar las
tareas laborales, por lo que ceden. No así el grupo empresarial de a mediados
del siglo XIX que presentaron incapacidades para controlar a los trabajadores
no acostumbrados a las formas industriales modernas, quienes se opusieron incluso
través de la resistencia directa para proteger sus formas culturales
pre-industriales[24].
Un caso como este lo relata una carta del Subdelegado de una minera (Mineral El
Romero): “Me dirijo a Usted con motivo
del levantamiento de los mineros que hubo el 18 del presente en la noche (…) La causa de esta sublevación fue originada
por las mujeres acompañadas por hombres vagos que tienen ventas de licor
públicamente y con el mayor escándalo: Además el toque de guitarra de día y
noche sin límites, sin querer obedecer a la justicia cuando les manda que se
recojan; (…) A las diez de la noche
los ha hecho recogerse, y solo han obedecido hasta salir de las chinganas en
alguna distancia pero como las dueñas de estas ventas han continuado el toque
de vihuelas poco después que yo me he retirado de hacer la patrulla; y además a
vender licor sin obedecer mi mandato, se reunieron nuevamente todos, resultando
de esto un gran desorden…”[25].
Por
su parte las elites frente al tema del alcohol también presentan sus
contradicciones dentro de sí, pues como hemos revisado en el presente estudio,
quienes son el principal productor y distribuidor del alcohol durante todo este
periodo, en casos como San Juan de la Frontera, el Corregimiento de Coquimbo o
como atisbamos con el Nuevo Reino de Granada, apreciamos cómo son ellos quienes
fomentan la venta del alcohol entre su población, pero a la vez son ellos
mismos los que censuran su consumo, no haciéndose cargo de la adicción que
ellos causan, disciplinándolos y atribuyéndoles características despectivas al
pueblo como si se tratara de una atribución inherente a ellos por su condición
social.
***
Conclusiones
Desde
los inicios de los encuentros y desencuentros hispano-americanos, se gestó una
confluencia cultural en que distintos elementos del común vivir de las partes se fueron
resignificando. En la presente investigación se hizo estudio de los usos del
alcohol, desde las elites y el “bajo pueblo”, exhibiendo el uso del alcohol que
tuvieron los primeros en función del control social de los segundos, esto
principalmente reflejado desde el área del trabajo. Por otra parte se esbozó la
significación que tuvo el consumo de alcohol para el mundo popular,
comprendiendo así en parte el porqué de su atamiento al servicio de los
propietarios, y la persistencia de ellos en mantener tradiciones en que el
protagonismo se lo llevaba el alcohol y que en oposición de lo que querían
formar las elites, a la larga (a coste de represiones y revueltas) terminaron
formando parte de la tradición nacional[26].
La falta de fuentes desde el “bajo pueblo” en sí, es
una limitante que no permitió hacer un estudio a cabalidad de una percepción
más fidedigna del cómo ellos sentían y vivían todos estos temas, por eso se
hace el reparo de mencionar el uso de fuentes de gente que no procede
precisamente del grupo que se trabaja, creando un sesgo del que se espera que
en otras investigaciones se logre solucionar con el hallazgo de las fuentes
pertinentes. De la misma manera, se espera en investigaciones futuras
profundizar en muchos puntos que quedaron en el tintero por la amplitud que se
tomó en algunas partes, especialmente en la relacionada con el alcohol y la
cultura popular: historia de la mujer e historia de los niños, solo por dar
unos ejemplos, sin duda alguna deben tener mucho que entregar en las
investigaciones relacionadas con este tema[27].
