EL DICIEMBRE DE AQUEL AÑO
Robert Meyer, “Mujer en el bosque” (2008)
Por Luis Rodriguez
Lima, 30 de diciembre, 2011.
Queridos amigos:
El 3 de febrero de 1989, exactamente 4 meses antes de que yo naciera, Alberto Flores Galindo fue sorprendido por un cáncer poco frecuente que lo llevó a una lenta y dolorosa agonía, momentos de pesares que reafirmó las amistades que cultivo, la inoperancia del Estado y sobretodo su afirmación en la posibilidad de un socialismo diferente creado en el mismo seno de nuestra sociedad con un poco de creación e ingenio, reafirmo su esperanza en la reflexión, la crítica y el debate, “Reencontremos la dimensión utópica” publicada en el número 7 de Márgenes en enero de 1991 fue considerado por muchos como su testamento y su carta de despedida después de que el historiador del Callao y de la Utopía muriera el 26 de marzo de 1990. Pasado ya más de 20 años desde la redacción de ese hermoso texto dedicare la última columna de este espacio a hacer una reflexión a lo conseguido y el estado actual de nuestra sociedad, de la Historia, de la izquierda y de la vida.
¿Los ideales que originaron el socialismo siguen vigentes?, acaso aquellos sentimientos como la justicia, la libertad, la igualdad y la acción de los hombres aún perviven en una sociedad como la nuestra, acaso tendrá razón Flores Galindo, aun ahora, cuando menciona que en nuestro país aún es posible el socialismo. Estos elementos mencionados, estos valores junto con el de la solidaridad no son sino abstracciones que no son efectivas ni sentimientos cotidianos, la crisis de valores reconocida por la mayoría de los especialistas es una práctica diaria en nuestra sociedad. La libertad es un sueño en un país donde hay una imposición cultural, donde los medios de comunicación ejercen una influencia sobre los modos de vivir de las personas y donde la moda es un patrón de estilo de vida. La igualdad no puede existir más allá del mero discurso, no puede existir en un país racista, porque aunque formalmente ni ideológicamente exista, se manifiesta a través de la práctica cotidiana. El racismo, o la admisión de razas y un orden jerárquico entre estas es un lastre colonial que se práctica hasta en las mismas clases subalternas, se sigue con el problema de la alteridad, odiando a todo aquello que no se nos parezca, la desigualdad actualmente no solo se refiere a diferencias fenotípicas entre blancos, negros, hombres andinos y chinos, se da a nivel religioso y a nivel de género, existen un claro odio hacia todo aquello que no viva bajo nuestros propios parámetros y aquí el Estado es inoperante, donde la ley menciona un Estado laico y que respeta las demás religiones, aún se sigue la clara tendencia católica del gobierno además del peso excesivo en la política por parte de la Iglesia. Pero, la situación es peor en el sentido que actualmente la desigualdad no es solo una práctica colectiva sino ahora se manifiesta a través de los sistemas de poder más elevados, de manera descarada y siniestra, tanto en el sentido que el presidente de nuestro país manifieste su repudio por las comunidades nativas de la selva, tachándolos de mantener ideologías absurdas, de ser panteístas e irracionales.
En 1990 cuando el gobierno de Alberto Fujimori había iniciado la política de alineamiento y de condena de la protesta, en esos años cuando Sendero Luminoso guiado por los dogmas más absurdos había destruido las posibilidades de movilización de los espacios de izquierda, aún en esos momentos Alberto Flores Galindo creía que en nuestro país podría aún ser posible el socialismo, veía la posibilidad no solo de un proyecto eficaz sino también de una realización. Para ello era necesario volverlo a repensar y no usar un recetario o copiar modelos, la idea era imaginar contenidos y crear algo nuevo.
