sábado, 2 de abril de 2011

Columna Invitada: "Critica Informal"



Wikileaks y la historia: el problema de la información




Angel Sandoval Sánchez

A lo largo de la historia es normal que muchas naciones y estados tengan información secreta y clasificada sobre su política diplomática, sus acciones militares, el desempeño de sus gobernantes, sus políticas sociales, entre otros asuntos. Los numerosos archivos tienen gran cantidad de cartas, edictos y diversos documentos que nos pueden dar una idea de lo que aconteció en un determinado lugar (o país) y en un determinado tiempo. El papel del historiador en parte vendría ser al de un ‘periodista del tiempo’, recolectar información y el máximo de detalles sobre un determinado acontecimiento: ¿Qué sucedió? ¿Cuál fue la repercusión? Y un largo etcétera de preguntas que nos ayuden a obtener los datos para establecer los hechos. Por lo general la información se esconde de nosotros (o podría decirse ‘se nos esconde’), se pierde en el tiempo, sea por la negligencia de los gobiernos en preservar su memoria, sea para ocultar información comprometedora para las personas del presente. Otro motivo: a medida que nos acercamos al presente encontraremos gran cantidad de información, que crece de forma casi exponencial, información que no siempre es relevante, por lo que muchos documentos valiosos se pueden ‘perder’ en el gran cerro de datos que existe. Por eso los investigadores, precisamente los historiadores, prefieren buscar en un universo de datos más antiguo temporalmente, más corto, más breve. Los pros de esto resulta conocer excelentemente cierto rasgo de la sociedad, a través de las proyecciones e inferencias. Lo negativo es no tener una visión panorámica de la sociedad, y por ende la dificultad (mejor dicho, imposibilidad) de establecer leyes históricas. Pero toda esta información, estos datos que se nos provee por la búsqueda del pasado, no causa gran revuelo en nuestra actualidad. No pasa de satisfacer nuestra curiosidad. La Historia (al menos, del pasado lejano) no sobrepasa la erudición. Si bien es base para generar una conciencia nacional, el dar base y sustento a nuestra identificación con un lugar y una tierra que llamamos patria, entre otros, no puede generar alguna ‘reacción activa’ en los contemporáneos. Llama la atención el fenómeno de Wikileaks. La fundación precedida por el australiano Julian Assange ha generado un gran revuelo en nuestra sociedad global, con repercusiones muy palpables, que las podemos observar con ver el canal de noticias internacionales (lamentablemente, en el Perú no se valora ni se conoce mucho este fenómeno). No solo me refiero al escándalo de poner al descubierto todos los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el ejército norteamericano y sus aliados tanto en Afganistán como en Iraq (mencionado en los “diario de guerra”). Va sobre todo por poner al descubierto la corrupción y el mal manejo político de muchos gobiernos. Es el caso sobretodo de las naciones árabes (en especial las del norte de África). Los informes sobre la corrupción del gobierno de Ben Ali en Túnez, asi como el creciente desempleo (debido a la crisis económica del 2008) y el malestar social en búsqueda de una mejor calidad de vida desembocaron en una revuelta que terminó con el régimen de Ben Ali. 

Ésto se generalizó a diversas naciones islámicas, generando diversas protestas y revoluciones. Los casos más recientes y serios son la guerra civil en Libia y la cruenta represión del gobierno de Siria contra los manifestantes, que de seguir ese rumbo desembocará en otra guerra civil. ¿Y nosotros? Se han encontrado más de mil cables diplomáticos relacionados al Perú, entre los que destacan la situación de las fuerzas policiales y militares en el VRAE, donde la corrupción impera en esa zona (claro, lo que no se menciona es que la única alternativa de seguir con vida en el VRAE para los policías es estar con los terroristas, ya que los pocos efectivos son ineficientes). Otro de los casos más relevantes, pero poco mencionados, es la ‘ayuda’ que planeo el ex ministro Rospigliosi al embajador norteamericano para que la candidatura de Ollanta Humala a las elecciones del 2006 no prospere. Son los más resaltantes, puesto que la mayoría trata de temas sin mucha importancia, como la ‘descripción’ que se da del presidente García, las visitas a la embajada de Ollanta, entre otros. Si bien los documentos están en la red, en un idioma ‘estándar’ como es el inglés, la gran cantidad de textos (más de 2.5 millones de ‘cables’), así como la extensión de éstos, impide su simple y regular lectura. 

Rebuscar entre toda la cantidad de información y buscar lo más relevante es tarea mayormente de los periodistas. Si es que habrá algunos documentos ‘relevantes’ que no se menciones, no lo sé. Wikileaks ha puesto un archivo encriptado en la red, que en caso de que la web (o sus colaboradores, incluyendo a Assange) sean perjudicados y silenciados, la clave se emitirá en todos los medios permitiendo ver los documentos que aún se guardan (‘con el objetivo de cubrir a los involucrados’). 

Lo que sí sé es que los historiadores y científicos sociales, y no solo los periodistas, tienen una gran fuente de información inédita en sus manos. Estos datos nos pueden dar con mayor exactitud la política diplomática a nivel global. El desafío es grande, y esta vez las consecuencias de ello pueden ir más allá de que nuestros libros sean un “best seller”.

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