“La pacificación de la Araucanía, señor
Presidente, nos ha costado mucho mosto, mucha música y poca pólvora”, así
lo afirmo Cornelio Saavedra, el comandante a cargo de la Ocupación de la
Araucanía en el sur de Chile durante la segunda mitad del siglo XIX,
reafirmando la decimonónica idea historiográfica del “indio flojo y ebrio”, como
consecuencias de su vida “incivilizada”. Si bien, esta afirmación es
insostenible en el sentido de que el conflicto con los mapuche fue mucho más
complejo y violento de lo que se reduce en la afirmación[28],
que no deja de dar constancia de una costumbre –adictiva- entorno al alcohol que
si existió en los pueblos indígenas procedente de la Colonia, y que aún al
siglo XXI nos hace simplificar la noción de los hechos cuando se recuerda que
durante la Dictadura Militar (1973-1990), también se piensa en la entrega de
tierras que hicieron los mapuche a cambio de garrafas de vino (a modo de pago),
nuevamente simplificando el problema, impidiendo primeramente llegar a una
solución de fondo al conflicto territorial y, naturalizando la inclinación al
alcohol del mapuche, tampoco se llega a una solución del problema del
alcoholismo.
Actualmente
en Chile no se está pagando en alcohol, pero tiene mucho que mejorar en materia
laboral, según la OMS Latinoamérica y Chile específico presentan altos índices
de alcoholismo (Chile sería el país que más alcohol consume en América Latina)[29].
En las noticias aún es muy común ver incidentes de violencia que tienen como
causante el alcohol, y el problema del alcoholismo con los pueblos indígenas es
un problema que los estados latinoamericanos en general aún están en deuda por
solucionar.
Apéndices
Cuadro
1
Cuadro 2
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alcoholismo en Honduras. Tegucigalpa: Taller de tesis de la Universidad
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Irma. 14 de diciembre de 2008, comentario sobre “El alcoholismo en las comunidades indígenas”. Blog Democracia
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junio de 2015, http://democraciamulticultural.blogspot.cl/2008/12/sobre-alcoholismo-en-las-comunidades.html.
[1] Organización
Panamericana de la Salud, “Alcohol y
Salud de los Pueblos Indígenas”, Organización
Panamericana de la Salud. Área de Tecnología y Prestación de Servicios de Salud.
Unidad de Salud Mental, Abuso de Sustancias y Rehabilitación; 1 ed; 2010. Presentado
en: Reunión "Alcohol y Salud de los Pueblos Indígenas", Ciudad de
Panamá, 19-21 de enero 2005: 11.
[2] Ernesto
Moesbach, Vida y costumbres de los
indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX. (Santiago: Editorial
Universitaria, 1936), 138-146. Si bien, en la descripción presente en el libro
corresponde a ser del siglo XIX, también preserva los actos de tradición
precolombina, como la participación comunitaria de hombres, mujeres y niños en
la preparación del muday y su uso para distintos momentos.
[3] Oriana Pardo,
“Las chichas en el Chile precolombino”. (Basado
en un trabajo presentado en el XII Congreso Ítalo-Latinoamericano de Etnomedicina
"Nuno Álvares Pereira" Río de Janeiro, Brasil, 8-12 de Septiembre
2003). En Revista Chloris Chilensis, no.
2, (Año 7). Revisado el 20 de junio de 2015, http://www.chlorischile.cl/chichas/chichas.htm.
[4] José
Bengoa, Historia de los antiguos mapuches
del sur: Desde antes de la llegada de los españoles hasta las paces de Quilín,
siglos XVI y XVII. (Santiago: Editorial Catalonia, 2003), 120.
[5] Irma Alicia
Velázquez, 14 de diciembre de 2008, comentario sobre “El alcoholismo en las comunidades indígenas”. Blog Democracia
Multicultural, posteado el 15 de diciembre de 2008, consultado el 23 de
junio de 2015, http://democraciamulticultural.blogspot.cl/2008/12/sobre-alcoholismo-en-las-comunidades.html.
[6] Fernando
García, “El consumo de drogas en los
pueblos indígenas: Elementos para una “política criminal” alternativa”, Revista Electrónica de ciencia Penal y
Criminología, no. 04, (2002): 11.
[7] Acerca de
estos y sobre los discursos que genera la elite, podemos encontrar mucha
información en: Alejandra Araya, Ociosos,
vagabundos y malentretenidos en Chile Colonial (Santiago, LOM ediciones,
1999).
[8] Anexo n°1. Sobre
esto y el siguiente cuadro adjunto,
AGP-SJ, Fondo Histórico, Libro 05, f. 1 al 15 se encuentra citado en: Mario
Solar. “Elite, pulpería y disciplina social. San Juan de la Frontera 1750-1770”.