Aún ahora se ve muy lejana esa posibilidad, cuando en nuestro país existe, según el informe de Conflictos Sociales de la Defensoría del Pueblo, más de 227 conflictos sociales hasta mayo de este año, de los cuales más de la mitad se refieren a temas socio ambientales, la ineficiencia del Estado para resolver este problema por medio de las organizaciones representativas de los pueblos afectados ha hecho que cada conflicto social termine con heridos, muertos, destrucción y toques de queda. Esto se debe en parte al hecho claro que el Estado prefiere seguir con el modelo primario extractor y arreglárselas con la inversión minera que adoptar o aplicar un proyecto de país violando inclusive convenios sobre la consulta a los pueblos o simplemente ignorando la vida dañada o destruyendo ecosistemas naturales de nuestro país. ¿Es posible un nuevo socialismo en estas condiciones?, cuando con tanto conflicto en nuestro país no haya surgido una voz de protesta efectiva que pase más allá de la indignación panfletaria, la izquierda no ha elaborado un proyecto de desarrollo o país, aún ahora no se ha logrado destruir esa brecha que nos envuelve a todos y que se refiere a la relación Lima – resto del país, no se ha elaborado una teoría científica que explique estos problemas más allá de decir la inoperancia estatal que yo mismo menciono. De aquí o allá que han dicho los antropólogos, los geógrafos, los sociólogos, los historiadores, ¿somos útiles?. ¿Las ciencias sociales son un camino seguro al socialismo?, al desarrollo de nuestro país, hemos imaginados nuevos contenidos, hemos trazado nuevas metas o seguimos homenajeando al “gran fundador del socialismo Mariátegui”.
Esto aún es peor, entre 1980 y 1989 como menciona AFG se produjeron 17.000 muertes debido al conflicto armado entre el Estado y el PCP-SL, el informe de la CVR entrado el año 2000 menciono que la cifra victimas fatales de este periodo de violencia sería de 69.280 personas, mientras otras 26.259 fueron desaparecidas. Más allá de los logros obtenidos por la Coordinadora Contra la Impunidad o los diversos colectivos que han surgido en honor a la Memoria y violencia política, como los dedicados a Melisa Alfara y Saúl Cantoral, más allá de estas manifestaciones reducidas y valientes de una pequeña parte del movimiento social no hay, no existe un factor que propague estos lamentables sucesos como importantes para nuestra sociedad, sobretodo porque no son parte de la memoria y del pasado sino siguen siendo parte de nuestro presente, el último informe del Programa de Industrias Extractivas OXFAM América demostró que en los últimos años del gobierno de Alan García, los conflictos sociales dejaron 103 muertos y varias decenas de heridos, eso no es justificable, es por demás escandaloso que la mayoría de muertes sean causadas por los problemas con las actividades mineras, pero no es solo ello, recientemente en Huancavelica murieron tres personas, y en Juliaca seis solo en este año, casos como Tía María, Río Blanco, Bagua y otros siguen ocurriendo ante nuestras miradas y nuestras manos cruzadas. Pero nuestro país no solo se desangra por los efectos de la represión armada, sino también se muere producto de un envenenamiento continuo, actualmente hay 30 mil comunidades que han denunciado la contaminación generada por las mineras, es sorprendente que tan solo en La Oroya , a solo 150 km de Lima, 13 de cada 30 niños menores de tres años padecen contaminación ocasionada por el plomo. Estas muertes ocasionadas por el envenenamiento, por el fríaje o por la ineficacia del Estado para resolver problemas, esos problemas allí donde las comunidades defienden su derecho a la tierra y la vida. Todos esos muertos tienen nombres y rostros y no podemos ignorarlos simplemente así. Todo esto ha ocurrido en un país “democrático”, con la acción y complicidad de la derecha y con el silencio e inacción de la izquierda. Estos crímenes se han dados y muchos solo hemos sido espectadores.
Existe en la actualidad personas que mencionan el alejamiento de la vida política solo a factores económicos, no es absurdo mencionar que en los últimos años solo el 28% de nuestra población esté a favor de la democracia, pero este porcentaje es volátil de acuerdo a los años electorales y posteriores, las encuestas realizadas por la Corporación Latinobarómetro mencionar que nuestra población está insatisfecha con el sistema de gobierno y con las instituciones representativas en relación a que el tan mentado crecimiento económico no se refleja en la distribución que hasta ahora ha sido desproporcional. Pero estos factores económicos no son los únicos, también tenemos otros desafíos, los éticos, los morales. En el Perú el ejercicio de la democracia es una práctica tan menos valorizada debido a que el reparto de la justicia es escandaloso y las oportunidades a los sectores sociales de diferentes extractos no son lo mismo, hay una brecha grande que impide el desarrolla de formas democráticas porque ante todo hay problemas morales y éticos, los jueces se venden, las instituciones no son representativas y el parlamento (históricamente en muchas naciones la voz del pueblo) en nuestro país es catalogado como mera burocracia de podredumbre. Aún así muchos “socialistas” creen que simplemente con tomar las instituciones que le dan funcionalidad a un Estado se puede cambiar el sistema, olvidando que las múltiples formas de poder que ejerce un Estado están más allá de la represión y que el poder para ser ejercido con eficiencia no puede tener solo una connotación negativa, sino tiene que ser ante todo aceptado, cambiar la moral, las costumbres y la cultura de una sociedad debería ser un primer momento para cambiar las bases sociales de un país.
A pesor de ello carecemos de personajes, carecemos de dirigentes y aún de intelectuales que nos puedan cambiar el panorama en el cual vivimos, hemos vivido y seguimos viviendo con el despliegue del autoritarismo y de la muerte. Sabemos de las atrocidades que se cometen en las zonas fueras de Lima, más este conocimiento e información es nuestra cuando los pueblos están empezando a morir, cuando los pueblos no ven más solución que la acción directa para ser escuchados, cuando traspasan la institucionalidad de un Estado ineficaz, siempre vemos la punta del iceberg pero nunca hemos visto más allá. Nunca, y hay que ser reflexivos, nos ha interesado los problemas desde el momento de su germinación, ¿cuantas veces se ha protestado por proyectos de ley que atentan contra la vida?, ¿cuantas veces nos hemos pronunciado ante políticas implantadas con autoritarismo?, siempre hemos gritado cuando los pueblos se levantan y solo cuando pasa eso. No nos interesa el desarrollo de las comunidades, y eso es triste y lamentable, no nos interesa el Perú fuera de Lima. Esto en parte es culpa directa de los medios de comunicación que solo nos informa los problemas, las acciones violentas, los reclamos presentados como antiprogresistas de las personas de las comunidades, y lo percibimos como pólvora de un día sin saber que eso se ha desarrollado durante décadas, durante generaciones y no hacemos nada, hemos perdido la capacidad de vivir y de indignarnos, pero de una indignación que ande mucho más allá de los disfraces de la popularidad.
Esto parte de los jóvenes, parte de nuestras raíces y esta despolitización como lo afirmaba Carlos Contreras es parte de la herencia de Fujimori, cuando en los años 80 y aún en los 90 ser activista político universitario era casi sinónimo de ser parte de las filas del PCP-SL, la gran desmovilización de los actores sociales, de los campesinos, de los obreros, de los estudiantes, de las barriadas paso a ser condenado y criminalizado. Los sectores medios perdieron un interés en la política y esta paso a ser condenada aún en nuestros días.
En el Perú los “socialistas” tratan de seguir una receta al pie de la letra, sea china, rusa o cubana, tratan de inmolarse frente a ídolos que están enterrados históricamente y eso ha llegado a ser absurdo, los recetarios encontraron su forma más absurda e irracional en el PCP-SL, los “socialistas” y sobretodo aquellos que estén comprometidos con el cambio real de nuestra sociedad (tantas veces denunciada, pero siempre palabras en el aire) deberíamos pensar en otros contenidos, ser críticos, no buscar una receta sino hacernos una para nuestro país, ser creativos o como diría AFG reencontrar la dimensión utópica.