Universum. Revista de Humanidades y
Ciencias Sociales 2, no. 20, (2005): 135.
[10] Anexo n°2 Solar, “Elite, pulpería y
disciplina social” 126-127(cuadro de
elaboración propia del autor del artículo). Sobre el poder, pulperías, y
cabildo, páginas 111-134.
[12] Ambas fuentes se
encuentran en: Jorge Pinto. “La violencia en el corregimiento de Coquimbo durante
el siglo XVIII”. Cuadernos de Historia,
no. 8, (diciembre, 1988): 82-83. En
cuanto a ideas más profundizadas
relacionadas con este párrafo, véase este mismo artículo en las páginas 77-84.
[13] María
Alzate, “La chicha: entre bálsamo y veneno. Contribución al estudio del vino
amarillo en la región central del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”. Historia
y Sociedad, no. 12, (noviembre, 2006):
172. Otro estudio que complementa muy bien esta idea se encuentra en: Pavel
Henríquez, Joel Barahona. Julio Sevilla, Moisés Mayorquín, Jorge Torres,
Wilfredo Rivera. (Tegucigalpa: Taller de tesis de la Universidad Autónoma de
Honduras, 2013).
[14] Fernando Purcell, Diversiones y juegos populares. Formas de
sociabilidad y crítica social. Colchagua, 1850-1880(Santiago: LOM
Ediciones, 2000), 37-50.
[15] Gabriel Salazar, Peones, labradores y proletarios: formación
y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX (Santiago: LOM
ediciones, 2000), 93-95.
[16] Mucha más información
respecto al impacto de las chinganas en el siglo XIX y discurso nacional
chileno en: Karen Donoso, “Fue famosa la chingana...Diversión popular y cultura
nacional en Santiago de Chile, 1820-1840”, Revista
de Historia Social y de las Mentalidades 1. No. 13, (2009): 87-109.
[17]Jorge Pinto, “La
violencia en el corregimiento de Coquimbo”, 90. Sobre la violencia en sí:
81-94.
[19]René Salinas, “Violencias
sexuales e interpersonales en Chile tradicional”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, no. 4, (invierno,
2000): 27-28.
[22] Con esto
me refiero a las chinganas, pero un caso más emblemático sobre prohibición e
imposición de celebraciones en la que se inmiscuye el alcohol fue el caso de la
Noche de San Juan, y para eso recomiendo la lectura de: Amalia Castro, “La
higuera, el alcohol y el diablo en los relatos campesinos de la zona centro sur
de Chile”. Estudios Avanzados, no.
16, (diciembre, 2011): 139-159.
[23] Claudio Gay, Historia
física y política de Chile. Agricultura. (Museo de Historia Natural de
Santiago, 1865), 288.
[24] Marcos Fernández,
Eduardo Godoy, Patricio Herrera, Jorge Muñoz, Hernán Venegas y Hernán Yañez, Alcohol y trabajo: El alcohol y la formación
de identidades laborales en Chile Siglo XIX y XX. (Osorno: Universidad de
Los Lagos, 2008), 10.
[26] Se recalca la idea de no
ver al “bajo pueblo” como actores pasivos frente a las elites, sino que por lo
contrario, mostrarlos activamente en la construcción de su cultura a través –de
en este caso- del alcohol.
[27] Es necesario acotar que
este trabajo se quedó un tanto “corto” por el hecho de que se haya vertido más
al tema del control social, sin la
intención de ser un trabajo sociológico, por lo que la incorporación de
factores económico-comerciales entre otros, con respecto al alcohol, también
podrían complementar de muy buena manera la investigación.
[28] José Bengoa, Historia del pueblo mapuche (Santiago: Ediciones Sur Colección
Estudios Históricos, 1996), 175.
[29] “OMS asegura que Chile
es el país de América Latina con mayor consumo de alcohol per cápita”, La Tercera, 12 de mayo de 2014,
consultado el 12 de mayo de 2014,http://www.latercera.com/noticia/nacional/2014/05/680-577720-9-oms-asegura-que-chile-es-el-pais-de-america-latina-con-mayor-consumo-de-alcohol.shtml.
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