¿Hay que proponer otro camino?, esto ya lo decía José María Arguedas 20 años antes que Flores Galindo escribiera, y lo volvió a decir AFG 20 años antes de que yo escribiera, y entre esa brecha hubo varios intentos de decir lo mismo, pero aún hoy solo se le menciona y no se propone, aún hoy yo hago lo mismo, soy incapaz de proponer algo diferente. ¿Y porque tendría que hacerlo mi generación o yo?. Nuestra generación ha sido perdida en los laberintos de ideas bicentenarias y el futuro de posibles generaciones posteriores es aún hoy sombrío. Pero no es una tarea de generaciones, es una tarea de comunidades, es tarea de las Ciencias Sociales tratar de encontrar ese camino que lleve a nuestra sociedad a ser más justa, a vivir sin miedo y bajo los parámetros de la libertad. ¿Podremos, es posible?, si las Ciencias Sociales, si los historiadores no lo cumplimos entonces ratificaremos (sobretodo ahora) nuestra inutilidad para la sociedad que no nos escucha, para las personas comunes que no entiende de lo que hablamos y de lo que escribimos. Estamos viviendo bajo una burbuja intelectual que es tan inútil de manera real y efectiva. ¿Esos son los retos de ahora, del futuro?, ¿Lo conseguiremos?. Este proyecto ha sido contemplado hace generaciones, y la izquierda no ha podido vencer ese desafío, su larga tradición ha abandonado algunos ideales nobles y ahora se desangran y traicionan por cargos. Aún ahora hay muchos que han engañado a los jóvenes diciendo que las reformas bastan para hacer nuestra sociedad justa.
Nuestro país, que es un puente entre la tradición y la modernidad, entre el pasado y el futuro, no necesita reformas, en un país como este, la revolución reclama construir y pensar otro tipo de sociedad. Sin embargo la izquierda en el poder que ha estado haciendo para contemplar eso, en realidad ni lo uno ni lo otro. Se ha logrado establecer el mercado y afrontar crisis económicas, se sigue con el tan mentado crecimiento económico, pero nuestros niños mueren de hambre, de frio, de contaminación, y eso es un crimen, un crimen colectivo, culpa del Estado y culpa también de nuestro silencio.
Pero ni izquierda ni derecha tienen un solo proyecto de país, solo lo desangran, matan comunidades, destrozan zonas naturales y solo lo exprimen, pero no hay proyecto, ni inversión, ni nada de nada. Estamos siendo guiados también por ciegos. Pero si de un lado están los ciegos con sus formas legales, de otro lado están aquellos que admiten la violencia. El discurso desde los años 90 ha cambiado muy poco, el socialismo de hoy exige un cambio radical en el discurso si quiere ser una opción, sobretodo para aquellos que siguen pensando que revolución es sinónimo de sólo de violencia, fue estas mismas concepciones que originaron al PCP-SL y descalificaron cualquier tipo de movimiento social.
¿Y los intelectuales? Aún hoy están alejados de la militancia política, y siempre se parte del mismo problema de siempre, el mismo que aleja a los intelectuales: los grupos minúsculos que están demasiado preocupados por la lucha inmediata, la imposición de grupos, aún peor de sectas y la guerra por el poder, pequeño, mediano o grande. Esto no solo se refleja a nivel de partidos, sino aún en todas las organizaciones que existen en nuestra sociedad, sobretodo en los gremios estudiantiles que ha llevado a que el movimiento estudiantil actual no exista y sea el más desprestigiado de su historia.
No debemos repetir los errores de las experiencias pasadas, debemos formar ¿formarnos? Como otro tipo de intelectuales, de dirigentes, no debemos seguir haciendo lo mismo, aún hoy se ve jóvenes que piensan como si estuvieran 20 o 30 años atrás, no puede seguir pasando eso. Las cosas han cambiado. Hay que afrontar los nuevos problemas, tratar de estudiarlos y resolverlos, acercarnos a la sociedad, hay que repensar las experiencias pasadas y no seguir un camino ni una receta, sino construirnos una.
Hasta aquí estas reflexiones, agradezco a quienes siguieron este espacio y a quienes también criticaron, especialmente agradezco a quienes me ayudaron en las ideas. La propuesta de esta columna fue siempre ser un espacio de debate, reflexión, crítica y sobretodo de propuesta. Lamento no haber cumplido en todo lo que se pudo haber hecho, lamento la no constancia de este espacio pero aún así se trato de reafirmar la propuesta de tener un espacio que mantenga el debate abierto y no cerrarlo o liquidarlo.
Este es el último “diciembre de ese enero”, este espacio no volverá a aparecer por cuestiones de otra índole que no son las que yo he expresado líneas arriba.
Hasta otra oportunidad. Buena suerte.